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Cuando todo suceso de la política se electoraliza

Cada aspecto de la política en el país está siendo electoralizado por uno u otro partido que alista su maquinaria electoral. Así, que La Paz amanezca empapelada con carteles de eslóganes del Movimiento Sin Miedo (MSM) no sorprende.

Tampoco sorprende que el gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS), la Alcaldía de La Paz (administrada por el MSM), la Gobernación de Santa Cruz, manejada por Rubén Costas y el Movimiento Demócrata Social (MDS), y la empresa de cemento Soboce de Samuel Doria Medina — líder de Unidad Nacional (UN), partido que es parte del Frente Amplio— hayan intensificado su marketing corporativo en diferentes medios de comunicación, disfrazando sin mucho éxito sus campañas electorales, que no son sino sólo el efecto más visible de la proximidad de los comicios de 2014.

En el fondo, lo que se hace evidente es que cualquier suceso de la política (en el sentido clásico del término), por insignificante que sea, es electoralizado por algún partido político.

Desde el acto de entrega de una cancha de césped sintético en que participe el Presidente; una denuncia de corrupción contra el Gobierno (como las que hace Doria Medina); un desfile cívico (como Costas en Cochabamba y Santa Cruz), hasta una omisión o un silencio puede ser leído, entrelíneas, como un acto que considera y calcula  las elecciones generales venideras.

En este último sentido, el analista Reymi Ferreira interpreta la “tibieza” cercana al mutismo con que Costas se expresó sobre los resultados del censo y la redistribución de escaños. La omisión es interpretada como un gesto que busca réditos electorales: “Costas y su agrupación son conscientes de que tienen una buena influencia en el oriente del país, pero ninguna en el centro y occidente, por lo que están trabajando en posicionar la imagen de su líder fuera del oriente”.

El silencio de Costas, se explica por esa intención, juzga.

Para el Gobernador cruceño, entonces, salir con declaraciones rabiosas en contra del censo o la redistribución de escaños lo habría devuelto a su origen político, es decir, el de un líder autonomista de influjo únicamente regional.

Al otro lado del río, en el oficialismo, la comunicación corporativa de su gestión gubernamental se confunde con sus aprestos electorales, aunque “toda administración en sus diferentes niveles de gobierno, ya sea nacional, municipal o departamental, promociona sus actividades en medios de comunicación”, explica Ferreira.

En el caso gubernamental hay una recurrencia a spots institucionales sobre la bonanza económica del país y el aumento de las reservas. Si se considera que en esta propaganda existiría una clave electoral y que la economía también es contaminada por la búsqueda solapada de votantes, entonces lo que aquélla quiere comunicar, o más bien lo que esperan que el receptor del mensaje concluya, es que la existencia de mayor excedente y el buen desempeño económico del país se debe únicamente a una buena gestión de gobierno y que el contexto internacional de precios favorables de los recursos naturales que Bolivia exporta, realmente no tiene ninguna relación. Se quiere vender la imagen de que la gestión del MAS ha producido el crecimiento económico.

De este modo, todo se encuentra electoralizado, inclusive, o más bien sobre todo, lo que los spots no dicen de manera directa, sino sólo sugieren.

De la misma manera, se puede desencubrir el espíritu final del reciente spot del MSM en el que aparece su líder, Juan del Granado, con una dicción tan impecable como la blancura de su camisa… Salió en los medios en conmemoración a los 31 años de la democracia. Entonces, siguiendo con el argumento del texto, en este caso, una fecha histórica es la que termina electoralizada.

El léxico que se utiliza en el minuto que dura la propaganda está marcado por dos momentos: el primero, abunda en sustantivos de un campo semántico con aires de familia: “defraudados”, “autoritarismo”, “extorsión”, “corrupción”, “delincuencia”. Se quiere transmitir un panorama desolador que interpela sobre todo a aquellos que apoyaron con su voto al gobierno del MAS, tal como hizo el MSM —así lo hace notar el spot.

El mensaje final al que se quiere llegar es que el receptor se pregunte “¿por esto he votado?”. 

“Soy Juan del Granado”, dice y detrás de él aparece un arcoiris con los colores (el logotipo de su partido) que quiere significar que no todo estaría perdido. Entonces, el jefe de esta tienda política comienza a enumerar sus logros como abogado y alcalde para terminar con una hipérbole que por antinomia menciona que hoy, como estarían las cosas, no existe un ápice de esperanza y la “alegría” estaría del todo ausente de Bolivia, por lo que finaliza diciendo: “Vamos a enfrentar lo que venga para recuperar la alegría y la esperanza…”.

Por otro lado, Unidad Nacional (UN) y de rebote el proyecto del Frente Amplio, compuesto por ese partido y Nuevo Poder Ciudadano (NPC), del senador opositor Germán Antelo, dan pasos más lentos, según el analista Romano Paz. Sin embargo, lo que no significa que no aprovechen diferentes circunstancias para tratar de sacar un rédito electoral mediático.

No obstante, UN parece pasar, rápidamente, de la ofensiva (denunciar corrupción en proyectos gubernamentales: la planta de urea y amoniaco de Bulo Bulo, el ingenio azucarero San Buenaventura y el teleférico de La Paz) a la defensiva con publicidad de responsabilidad social empresarial de Soboce, que muestra a un Doria Medina (dueño de esa empresa) pulcro e inofensivo, que sólo quiere el progreso de Bolivia. Su búsqueda es de credibilidad, en respuesta a la campaña del Gobierno que lo liga a los partidos tradicionales y a la capitalización.

Como se observa, al ciudadano le espera, progresivamente, ver en la televisión, con mayor frecuencia, ese anuncio en fondo negro y letras blancas: “espacio solicitado”. Si el clima está ya electoralizado faltando un año para las elecciones, entonces todo depara que cuando realmente estén próximas el marketing será abrumador.