Clave para la memoria es un documento que traduce un rico proceso de reconstrucción y recuperación de la memoria histórica con un signo muy destacable: la diversidad/ pluralidad de experiencias, visiones, lecturas, interpretaciones que encuentran un hilo conductor común, que es el aporte de las mujeres al periodismo, a la democracia y a la construcción de una sociedad más justa, equitativa, inclusiva, digna.

Y es también una estimulante señal de que podemos construir la historia futura desde esa diversidad. Las periodistas contribuyeron de manera muy significativa a descubrir o a hacer más visible la diversidad de nuestra sociedad, sobre todo la más obvia: la de género, pero también la étnica y cultural, la religiosa y también la de opción sexual.

Hallazgos y lecciones aprendidas. Los diversos testimonios nos permiten extraer algunas lecciones y desafíos muy importantes:

— No existen ni la neutralidad ni la plena independencia en el ejercicio del periodismo, “todo periodista plasma lo que siente y lo que piensa en cualquier información noticia o reportaje”, pero eso no excluye el principio de responsabilidad profesional y ética que debe estar presente en toda circunstancia. 

— La pasión y la entrega parecen rasgos comunes al ejercicio del periodismo por parte de las mujeres y la pasión y la entrega, bien administradas, constituyen una fuerza transformadora que está detrás de todo proceso de cambio profundo.

— La militancia política no es antitética  —per se— con el ejercicio de un periodismo responsable, honesto, pero es un desafío enorme y cotidiano. “Que el poder no me absorba, corrompa y pervierta”.

— La democracia supone ciertos valores fundamentales/inexcusables que deben orientar el desempeño de las instituciones públicas
y la actuación del conjunto de la ciudadanía:

— Libertad de pensar, libertad de opinar y, por tanto, libertad de disentir, que es propia e intrínseca a la existencia de una sociedad altamente diversa, “abigarrada” como la nuestra. Esas libertades, en un contexto democrático, no tienen por qué ser restringidas y, menos aún, vistas como amenaza a la convivencia pacífica o como obstáculo para la construcción de destinos comunes.

— El manejo vertical de la información desde el Gobierno es propio de las dictaduras, pero no deja de ser una tentación también en los tiempos democráticos. El caso de Huanchaca es un buen ejemplo. Las y los  periodistas deben ser celosos vigilantes de la libertad de información y de la transparencia de la gestión pública. Eso requiere integridad, amor a la verdad, visión plural, mucha dignidad y respeto por uno mismo.

— Para el periodismo boliviano ha sido más fácil luchar contra las dictaduras que construir el país en democracia, lo cual tiene que ver con los siempre presentes riesgos de la cooptación prebendal de los medios y de los periodistas desde el poder (político, económico o de cualquier otro tipo).

— El periodismo es una función muy exigente en cuanto a la lectura de la realidad. Sólo se puede entender la noticia del día si se tiene una mirada larga que asume los acontecimientos como parte de procesos complejos y extensos.

— Necesidad de identificar rigurosamente los verdaderos problemas de la gente e informar sobre ellos, más allá del sensacionalismo o de la crónica roja. Por ejemplo: el problema de la violencia contra las mujeres, la violencia intrafamiliar.

— La crítica es saludable. El periodismo no debe perder su sentido crítico. Recupero la cita que una de las participantes en las tertulias hace del filósofo francés Albert Camus: “Una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad nunca será otra cosa que mala”.

— Parece muy recomendable desa- rrollar el principio y las prácticas de veeduría ciudadana sobre los medios de comunicación, bajo la premisa de que la información y la comunicación son derechos ciudadanos y no concesiones graciosas de los medios o de los centros de poder.

— Debe existir, de manera efectiva, una autorregulación de la labor periodística. Para eso está el Tribunal Nacional de Ética. Pero son inevitables las dudas; ¿Son suficientes las normas y mecanismos de autorregulación actualmente existentes?

— Alerta también contra la desideologización de la ciudadanía. La democracia es, sobre todo, un proyecto ético y no sólo la participación en elecciones. Por tanto, el periodismo debe ser vigilante y exigente sobre la consistencia programática de las diferentes opciones políticas, sobre el cumplimiento de las ofertas electorales, sobre la vigencia plena de los derechos y libertades ciudadanos y sobre la transparencia de la gestión pública, etc.

— Reconocer que el país es mucho más que la vieja disyuntiva entre revolución y contra revolución, y asumir que somos plurales y diversos, con todas las consecuencias que ello implica.

Desafíos:

— La búsqueda de la verdad constituye uno de los desafíos fundamentales del ejercicio del periodismo. Aunque se debe también tener
muy presente que la verdad absoluta no existe.

— En esa línea, superar las visiones maniqueas parece otra condición de un periodismo socialmente responsable.

— Sin un periodismo de investigación no parece posible que la ciudadanía adquiera un conocimiento adecuado de la realidad y, por tanto, asuma una posición informada frente a esa realidad.

— Desafío de reconocer e incorporar en el imaginario colectivo la diversidad del país. La “Marcha por la Dignidad, Tierra y Territorio” constituyó un paso fundamental en esa línea pero la realidad, hoy mismo, nos enseña que aún hay mucho camino que recorrer.

— Se debe estar alerta ante los procesos de concentración de la propiedad y control de los medios en pocas manos.

— Alerta también contra las peligrosas relaciones entre el dinero y el poder que pueden incidir sobre la libertad en el ejercicio del periodismo. Periodismo de partido, periodismo de gobierno o paragubernamental, periodismo de empresas disfrazadas, periodismo de logias o sectas, periodismo transnacional, son algunas de las formas de contaminación de la función de la prensa. Ante ellas no es sencilla la tarea de ejercer periodismo independiente.

— “No es fácil ejercer este oficio —nos dice Anita Romero, citada por otra participante—. Mirar al poder con irreverencia tiene su costo, como lo tiene resistir a la censura, recorrer el telón de la corrupción o comprobar con libreta, grabadora o cámara en mano que se hiere la democracia cuando se esfuman las promesas de los políticos y las ansias de bienestar de la gente”. Es lo que lograron hacer los y las periodistas en los duros momentos de las dictaduras.

Una gran interrogante:    

¿El ejercicio del periodismo es diferente según se trate de hombres y mujeres? Sí y no. “Tenemos mayor capacidad de diálogo y de decir las cosas como son”,  “somos muchísimo más trabajadoras”, dirán algunas. “La diferencia la hace el compromiso no si soy hombre o mujer”, sostienen otras.

La verdad, como siempre, no está ni en un extremo ni en el otro. Existen rasgos comunes a hombres y mujeres en el ejercicio de cualquier actividad o función social, pero también hay rasgos específicos producto de construcciones socioculturales diferentes.

Como corolario:

Un Estado es cada vez más democrático cuando sus habitantes cuentan con información de calidad para el pleno ejercicio de sus derechos.
Y las mujeres periodistas pueden contribuir de manera muy relevante a esa misión objetivo/desafío.

La llave para la memoria

Para conmemorar  las cuatro décadas del  Círculo de Mujeres Periodistas de La Paz y su aporte a la democracia, y con el apoyo de la Fundación Friedrich Ebert Stiftung e IDEA Internacional, se organizó una serie de tertulias, en las que 28 mujeres periodistas relataron sus experiencias profesionales en las décadas 70, 80, 90 y 2000, plasmadas más tarde en el libro Llave para la memoria.

La retrospectiva de vida, junto a la “viajera del tiempo”, Lucía Sauma, resultó fascinante, desde la ambientación, las imágenes, música en vivo y el relato histórico de cada una de las épocas, en las que se destacaron los hechos ocurridos a lo largo de 40 años y que hicieron historia en Bolivia y el mundo.

Las remembranzas de las periodistas, protagonistas del libro, cuya producción estuvo a cargo de la Editorial Gente Común, permiten transportarnos a momentos históricos que marcaron el proceso de la búsqueda de la democracia.

Es una investigación retrospectiva con el aporte testimonial de Norah Claros, María Eugenia Verástegui, María Angélica Kirigin, Ana Benavides, Rossío Clavijo y Verónica Basaure, de la década de los 70. Marlene Berríos, Lupe Cajías, Sara Monroy, Luisa Limachi, Ana María Fabri, Miriam Saavedra, Fátima López y Lucia Sauma, en los 80. Sandra Aliaga, Amanda Dávila, Tania Delgadillo, Gabriela Orozco, Ruth Chuquimia, Helen Álvarez y Marianela Paco, en los 90. Nancy Vacaflor, Gisela López, Adriana Gutiérrez, Marcela Berrios, Teófila Guarachi, Claudia Benavente y Carmen Miranda, en los 2000.

La producción permite conocer historias no contadas de lo que ocurrió detrás de los hechos que hicieron noticia. Es un valioso aporte testimonial de las periodistas que reafirman su posición crítica y convicción en los principios de libertad de expresión, equidad y justicia social.

El Círculo de Mujeres Periodistas anuncia que está programando la segunda versión de Llave para la Memoria, con testimonios de colegas que cubrieron los acontecimientos noticiosos desde el 2005 a la fecha.

Verónica Basaure, es periodista.