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El retorno a Charaña

En el dictamen de la Corte de La Haya sobre el diferendo entre Chile y Perú se menciona que la parte chilena exhibió como una prueba de sus alegatos, lo sucedido durante la negociación iniciada en Charaña. En esa gestión, el Gobierno de Chile había presentado una propuesta formal de solución al problema marítimo nacional, mediante nota de 19 de diciembre de 1975. Ésta consistía en la entrega a Bolivia de un corredor al norte de Arica, con su mar territorial adyacente. Precisamente el alegato chileno mencionó la cesión de ese litoral y recordó que el Gobierno peruano de entonces no se opuso a ella. Es decir, el Perú también había aceptado que Bolivia tuviese un mar territorial contiguo a la costa.

Ahora bien, se considera que nuestro país tiene como un elemento de su demanda a la Corte de La Haya, los llamados actos unilaterales de los Estados, los cuales, a decir de los tratadistas de derecho internacional, tienen alcance jurídico de significación internacional. Y seguramente se presentarán como dichos actos unilaterales de Chile, las diferentes oportunidades en que ese país hubo aceptado la existencia del problema marítimo; y en base a ellos, solicitar a la Corte que determine si estos pronunciamientos que se efectuaron sobre el particular, se constituyen en un derecho boliviano para negociar con Chile. 

De los compromisos chilenos, el más importante fue precisamente el propuesto durante la negociación de Charaña. Como se dijo anteriormente, en diciembre de 1975, el Gobierno chileno ofreció entregar a Bolivia un corredor al norte de Arica con plena soberanía. En esa zona estaban incluidos el ferrocarril de Arica a La Paz, el aeropuerto de Chacalluta y el camino de Arica a Visviri, que está vinculado al de Charaña a La Paz. En cuanto al litoral, éste comprendía ocho kilómetros de costa, lo que hubiera permitido la construcción de un puerto más amplio que el de Arica, que abarca solo kilómetro y medio. 

Cabe señalar que en la reunión   de Consultas Políticas efectuada en Iquique, en noviembre de 2005, poco  antes de que se inicie el Gobierno de Evo Morales, se creó una subcomisión encargada solamente de tratar el tema marítimo boliviano, pero en forma reservada. Dicha subcomisión estuvo presidida por los dos viceministros de Relaciones Exteriores, Hernando Velasco por Bolivia, y  Cristián Barros por Chile. Quien tomó la batuta de la cuestión marítima fue el viceministro Barros, él informó que su cancillería, desde mucho tiempo atrás, ya tenía un proyecto de solución definitiva. Éste consistía en la concesión a Bolivia del corredor ofrecido en Charaña, desde el territorio boliviano hasta el mar, con plena soberanía. Pero insistió en que la compensación debía ser territorial, es decir, un canje de territorios, porque no habría ningún chileno que aceptase que se reduzca la superficie de su país. Luego se trató el tema del Perú, que para los bolivianos es angustiante. Al respecto, Barros comentó que si los dos países, Bolivia y Chile, se pusieran plenamente de acuerdo en la solución, era muy difícil que Perú pudiese poner obstáculos a la salida al mar de Bolivia.  

Es verdad que existe el deseo peruano de no cortar su frontera con Chile. Este asunto no se trató en esa ocasión, pero también tiene su solución.  Basta para ello que cuando Bolivia reciba el corredor al norte de Arica, determinara que esa zona tendría una condición de zona franca, es decir, sería un territorio donde peruanos y chilenos pudiesen cruzar de uno a otro país sin ninguna traba, sin ningún control policial ni de ninguna otra índole. Bolivia tendría una gendarmería en el corredor, no solo para implantar su soberanía, sino también para colaborar al tránsito de personas y cargas desde Chile al Perú y viceversa, e impedir actos delictivos.  

Es menester recordar que cuando viajó el presidente Evo Morales a Santiago, para asistir a la asunción al mando de Michelle Bachelet, cerca de 10.000 personas gritaron en un estadio “¡mar para Bolivia!”. Y la nueva mandataria chilena manifestó públicamente que muy pronto comenzarían las negociaciones para solucionar el problema marítimo boliviano. Pero no pasaron ni dos meses y nuestro país volvió a suscribir un contrato de venta de gas con Argentina, con la insólita cláusula de que este país se obligaba a no vender gas boliviano a Chile. Con semejante contrato todo se derrumbó. En Chile surgió un feroz resentimiento contra nuestro país, al extremo que hubo una encuesta donde el 84% de la población manifestó que no se debía negociar nada con Bolivia. Ante esta situación, la señora Bachelet reculó de su anterior declaración y se limitó a expresar que se negociaría con Bolivia pero sin soberanía. Y desde ese momento surgió en Chile esa nueva y peligrosa tesis de tratar el asunto marítimo sin soberanía, la cual fue continuada por el gobierno de Sebastián Piñera, y ahora se está convirtiendo en un dogma de ese país.

Los dogmas en la política exterior siempre fueron funestos. En nuestro país existió desde el derrumbe de la negociación de Charaña, el dogma de que no se debería otorgar una compensación territorial por el corredor. Y luego surgió uno nuevo, el de no vender gas a Chile. Éste fue muy desgraciado ya que Chile necesitaba nuestro gas, porque había ingresado en una gran expansión industrial. El presidente Ricardo Lagos vino a Bolivia y aquí conversó con casi todos los presidentes del actual siglo, tanto sobre el gas como sobre la cuestión marítima. Pero cuanto más Chile manifestaba interés por el gas, más se encaprichaba nuestro país en no venderle. Y a estos dos dogmas ahora hay que sumarle el que ha surgido últimamente en Chile: no negociar con soberanía.

Pues bien, si se desea solucionar definitivamente el problema marítimo nacional que ha separado secularmente a estos dos países, es preciso superar dichos dogmas. Bolivia debe aceptar el canje territorial y negociar la venta de gas a Chile, país que lo necesita con gran desesperación y por el que ya ha ofrecido un precio muy superior al que paga el Brasil. Y Chile debe retirar esa absurda posición de ofrecer una costa sin soberanía; ofrecimiento que no tendría ningún valor práctico ya que Bolivia en ese caso tendría una salida al mar en el papel, pero no en la realidad.