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La apertura de Bolivia tiene una respuesta chilena preexistente

—Cómo interpretar el discurso del presidente Evo Morales del 23 de marzo?

— Se observa que se ratifican las líneas generales de Bolivia en relación al juicio internacional que se va a llevar adelante en La Haya. Veo que esa línea estuvo reforzada por el contenido de referencias de carácter histórico que complementan la posición boliviana y explican su porqué. Sin duda, el elemento más sensible que ha subrayado la prensa nacional y chilena es la intención de Morales de mostrar algo que me parece interesante, aunque en la forma uno puede tener diferencias: el desafío a Bachelet de superar al dictador Augusto Pinochet.

En el fondo, el desafío es el siguiente: ¿cómo es posible que el punto al que más lejos llegó Chile en relación a Bolivia fue en el contexto de una durísima dictadura y que el gobierno socialista y progresista de la señora Bachelet no pueda plantear una acción más arriesgada, más propositiva y mejor que la que hizo Pinochet?

Para mí, este desafío encuentra ya una respuesta preexistente en Chile. Parece que Santiago no se va a mover de ahí. ¿Cuál es su respuesta? Si Bolivia ha decidido ir a un juicio internacional, nosotros no vamos a entablar un diálogo sobre el tema del mar. Entonces, la posición boliviana es poner en evidencia que, en el pasado, el dictador llegó más lejos que nadie en el tema marítimo y por ello desafía a un gobierno progresista a hacerlo. La respuesta de Chile sigue siendo la misma. Lo que Chile plantea es una posición estratégica de su política exterior, podemos compartirla o no.

— Pero el fallo más favorable que puede obtener Bolivia es que La Haya inste a Chile a dialogar seriamente.

— Yo creo que es posible un diálogo independientemente del juicio, en cambio Chile generalmente se maneja con conceptos absolutos, diciendo que no se va a dialogar porque el juicio representa para ellos que se ha agotado la solución por el diálogo; no comparto esa posición pero la respeto.

— Entonces, ¿qué posición debe adoptar Bolivia?

— La perspectiva del diálogo en torno al tema del mar es difícil, lo que no quiere decir que si Chile se mantiene en su posición, Bolivia no va a hacer lo propio.  La línea estratégica boliviana tiene dos conceptos básicos, uno es que el juicio en La Haya no se levanta bajo ningún concepto, y el segundo, que si hay una voluntad de diálogo en términos propositivos por parte de Chile  —que Bolivia de hecho tiene— podríamos intentar una solución antes de que el juicio llegue a su final. Esas dos líneas complementarias no deberían cambiar, más allá de que la respuesta de Chile no se modifique, dado que nunca se puede saber las circunstancias políticas que podrían darse en los cuatro años de gestión de Bachelet. Esas variantes ahora no pueden ser vistas claramente. Por lo tanto, yo no cambiaría la lógica con que se está manejando el tema. Donde sí hay que profundizar un diálogo es en los otros puntos que no están vinculados al conflicto marítimo.

— Cree que la posición cortante chilena se debe a la cercanía de la presentación de la memoria?

— No soy partidario, ni tampoco creo que sea posible, aunque Chile lo planteara de esa manera, de evitar un diálogo sobre la vinculación cotidiana de la relación bilateral. Sin duda, estamos en un momento álgido en que hay mucha exposición mediática a causa de la cercanía de la presentación de la memoria boliviana el 17 de abril, por lo que el Gobierno de Chile tiene que mostrar una línea interna de solidez ante su opinión pública. Luego vendrán tres meses que también van a ser importantes —y de cierta tensión— hasta que Chile ponga su propia interpretación y la posibilidad de que Santiago diga o no que no consideran que el tribunal internacional tenga jurisdicción sobre el tema. Eso es una posibilidad, por tanto, son tres o cuatro meses en que vamos a vivir muy condicionados.

En ese lapso de tiempo, Bolivia debe ser prudente, asumir un tono mesurado y respetuoso, aunque enérgico solo si es imprescindible. Va a ser tan importante el impacto de la memoria que va a presentar Bolivia que todo va a girar en torno al contenido de la misma, a su orientación y a sus objetivos. Por supuesto que el país no solo va a presentar la memoria en detalle, sino que también va a hacer internacionalmente y de cara a la opinión pública boliviana, una exposición de sus motivos . Por lo tanto, en los próximos días no vamos a tener la necesidad de inventar ninguna estrategia que no sea girar en torno a fortalecer el punto de vista boliviano en la presentación de su memoria.

— ¿Qué opina del anuncio del Gobierno de la búsqueda de cinco puertos alternativos, considerando la cercanía de la entrega de la memoria boliviana?

— Desde la Guerra del Chaco, Bolivia tiene una lógica de abrir un espacio de salida al océano Atlántico, de hecho ése fue uno de los motores de la guerra: conseguir soberanía sobre el río Paraguay, lo cual se ha conseguido en Puerto Busch.
Bolivia viene desarrollando esa estrategia de salida hacia el Atlántico, como se ve con la construcción de puerto Aguirre, y la aprobación del acuerdo internacional de la hidrovía que permite la navegación Paraguay-Paraná. También están Rosario y Nueva Palmira en Argentina y en Uruguay, lo que muestra que Bolivia tiene una orientación en esa dirección. En el otro océano está Ilo, como una intención desde los acuerdos de 1992. Por tanto, no es que Bolivia hoy genere una estrategia en esas direcciones, sino que es una vieja estrategia de política exterior que complementa la relacionada a la recuperación marítima. La razón de que ello ocurra es que hay que establecer una búsqueda de puertos alternativos y porque como somos parte de la Cuenca del Plata, tenemos una vocación atlántica natural que tiene que hacerse realidad.

El camino de concreción de estas alternativas es lento, si bien muchas ya son utilizadas en la actualidad. En todo caso, es legítimo marcar con Chile que nuestras opciones son varias y que si Chile es una de nuestras opciones (por Arica, Antofagasta e Iquique), tenemos otras alternativas que estudiamos. Que Bolivia lo subraye es una estrategia legítima y no veo nada malo en que se lo haga en este momento que es particularmente sensible.

En ese sentido, Bolivia deberá ser paciente, prudente y enérgica solo si es necesario y darnos cuenta de que el gobierno de Bachelet durará cuatro años y que por tanto solo se está en el comienzo. Hay que dejar que pase este momento altamente sensible de la presentación de la memoria y la respuesta chilena. Después de que eso ocurra hay que analizar cuáles serán los acontecimientos en la relación bilateral. Por tanto, no me apresuraría, pues no nos estamos jugando la vida en estos próximos días. Se trata de un camino que va a durar hasta siete años, y hay que mirarlo en esa perspectiva, incluso podría darse el caso de que el fallo llegue después del fin de la gestión de Bachelet y que haya otro presidente en Chile; asimismo, hay que esperar qué pueda pasar en el proceso electoral boliviano este fin de año. Entonces hay que tener paciencia y tranquilidad, las cosas se están haciendo en principio de manera adecuada, pero no hay que apresurar ni dramatizar las cosas.