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Los gestos de apertura solo vienen de Bolivia

Es preocupante la reacción inicial de Chile, que ahora quiere responsabilizar a Bolivia acerca de que la agenda de 13 puntos se haya reducido a 12. En criterio de las autoridades chilenas habría sido Bolivia la que resolvió retirar el punto sexto (el tema marítimo), desde el momento en que decidió colocarlo en la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, por lo que no tendría mayor sentido —según las autoridades chilenas— de abordar  el sexto punto de la agenda que para nosotros es el asunto central y siempre debió ser el primero.

Hay que insistir en que Bolivia, como lo dijo el propio presidente Morales, no debiera descartarse la posibilidad de un diálogo directo sobre el tema grande de la agenda, ya que si bien todos los temas tienen importancia, porque hacen a la relación bilateral, no tienen, obviamente, la jerarquía de la cuestión marítima.

Lo que preocupa es la falta de receptividad chilena, pues tampoco hubo una respuesta positiva en ninguno de los otros temas restantes de la agenda: no se vio avance en lo concerniente a las aguas de los manantiales del Silala, no hay información actualizada sobre el estado del desminado de la frontera. Este último tema contradice los propósitos de integración que tienen que eliminar todas las barreras entre países vecinos, por lo que no es admisible que las fronteras estén divididas por artefactos explosivos…

Siempre he sostenido que los problemas de la dimensión del enclaustramiento de Bolivia solo se resuelven cuando la voluntad política para remover los obstáculos que se oponen a la solución es más grande que esos obstáculos; pero me temo que Chile esté reproduciendo una lógica obstruccionista que ha mostrado a lo largo de la historia al evadir todo compromiso encaminado a solucionar el enclaustramiento de Bolivia. Para ello siempre ha utilizado diferentes argumentos, ahora el pretexto parece que es la demanda en La Haya.

Por otro lado, todas las iniciativas desplegadas por Bolivia —que no solo datan de los últimos años, sino de casi toda la historia— no han tenido la receptividad suficiente de Chile para que esas negociaciones directas pudiesen resolver el problema, por lo que Bolivia ha ido perdiendo la paciencia y la fe en el diálogo directo después de intentar sensibilizar a Chile por 135 años. Ésa es la razón por la que hemos tenido que llegar a La Haya, pues se han intentado muchísimas negociaciones directas, pero nunca hubo la indispensable voluntad política de Chile para resolver el problema, sino una sistemática actitud evasiva o dilatoria.

El Gobierno intenta otra vez un acercamiento directo, sobre cuyas perspectivas soy escéptico, pues para mí el único acercamiento con Chile que tiene validez es aquél que nos aproxime soberanamente a las costas del Pacífico. Todo lo demás queda en el plano protocolar y mediático, que ayuda a que Chile pretenda mostrar ante la comunidad internacional que no existiría mayor fundamento en la demanda que indeclinablemente plantea Bolivia, y que no existen cuestiones pendientes. Para ello muestran como prueba que los presidentes se reúnen, dialogan y que en la práctica no importaría la ausencia de relaciones diplomáticas, ya que hay contactos políticos permanentes en los más altos niveles.

Las dos veces que se rompieron relaciones diplomáticas tuvieron que ver con dos agresiones chilenas: en 1962 con el desvío unilateral de las aguas del río Lauca, es decir por la apropiación de las aguas de un río internacional; y en 1978 como protesta por una agresión a la buena fe, con la que concurrió Bolivia al proceso de las negociaciones iniciadas en 1975 (Charaña). Esta secuencia de agresiones generan recelos, falta de confianza y pérdida de fe de los bolivianos sobre las posibilidades de un arreglo directo. Cuando Chile dice que se pueden arreglar las cosas de manera directa, entonces hay que preguntarse ¿por qué no lo hicimos entonces a través del Tratado de 1895 o en las negociaciones de 1910, 1923, 1926, 1950, 1975, 1987, 2000 o 2006? La respuesta es porque Chile en ninguna de estas ocasiones mostró la voluntad política indispensable para alcanzar los respectivos acuerdos.

En el último caso, es decir en la agenda de los 13 puntos, hubo una aparente receptividad chilena, pero esa aparente receptividad no puede medirse en resultados. Si se hace una evaluación rápida, no se ve que se haya alcanzado un acuerdo en ninguno de los 13 puntos, que demuestre una voluntad de verdadera apertura, la cual solo puede medirse a partir de los resultados. No los hubo con las aguas del Silala, no sabemos el estado del desminado del lado chileno de la frontera, hay quejas sobre los administradores privados de los puertos que utiliza Bolivia. Es más, éste debe ser el único caso en que obligaciones solemnemente pactadas en un tratado de paz son privatizadas. El libre tránsito es parte constitutiva e inseparable del Tratado de 1904 y la administración de los puertos ha sido privatizada. Los otros temas pueden ser menores, pero ni siquiera esos puntos muestran un balance positivo de esa “apertura” chilena entre 2006 y 2011. Puede ser Lagos, Bachelet o Piñera, solo hay cambios en el discurso, a veces más duro y otras menos, el énfasis y los matices del discurso cambian pero no el fondo.

Así, la historia demuestra que Chile ha ido enclaustrando a Bolivia cada vez más: en 1895 se compromete a la  transferencia de Tacna y Arica; después Kôning viene a La Paz y amenaza a Bolivia diciendo que en Chile ya no se piensa lo mismo que en 1895 y que, por lo tanto, no tienen por qué ceder nada. En los años siguientes sigue esa lógica evasiva (1910, 1923). En 1926, con la propuesta Kellog, se abre una esperanza; en 1929 se complica el panorama al incorporar al Perú en la responsabilidad sobre cualquier solución por Arica.

Entonces, si uno va analizando, ahora y desde hace ya algún tiempo solo se nos ofrece zonas francas, casi galpones en Arica, para almacenar las mercancías de nuestro comercio exterior. De una posible transferencia de Tacna y Arica se pasó a una franja al norte de Arica, sin compensaciones territoriales, luego la misma franja sujeta a onerosas condiciones y, finalmente, repito, a zonas francas, o instalaciones para el almacenamiento de mercaderías. Esa disminución progresiva de las bases de una posible solución para nuestro enclaustramiento significa, en los hechos, que el enclaustramiento comienza en 1879 pero no termina ahí, sino
que se nos sigue enclaustrando, se nos aleja cada vez más de las costas del Pacífico.

En todo caso, la designación de la nueva cónsul en Santiago, Magdalena Cajías, es un nuevo gesto de apertura de Bolivia hacia Chile. Estos gestos solo han venido de parte de Bolivia; éste es otro mensaje que envía Bolivia en el propósito de no descartar el diálogo directo, sino que hay que fortalecerlo… Es algo que tendría que apreciar Chile, pero veremos si tiene o no esa disposición, aunque me parece que Chile ya ha tomado una decisión y no va a variar

En ese sentido, Santiago señala que si Bolivia retira la demanda, entonces se podría negociar directamente; sin embargo ésa no es la respuesta que espera Bolivia. Sería distinto si Chile se comprometiera ante la Comunidad Internacional a resolver el problema.