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La demanda marítima de Tamayo

El Tratado de Versalles (1919) da fin a la Primera Guerra Mundial. Este pacto ensaya una instancia política para resolver los desacuerdos entre Estados, la llaman la Liga de las Naciones. El artículo 19 del tratado motivó a que un grupo de bolivianos (Franz Tamayo, Florián Zambrana, Félix Aramayo, Demetrio Canelas y José Espada, acreditados por el presidente Bautista Saavedra) lleve adelante el planteamiento de una demanda de revisión del Tratado de Paz firmado con Chile en 1904.

La solicitud fue negada y levantó una polémica entre Tamayo, que deseaba quitarse toda responsabilidad del fracaso, y Ricardo Jaimes Freyre, recientemente nombrado canciller, quien afirmó antes de ser posesionado que “la demanda de Bolivia es un fracaso” y que aceptaba el dictamen.

Hay que establecer que una comparación de esta primera experiencia con la actual demanda boliviana en La Haya es insostenible. Para probar esto basta revisar la transcripción de la interpelación del diputado Tamayo al canciller Jaimes Freyre en 1922 y los datos históricos de Jorge Escobari en su libro Historia de la diplomacia en Bolivia y Jorge Gumucio y su estudio

El enclaustramiento marítimo de Bolivia en los foros del mundo. Tras la firma del Tratado de Versalles se realizaría la Primera Asamblea de la Liga de las Naciones en 1920. El 1 de noviembre, el grupo de bolivianos presenta la demanda “invocando” el artículo 19 del pacto.

A una primera lectura del pedido boliviano y del artículo 19 al que se refiere, se ve un problema. Del texto redactado por Franz Tamayo, según el historiador Escobari, se dice que fue elaborado en 48 horas.

“Bolivia invoca el artículo decimo-noveno para obtener de la Liga de las Naciones la revisión del Tratado de Paz firmado entre Bolivia y Chile […]”. Mientras que el mencionado artículo de Versalles dice: “[…] la Asamblea podrá invitar a los Estados miembros de la Liga a proceder a un nuevo examen de los tratados que hayan llegado a ser inaplicables […]”.

Tamayo pide que sea la Liga la que haga la revisión del Tratado, mientras que el artículo 19 de Versalles dice que la Asamblea solo puede “invitar” a que los Estados parte lo hagan. Asimismo, los delegados bolivianos decidieron presentar el documento a sabiendas de que la inserción de temas había expirado el 15 de octubre… Juan José Vidaurre, en su libro Puerto para Bolivia, dice que la demanda fue planteada “sin bases firmes […], fue mal redactada”.

Al siguiente año (1921), se trata de insertar en el orden del día el pedido revisionista boliviano para la Segunda Asamblea de la Liga. Esta instancia nombra a tres asesores expertos para el análisis de la solicitud. La respuesta es lapidaria: “La demanda de Bolivia, tal como ha sido presentada, es inadmisible; pues la Asamblea de la Sociedad de las Naciones no puede modificar por sí misma ningún tratado”.

Luego, el presidente Bautista Saavedra nombró como canciller a Jaimes Freyre. El diputado Tamayo lo llamó a una interpelación en el Parlamento que se realizó del 10 al 28 de enero de 1922, en busca de un voto de censura y la renuncia del nuevo ministro por haber manifestado poca fe en la demanda y por decir que estaba dispuesto a aceptar la decisión de los tres juristas de la Segunda Asamblea.

La lectura de la transcripción de las secciones y de las repercusiones periodísticas fascinan… Se trata del enfrentamiento de dos egos desbocados, no sin razón: ambos literatos reconocidos en vida no solo en el país. En el trasfondo de la polémica están los recelos literarios de ambos modernistas. Hoy la historiografía reprocha la actuación de Tamayo en este caso.

La interpelación comienza con una alusión erudita de Tamayo a la Batalla de Fontenoy (Bélgica) entre ingleses y franceses en el siglo XVIII como metáfora de que nadie quiere dar el primer balazo. El reproche de Tamayo se refiere a algo que Freyre dijo cuando era diputado y no miembro del Ejecutivo. Tamayo da al debate un cariz místico (desdoblamiento) o quizás psiquiátrico (álter ego): se pregunta si el ciudadano Jaimes Freyre puede o no tener opiniones distintas del canciller Jaimes Freyre sobre la política internacional de Bolivia.

Tamayo está convencido de ser el poseedor de lo que Bolivia quiere en cuanto al tema del mar, por lo que acusa a Freyre de que cuestionar la demanda en la Liga es desear lo contrario al deseo de los bolivianos.

A momentos las respuestas de uno y otro son casi infantiles: “lo gracioso queda para usted”, le dice Freyre a Tamayo, casi con la fórmula de la niñez con que se neutraliza un insulto: “espejito-espejito” o “tú lo serás”.

Otras veces hay una suerte de ataques seguido de un rápido contraataque, pero eso se da en el menor de los casos, pues en general arremete solo Tamayo. Un ejemplo de estas escazas seguidillas es esta: Tamayo: “El señor ministro (Freyre) no se percata en declarar ‘la demanda de Bolivia es un escandaloso fracaso’”. Freyre: “No he dicho escandaloso, señor diputado”. Tamayo: “La palabra ‘escandaloso’ tal vez es mía”.

Un día de la interpelación, Tamayo alardea que viene rechazando la Cancillería desde 1902, para así subrayar que no lo mueve la envidia. También acusa a Freyre de ser ministro del Partido Liberal, cosa delicada considerando que el saavedrismo era republicano.

Al final de la contienda, la propuesta de censura de Tamayo logra solo cinco votos y Freyre sale políticamente indemne pero no fisiológicamente intacto, pues queda al borde de un colapso nervioso, según se puede leer en una nota del Diario del 22 de enero de 1922 que señala: “que se mejore don Ricardo y que se le atempere la ira a don Franz”…