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‘Amores de Estudiantes’

El tango Amores de Estudiantes  tiene una de las estrofas más recurridas por decenas de analistas de la política. Solo el tango Cambalache debe haber sido más usado para encontrar paralelismos entre la música y la política. Las seis palabras de la estrofa  de Amores de Estudiantes dicen: “hoy un juramento, mañana una traición…”.

Existe la impresión de que en realidad la estrofa escrita por Gardel y La Pera en 1930, denota la lógica veleta del amor de juventud y en la política nos muestra, casi con cinismo, lo que esta actividad les permite a los actores usar la doble moral y el doble discurso  tan común en la función de ser hoy  oficialista  y mañana  oposición.

Para aterrizar,  es curioso escuchar a los ministros del gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS) condenar, por ejemplo, los bloqueos e invocar la Constitución Política del Estado para imponer el orden. Parecen lejanos los “alegres” días en que Evo Morales bloqueaba la principal ruta entre oriente y occidente usando a sus huestes cocaleras.

Es cuanto menos llamativo que el Gobierno condene supuestas conspiraciones cuando el Presidente, pero sobre todo su Vicepresidente vivía conspirando, cuando no enfrentado abiertamente y con las armas, en contra  de cuanto gobierno se instaló en el Palacio de Gobierno.

Es sugestivo que los actores que hasta ayer pasearon por el  Palacio de Gobierno su prepotencia, hoy invoquen la misma Constitución, las leyes y los derechos humanos que no respetaron. Un juramento: respetar los derechos humanos; una traición: la cantidad de muertos que se anota el Gobierno. Un juramento: el cambio; una traición: la vieja corrupción.  

Pero los amores de estudiante  existen en todo lado. Lo más llamativo en estos días es el paso sin complejos de villanos a héroes de gente que primero fue mimada del Gobierno y luego denostada. El mismo camino, pero a la inversa recorrieron estos personajes para la oposición.

A  poco más de  cinco años del episodio del hotel Las Américas de Santa Cruz, el Gobierno fue hábil  para crearse un enemigo imaginario a partir de un anzuelo y la candidez  o ceguera de quienes se lo tragaron. Igual que en el gobierno de la Revolución Nacional, en 1952, cuando esa revolución llegó a fabricar conspiradores para seguir su camino revolucionario y seguir corrompiendo a sus bases en vez de seguir seduciéndolas.

Hoy, el Gobierno se ha encargado de asegurarle a la gente que entre  2008 y el 2009, el gobierno de Morales tambaleaba, que el Presidente era acosado por todo lado, como si no recordáramos que había ganado con más del 50% de los votos y que su revocatoria de mandato fue un boomerang para los que lo solicitaron. Tras los hechos de Santa Cruz, el Gobierno fue a una guerra contra los que no tuvo mucho costo pelearse. El resto debería ser pan comido. El factor humano  les  falló.

Y los casos se complicaron, se mezclaron y cada vez se hicieron más confusos. El Gobierno pensó que lo que quedó de la historia del 16 de abril del 90 es lo real, aunque se les olvidó que a veces lo que queda es lo real y a veces, no. Peor cuando antes valía alzarse en armas y luego, no. Cuando antes los que se alzaban en armas eran combatientes por la libertad y después fueron terroristas.  

El peor enemigo del doble discurso es el tiempo. Y el Gobierno y el remedo de oposición tienen un doble discurso. El tiempo lo deja en evidencia, desnuda  la hipocresía y la idea central de este Gobierno y esta oposición es el doble discurso.

En ese juramento y traición hay varios que se tragaron anzuelos de todo tipo. Para el Gobierno, la información oficial de los hechos del hotel Las Américas se transformó en una cuestión de fe. Para los medios oficiales los hechos fueron incontrastables. No hubo inventos. Pero más allá de las comisiones de verdad o mentira, el tema existió. Ahí están los cadáveres de Rósza y los otros. Ahí están los presos,  ahí  están en varios países los exiliados voluntarios. No es que el hecho no existe, después miremos si está manipulado o exagerado. Pero el hecho existió. Ése es el “juramento” del Ejecutivo al  público.

Pero no contaron luego con que  “la traición” viniera del mismo Gobierno:  En los abogados del Ministerio de Gobierno, en el exfiscal Marcelo Soza, en El Viejo y otros que aparentemente bailaron su propio tango. 

Hoy, los exabogados del Ministerio de Gobierno posiblemente estén pasando por el mismo sinuoso camino que estos mismos personajes hicieron pasar a decenas de personas que posiblemente conspiraron, que se tragaron el supuesto anzuelo del Gobierno o que simplemente se juntaron con Ostreicher o con los supuestos separatistas por razones absolutamente circunstanciales. Hoy habrá gente batiendo palmas por los nuevos inquilinos de Palmasola. Lo mismo vale para el exfiscal Soza, acusado por el Gobierno de ser casi el diablo redivivo, cuando el propio Soza y los exasesores del Ministerio de Gobierno eran hasta hace poco los paladines de la libertad y de la justicia en el mismo ámbito gubernamental.

Estos mismos personajes que ahora son “víctimas”, “luchadores por la libertad” o simples objetos de uso de la oposición.  La pregunta en este caso es, ¿y dónde está la justicia? En todo caso muchas veces se han discutido fórmulas para independizar el Poder Judicial, cosa que casi nunca se logra por la insistencia  del Ejecutivo de  irrumpir en los debates.

Pocos hechos en la historia de los últimos años en Bolivia han logrado tanta controversia como el conjunto de  hechos que se dieron en Santa Cruz hace cinco años. Los episodios de nuestra joven democracia han sido muchas veces olvidados por la avalancha de informaciones, cuando no de la poca memoria de los medios. Cinco años después de tantos vericuetos jurídicos y contaminados políticamente, las preguntas superan a las respuestas. Dos libros, centenares de noticias en radio, prensa y televisión, versiones de uno y otro lado, silencios cómplices, propaganda  gubernamental machacona y en ocasiones abusiva dan como resultado que hoy, lo que menos existe es claridad. Por el accionar de unos y otros donde la verdad importa poco. Donde la prensa se ha convertido, muchas veces, en un simple vehículo de opiniones más que en una vitrina para mostrar los hechos.

Sartre decía que la verdad es una venda que cuando se corre no puede volver al mismo lugar. El problema es quién dice la verdad. O será que en realidad, todos, como el  amor de ese estudiante, no  tenemos problemas en primero jurar y luego traicionar.