¿Hay necesidad de democratizar la política?
Lo que quiero dejar sobre la mesa es la pregunta: ¿Qué significa la votación de 27%, de voto duro contra el MAS?, este voto que es más anti- MAS, que pro algo y que presenta un perfil básicamente urbano.
A pocos meses de la realización de elecciones en Bolivia, una de las preguntas más importantes para afrontar la decisión ciudadana en las urnas es aquella acerca del escenario en que ocurren estas elecciones. Que el sistema de partidos vigente en Bolivia desde los 80 hasta 2005 ha cambiado, es una certeza y un lugar común para moros y cristianos, pero ¿cuáles son los caracteres del sistema emergente? Esta pregunta tan importante como poco visitada es la que quiero abordar en este ensayo.
El corazón de la democracia son las organizaciones políticas, llámense éstas: instrumentos, agrupaciones, movimientos u otro nombre que tengamos a bien inventar. Lo que tienen en común y lo que las hace “partidos”, es que expresan políticamente una parte del todo social —sociedad boliviana de diez millones de habitantes— que es siempre más grande que sus partes.
Estos movimientos parte, agrupaciones parte, partidos parte e instrumentos de una parte de la sociedad, tienen como objetivo legítimo acceder al ejercicio del poder estatal, nacional o subnacional, a través de elecciones en competencia con las otras partes.
De 1982 a 1985, cuando Bolivia transita a la democracia, el sistema de partidos que acompaña este período es de un multipartidismo extremo y polarizado que, por un lado, era la expresión de una sociedad dividida por la represión y las balas de las dictaduras y, por otro, reflejaba a una sociedad que recurrentemente, incluso cuando lograba dialogar y mirar un norte común en sus sectores populares y llegar a la ansiada “unidad de la izquierda en la UDP”, lo que hacía evidente en el día a día del ejercicio del gobierno era no compartir una cultura democrática de diálogo.
Cultura democrática de diálogo significa poner sobre la mesa argumentos y no trampas y estar abierto a mirar de otro modo en el proceso de tomar decisiones en diálogo y no en solitario, es representar intereses sociales en la mesa del diálogo también, pero en un juego limpio y de cara al ciudadano que está afuera.
Después de la debacle de la UDP, que es el derrumbe de la izquierda en el ejercicio del poder estatal, pasamos a la presencia de un multipartidismo moderado, que se conoció como el tiempo de la democracia pactada.
Este multipartidismo de tres partidos, que se gesta bajo la sombra de la hiperinflación udepista, se construyó en base a tres consensos políticos implícitos y básicos y, lo más importante, no discutidos por la opinión pública boliviana: el primer consenso fue el liberalismo en la economía; el segundo, cerrar un ojo ante la gran necesidad de construcción de una sociedad incluyente como el norte social imprescindible para la viabilidad de la democracia en el tiempo y, finalmente, el tercero fue el entorno a la gestión no democrática del poder al interior de los partidos.
Este tercer consenso de manejo oligárquico e intransparente de la política, tuvo pocas pero honrosas excepciones y fue evidente en el accionar de la clase política en toda su gama de la izquierda a la derecha y estuvo vigente durante todo el tiempo de la historia de la naciente democracia en el país. La prueba de su presencia y realidad radica en que los partidos aprobaron la ley de partidos, que habría ayudado a democratizar a los partidos “una vez muerto el burro”, recién en 1999, cuando ya no había nada que salvar.
La crisis de ampliación de la democracia que rompe en 2000 se llevó por delante al multipartidismo moderado de tres partidos de la naciente democracia boliviana e inscribió en la agenda la consigna “democratizar la política” que junto a la democratización de la sociedad y la democratización del acceso al Estado constituyen la agenda de ampliación de democracia, que en mi opinión, todavía está pendiente.
A partir de las elecciones de 2005 empieza a emerger en el plano nacional un nuevo sistema que sugiero llamar de “bipartidismo asimétrico”. Sin embargo, este bipartidismo debe ser pensado en perspectiva de largo plazo y en perspectiva de la nueva estructura vertical de varios niveles subnacionales del Estado boliviano post-2009.
Desde una perspectiva horizontal del poder, en el plano nacional observamos un partido predominante (el MAS) y a una distancia importante el segundo partido, llámese Podemos en 2005 o Convergencia Nacional en 2009. Cabe subrayar que la existencia de una segunda fuerza en competencia (que es la que permite hablar de bipartidismo) hace referencia no a una oposición estructurada y estable que es claro que no hay, sino que alude a la demanda de la sociedad de la necesidad de un contrapeso al poder del MAS. Lo que quiero dejar sobre la mesa es la pregunta: ¿Qué significa esta votación de 27%, de voto duro contra el MAS?, este voto que es más anti-MAS, que pro algo y que presenta un perfil básicamente urbano.
Este voto duro urbano instala en la coyuntura un bipartidismo asimétrico válido para el panorama nacional y expresa a una sociedad dividida, que demanda un proceso de ampliación de democracia que apunta a la democratización de los partidos y a la presencia de contrapesos al poder. Ésta es una de las cartas que se juega en estas elecciones: ¿Logrará la sociedad instalar en la agenda política la necesidad de una gestión más democrática del poder al interior de los partidos? Una primera señal clara hoy en puertas de las elecciones sería la elección transparente y democrática de candidatos al interior de los partidos, incluido el MAS.
Desde una perspectiva vertical, observando la competencia por el poder en los diferentes niveles de gobierno subnacionales, vemos que la figura del MAS, como partido predominante en el centro del espectro y ordenando la arena política, se diluye. En el cuadro general, observamos la presencia de un multipartidismo moderado en el que el MAS muchas veces es segundo o tercero.
En las elecciones municipales de 2010 en las capitales de departamento más en El Alto vemos que en 8 de los diez casos, gana las elecciones una fuerza diferente al MAS. En el mismo año, en las elecciones para las gobernaciones, vemos que en seis de los nueve departamentos gana también un partido diferente al MAS.
La pregunta que se instala es entonces: ¿Como se relacionan bipartidismo asimétrico nacional y multipartidismos en los niveles subnacionales? Desde la perspectiva de la sociedad, la relación consiste en que ambas apuntan a ampliar la democracia como demanda de la sociedad. Y ello significa democracia con contrapesos al poder y democracia descentralizada.
En el otro lado del espejo, desde la perspectiva de los políticos y de sus partidos, la relación es el enigma de la no relación. Las diferentes fuerzas subnacionales que hacen frente con éxito al MAS en los espacios subnacionales, no logran mirar el cuadro grande. Pero en este plano pareciera que el desafio es la instalación de un diálogo a partir de miradas plurales y en base al respeto de la pluralidad.
En el escenario del MAS se empieza a reproducir la lógica del autogol que es ajena a la lógica de creación del MAS. El MAS nació como un partido de abajo hacia arriba y cada vez más empieza a actuar con una lógica de arriba hacia abajo, es decir, a no escuchar las reverberaciones de la sociedad, especialmente de sus mayoritarios sectores urbanos.
Recuperando una mirada de largo plazo, vemos que la sociedad boliviana apunta aún a una ampliación de democracia y ello significa reafirmar su pluralidad a través del ejercicio del poder central del Estado con contrapesos, significa democracia participativa como construcción de democracia descentralizada y ambas democracias solo caminan con el concurso de partidos, instrumentos y movimientos donde los “ciudadanos-miembro” fiscalicen y tengan voz.