Juan C. Pinto: Tampoco hay que idealizar lo comunitario
El director del Sifde, Juan Carlos Pinto, revela que en los partidos y organizaciones políticas del país no se han desarrollado las instancias adecuadas de formación e información de los militantes.
Una de las mayores innovaciones que estaría viviendo el país es una suerte de democratización de la democracia, en el sentido de que además de la clásica democracia representativa, hoy se trata de institucionalizar la democracia participativa y la comunitaria. Pero ¿cuánto de esto es más deseo que realidad? ¿en lo cotidiano, cómo se está construyendo la diversidad democrática, qué alcance y grado de institucionalidad está logrando? Al margen del discurso estatal de estas formas de profundizar la democracia, la tarea de hormiga en este tema ha recaído en manos del Servicio Intercultural de Fortalecimiento Democrático (Sifde); su director, Juan Carlos Pinto nos ilustra sobre la magnitud de esta tarea.
— ¿Capacitar a los militantes de partidos, en qué?
— Hemos visto que una mayoría de las organizaciones políticas carecen de procesos de formación política, no solamente de sus propios principios y normas, sino sobre las normas del país, la Constitución, las leyes vigentes. Nosotros, en el marco de las nuevas leyes electorales y la Constitución, hemos asumido esta responsabilidad, de que cuadros dirigenciales de los partidos tengan la posibilidad de acceder a información y también a procesos de formación, que no tienen en sus organizaciones políticas. El partido, asumido como un espacio de poder, para alcanzar poder, ha perdido la perspectiva de ser un espacio de servicio, de conciencia, de participación y de ciudadanía.
— Por lo menos teóricamente, un partido se forma para gobernar, para servir al bien público.
— Pero eso se difumina, porque no existen procesos de capacitación e información que les permita a las organizaciones y a sus militantes acceder a esa posibilidad de formarse, en perspectiva futura, para ser un servidor público. Muchas veces acceden a ser servidores públicos siendo parte de un partido pero sin haber tenido una formación que le permita habilitarse en los principios, perspectivas, miradas y visiones de país.
— Entre instancias de estudio, de formación de doctrina y liderazgos más personales, ¿qué pesa más?
— Principalmente hay liderazgos que jalan, adhesiones por determinados intereses compartidos, pero procesos de formación, muy poco; sí hay organizaciones que han tomado esta iniciativa de formación y de capacitación interna, pero no es la regla; saludamos estos esfuerzos.
— Parece que también trabajan la idea del político como el servidor público.
— Sí, y es una visión distinta del poder, el poder como privilegio, que es lo que normalmente se ha heredado en la política, es un espacio en el que yo me trepo al que me sirva mejor a mis intereses, no importan principios ni valores; y esta figura del servidor público está en nuestra Constitución, se está invirtiendo un poco el tema, es decir, es el pueblo el mandante y nosotros, servidores públicos; por tanto, no es un espacio de aprovechamiento, sino de servicio.
— ¿Y la democracia intercultural?
— Esto está casado también, en términos de democracia intercultural, con la democracia comunitaria, la idea de que el ser nombrado dirigente es asumir un espacio de servicio que se debe pasar y que le va a tocar a otro después, que no es algo eterno; pero es todo un proceso de aprendizaje, porque estamos en un contexto colonizado, bajo la idea colonial de que hay que aprovecharse del poder, imitar a quienes saquearon el país y no tener una nueva ética, del servidor público.
— ¿Qué avances hubo en democratización interna en los partidos?
— Está en construcción un reglamento de acompañamiento a la democracia interna, que nosotros debemos realizar como Tribunal; todos sabemos que los partidos tienen sus propias reglas y normas, pero muchas veces aun cuando tienen estatutos están al margen de éstos, muchas veces prima el dedazo, la relación con los líderes principales, es lo que manda y no la democracia. Frente a los estatutos que normalmente se nos presenta para lograr su acreditación, la idea es cómo hacemos el seguimiento para evidenciar las formas de democracia interna, de elección de sus candidatos.
— Según su estatuto…
— Según su propio estatuto. Y ese estatuto además tiene que haber pasado una mirada de revisión democrática por parte del Tribunal. Toda organización debe tener una base democrática para ser parte del proceso democrático.
— Un partido puede organizarse como quiera y esto lo debe plasmar en el estatuto; el tema es que lo respete.
— Así es, el estatuto es su partida de nacimiento, y debe reflejar la participación de la militancia, y la importancia de ésta. Se ha recorrido un camino; algunas organizaciones nuevas, por ejemplo, han creado el Defensor del Militante. Es importante tener espacios dentro de la propia organización, que permita al militante seguir comprometido con la línea política, pero también que se respeten sus derechos.
— Las primarias no son obligatorias, pueden o no tomarlas.
— Sí, digamos que las primarias son una más de las formas en que puede democratizarse la organización; las asambleas, cabildos, cada organización va a plantear su forma en que ejerce la democracia.
— En el tema consulta y democracia comunitaria, el TIPNIS ha sido la prueba; el tema era o consenso o decisión por mayorías y minorías.
— Primero, quizás hay que partir de la realidad y no de la idealización; muchas veces se habla de la democracia comunitaria como algo puro y que no hubiera tomado contacto con la realidad occidental; lo cierto es que muchas comunidades conservan sus formas, pero también las han adaptado a su relación con el mundo occidental; tal es el caso, muchas veces cuestionado, de las elecciones, cuando en asamblea se decide por quién se va a votar y después el dirigente entra para ver que efectivamente todos voten por el candidato que la asamblea ha decidido; eso es un atropello desde el derecho individual, nos dicen; pero ¿y desde el derecho colectivo? Es legítimo, y así funciona. Entonces, tenemos que empezar a tejer entre ambas visiones que nos permitan ver esa perspectiva; lo propio ocurrió con el TIPNIS (Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure): en algunas comunidades había consenso, pero en otras, donde había miradas enfrentadas, ha habido minorías y mayorías, y no creo que esto le haya quitado validez a la consulta.
— Pero sin duda no ha dejado de haber tensiones.
— Nosotros hemos sacado la lección de decir que a veces la democracia no se cuenta en tiempo, no es el apresuramiento de uno de los actores lo que debe obligar al otro a apresurar sus decisiones; si el proceso debe durar uno o dos años, debe durar pues. Porque si estamos hablando de dos (quien consulta y el consultado), uno es el tiempo del Gobierno y otro de las comunidades; si el tema del consenso demora, pues ese es el tiempo que hay que respetar.
— El tema es hacer operativo todo esto en la Ley de Consulta.
— En la futura Ley de Consulta vamos a insistir en ese camino; creemos que el encuentro de miradas distintas debe respetar el proceso de ambas partes, para poder tejer justamente la interculturalidad; porque si no, sigue siendo una mirada dominante sobre otra: mi mirada de desarrollo es más importante que la tuya, que no tienes mirada; es un desconocimiento implícito; en ese sentido hay muchos aspectos de los cuales todavía tenemos que aprender, como Estado, y acompañar legítimamente las aspiraciones de ambas partes que se encuentran, para construir consensos, y construir, en definitiva, democracia intercultural, porque estos son pedazos de democracia intercultural en construcción, en tejido, y muchas veces son aprendizajes y otras son temas que no terminan bien. Todo este aprendizaje no tiene un recetario, es algo que nosotros estamos construyendo y tenemos el derecho a equivocarnos.
— ¿Es muy complejo esto de la democracia comunitaria?
— Tenemos avances en la sistematización de las decisiones por usos y costumbres y sobre derechos de los pueblos indígenas; hemos hecho algunas investigaciones, pero con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas estamos intentando otras para sistematizar las formas en las que se decide en democracia comunitaria. Un puntal importante son las autonomías indígenas; los seis procesos que posiblemente se lancen a referendo este año nos van a mostrar que hay formas distintas de decidir y de autogobernarse, son aprendizajes que vamos contemplando.
— ¿Alguna experiencia nacional?
— Un ejemplo importante han sido las elecciones judiciales, que han planteado el tema de decir no propaganda para todos, igual tiempo para todos, quizás algunos sean desconocidos pero todos tienen el mismo derecho a participar; pero se nos pasa la cuenta muchas veces por el resultado: han elegido cualquier cosa, lo que sea, se nos acusa. El tema es ese, la democracia debe permitir eso, pero muchas veces tiene que aprender quizás de algo que se puede mejorar, cómo cualificamos el proceso, quizás sea un tema para el 2015 cuando sean las otras elecciones.
— ¿Hay ejemplos de otras partes? ¿Bolivia no debe ser la única?
— Casi todas las democracias que tienen un marco liberal han incluido formas participativas y deliberativas de consulta, para mejorar su sistema de referendos, revocatorias, entre otros, lo que está también en nuestra Constitución, pero casi todos los países han incorporado, como una forma de legitimar el proceso de decisión que tiene la gente.
— ¿La particularidad boliviana?
— Este contexto de cambios que hemos vivido, no solamente en lo electoral, nos ha permitido empezar a, en términos liberales, igualar las posibilidades, en el sentido en que gran parte de los servidores públicos ahora pueden apellidar de manera distinta y ser del color que ellos son, ese es un cambio importante aunque no suficiente.
— ¿El futuro?
— ¿Cuál es el camino o la perspectiva sobre la que se va a caminar? Es quizás el debate, hacia dónde vamos; si estamos construyendo un Estado plurinacional con la igualación de oportunidades. Es una etapa, pero la siguiente es cómo cualificamos esa participación, porque estamos construyendo un Estado cualitativamente distinto, que no construya otras jerarquías, sino otras formas de participación que contemple y aprenda de lo comunitario, que es parte de nuestra raíz.
Perfil
Nombre: Juan Carlos Pinto Quintanilla
Nació: 21-11-62
Profesión: Sociólogo
Cargo: Director nacional del Sifde
Vida
El sociólogo y diplomado en Derechos Humanos estuvo en prisión por su actividad política; ha escrito cinco libros sobre temas relacionados con el sistema penal y penitenciario, además de temas sindicales y de realidad nacional. Fue director de la REPAC, unidad para la Asamblea Constituyente dependiente de la Vicepresidencia.