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Policía? Tenemos, pero necesitamos una

Como institución del Estado, la Policía está destinada a prestar servicios de seguridad a la ciudadanía, administrando el uso racional de la fuerza física para “mantener el orden”, el control de la violencia doméstica, y para garantizar la convivencia pacífica; sin embargo, se encuentra permanentemente en la mira de las políticas de gestión social.

En las últimas seis décadas, la mayor parte de las policías latinoamericanas respondió más a modelos políticos caprichosos y hasta esquemas militarizados, lo que hizo de sus labores algo completamente alejado del propósito por el que fueron creadas: la prestación de servicios de seguridad a la población civil.

Sobre la militarización, se incluye a la que el Comando Sur de los Estados (cuya sede estuvo en Panamá y actualmente está en Georgia, Estados Unidos) implantó no solo a las fuerzas militares latinoamericanas, sino también a las policiales, para la llamada “guerra antisubversiva” o “contra el comunismo”.

MILITARISMO. La mayor parte de estas policías recientemente se vio forzada a experimentar cambios organizacionales, políticos y estructurales de diverso tipo, orientados a su desmilitarización (a excepción de Honduras) y al abandono del nocivo modelo burocrático.

En lo relativo a Honduras, su Gobierno anunció la incorporación de un millar de soldados a la Policía Militar, creada por el parlamento de ese país en agosto de 2013 para la lucha contra la delincuencia. Honduras es considerado uno de los países más violentos del mundo. Se estima en 5.000 los que integran esta fuerza de Policía Militar.

La militarización es cuestionada a nivel mundial por sus escasos logros,  y por su limitada capacidad, ya que refleja e imita a cuerpos paramilitares cuya acción contra la población civil, en la mayor parte de los casos, ha sido fatal, pues se actúa bajo parámetros exclusivamente militares, más aplicables a frentes de guerra.

Al respecto, hay que señalar que a pesar de la existencia de la base militar de los Estados Unidos en Palmerola (la US Military Joint Task Force Bravo) y una segunda base en Puerto Lampira, próxima al Mar Caribe, ambas en Honduras, y del apoyo y entrenamiento que brindan estas bases norteamericanas a la Policía de Honduras, la criminalidad en aquel país ha aumentado más que en ningún otro de Latinoamérica. Sin embargo, Estados Unidos anuncia la instalación de una nueva base militar, la más grande en América Central, en la Costa Norte hondureña.

Bolivia intentó realizar los tan urgentes y reclamados cambios en la Policía; la mayor parte de estos intentos terminó ahogándose en el mar de trastornos que provocan su administración; teniendo el país que lamentarse y quedarse en el eterno reclamo de aspirar a una Policía capaz de responder a la exigencia social, con la credibilidad, tolerabilidad, profesionalismo que se consigue solo con la voluntad y fortaleza que nos lleve a cambios estructurales, los fundamentales, que consigan redefinir el rol policial.

Tales procesos deben ser acompañados de cambios institucionales importantes, especialmente aquellas reformas que se intentan introducir en sus regímenes disciplinarios, educativos, de ingreso y de promociones; como los aspectos jurídicos inherentes a los deberes, derechos y obligaciones de sus recursos humanos, que evidencian la necesidad de un cambio del perfil policial que, hasta el momento, no fue definido con claridad.

Un elemento importante y fundamental en el proceso de reforma es la incorporación de los Derechos Humanos como eje transversal de la actividad policial.
Pero ninguna reforma llegará a ningún punto sin la activa participación de la misma Policía. La estrategia consiste en difundir, discutir y consolidar un modelo democrático de policía que cubra a todos los ciudadanos, sobre los principios de la publicidad, el respeto a los Derechos Humanos, transparencia y rendición de cuentas y el aseguramiento de la presencia estatal en el arbitrio de los conflictos entre ciudadanos, con credibilidad, moderación y profesionalismo.

COMUNITARIA. A no dudarlo, la comunidad reclama a su Policía que le ponga un límite a la delincuencia, demandándole que cambie su perspectiva de acercamiento a la comunidad y se ponga al servicio de la misma; mientras que el concepto de “Policía Comunitaria” (traído de los países anglosajones, como Australia, Canadá, Estados Unidos, Inglaterra y Nueva Zelanda), parece ser, para muchos, la solución a todos los conflictos originados por años y décadas de desajustes en el rol fundamental de la Policía; mas el concepto de Policía Comunitaria es tan diversamente entendido y aplicado, que en muchos casos ha perdido su propia definición. Todo lo que el término significa, como filosofía de acción entre Policía y Comunidad, se diluye en una suerte de interpretaciones, reinterpretaciones y modificaciones de cuya amalgama surgen nuevos ajustes que terminaron en desajustes y severas crisis institucionales, cuyas consecuencias se viven en el ámbito criminológico como un aumento de la violencia y el delito.

Esto se convierte en una “verdadera crisis de doctrinas”; y en consecuencia, la indefinición de un perfil profesional al que puedan aferrarse para lograr ser verdaderamente profesionales en sus funciones; entonces, ¿cuáles deberían ser los parámetros sociológicos, filosóficos y doctrinarios que deberían tenerse en cuenta para la formulación del perfil profesional del nuevo policía en las tan incipientes estructuras institucionales?

Obviamente, el término “perfil policial o perfil de Policía” tiene diversos enfoques y depende del punto de vista de que se trate; podríamos referirnos a los rasgos del aspirante a ocupar un puesto en la institución en cuyo caso estaríamos hablando de requisitos de ingreso; o referirnos al producto de los institutos de enseñanza por lo que correspondería hablar del perfil del egresado; o referir al perfil del policía propiamente dicho y cuáles deberían ser sus dotes individuales según el proyecto institucional y lo que se espera de ellos; finalmente, y sin entrar en conflicto con lo anterior, el perfil también se dirige a señalar cuál es el estado de las cosas actuales.
Para lograr formular el perfil profesional del policía, primero se debe elaborar uno institucional y a partir de allí se podrá construir intelectualmente los rasgos de sus integrantes.