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50-50, ese suicidio

Está visto que quienes se dicen/creen inmortales terminan muriendo por mano propia. Eso acaba de suceder, electoralmente, con el candidato presidencial de Unidad Demócrata (UD). Se suicidó en televisión. Lo hizo con su arrugada propuesta del 50-50 para distribuir las ganancias en hidrocarburos. Nadie que en su infancia haya sobrevivido dos horas de batalla con un perro debiera cometer  semejante dislate.

Aseguran las buenas-malas lenguas que lo de Samuel fue un error. Para algunos el problema está en sus asesores de campaña, que le mienten. Otros sostienen que la chambonada proviene de su comité político, como si lo tuviese. Nada de eso. El empresario cementero lo (re)afirmó con convicción: 50 para el Estado, 50 para el inversor privado. Es su “regla básica”. Nacionalizadores abstenerse.

Más allá del polémico/impresentable “modelo” —ah, capitalización—, los motivos importan. ¿Por qué 50-50? El Jefe de UD parte de una premisa, falsa, para justificar un espantajo, falaz. “Si uno va más allá del 50, no hay inversión”, premisa con engaño. “El año 2017 Bolivia ya no va a tener el gas necesario…”, espantajo con susto. Ergo: 50-50. “Soy pepino (pandillero) / y no cojudo”, le responden cantando.

Así las cosas, la moraleja electoral de esta declaración principista de Doria Medina es terrible: lo sitúa no tanto como candidato presidencial, que busca votos, sino como vocero de las transnacionales, a quienes parece representar-defender. Si soy elegido, ido, ido, inversores privados, tranquilos, pueden confiar en mí. ¿Algo que rectificar o aclarar? Sí, es “a futuro”.

Viéndolo bien, en el mediático 50-50 del candidato opositor, más que el incauto político-sin-apoyo, habló el comedido privatizador-con-prontuario. Vaya regalo para el oficialismo, que activó su maquinaria propagandística poniéndolo en evidencia. ¡Si ni siquiera las empresas transnacionales, de cara a nuevos contratos, lo están planteando! El inmortal (Samuel) se suicida políticamente. El cadáver (Tuto) se frota las manos.

¿50 y 50? Claro carajo. Pero solo si el reto es una democracia igualitaria con paridad de género.