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El Cerro Rico, entre yacimiento minero y patrimonio

Contrariamente a lo que mucha gente piensa, el Cerro Rico de Potosí no fue expresamente declarado Patrimonio de la Humanidad. Veamos por qué. En 1987, la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) puso en la lista de patrimonios a la ciudad de Potosí, no al Cerro (como yacimiento minero) sino al contexto urbano, histórico, institucional, cultural y humano. Ese es el espíritu que prevalece en tal definición.

Motivada por la recuperación de monumentos (naturales e históricos) y luego de la destrucción generada por las dos guerras mundiales, las Naciones Unidas, a través de la Unesco, estableció una lista donde se inscriben monumentos con significancia en el mundo. A 2014, ese inventario incluye cerca de 1.000 casos y, con relación a Potosí, la propuesta y resolución final de declaratoria de 1986 y 1987, respectivamente, se sustentan en atributos que tiene la ciudad.

La declaratoria cita a la arquitectura, el desarrollo de las artes monumentales y la fusión de concepciones barrocas con elementos de cultura indígena de la época. Añade que Potosí representó un ícono en la ingeniería y la modernidad de la industria minera de la plata e incluye a las 22 lagunas o reservorios construidos por el hombre y que generaron la potencia hidráulica para hacer funcionar 140 ingenios.

CADENA. Hace referencia también a las Guayras o Huayras y la cadena productiva completa que terminaba con el acuño de monedas. Finalmente, al citar el tercer criterio de selección se menciona el impacto que tuvo Potosí en Europa durante el siglo XVI. Los flujos crecientes de plata (monedas como medio de pago) inundaron España y el Este del viejo mundo creando una inflación que condujo a sentar las bases del entendimiento del sistema monetario mundial. Al mismo tiempo, por el valor intrínseco de la plata como patrón de intercambio, Potosí también ayuda a entender los pilares del sistema de comercio global que hoy siguen vigentes.

En ese contexto, Potosí es más que el Cerro. Lamentablemente y a pesar de haber dado tanto al país, a Europa (España) y al mundo, es una ciudad con brechas productivas en la diversificación, el empleo, los ingresos y el desarrollo. Lo irónico es que después de tanta riqueza extraída de sus entrañas por más de 450 años, los niveles de pobreza persisten. 

A partir de los hundimientos en la cima, la preocupación se ha concentrado en el yacimiento y su morfología, lo que también ha puesto en la mesa un dilema que describe una ciudad que necesita hacer uso de la riqueza del Cerro para subsistir y prosperar o, por el contrario, dejar el Cerro con la certeza de que eso implicaría la migración gradual hasta el abandono masivo. Un estudio de la Fundación LABOR asegura que si el Cerro deja de ser yacimiento, el 49,8% de la población económicamente activa quedaría cesante porque cerca de la mitad de la actividad económica de la ciudad depende del Cerro, aspecto que debería tomarse en cuenta a la hora de definir políticas públicas sobre este tema.

Entretanto, el dilema de si el Cerro debe ser yacimiento o monumento se hace cada vez más relevante y empuja a contrastar valores fundamentales como la vida económica de la ciudad y su gente dinamizada por la explotación de minerales, frente al valor cultural e histórico del mismo. 

Sin embargo, para dialogar y construir una solución duradera cabe partir con premisas ciertas. El eje central de la declaratoria de patrimonio histórico de la humanidad fue la ciudad misma, apelando a valores mucho más amplios que los que representarían el Cerro Rico individualmente.

Para ser más precisos, una de las razones que pesaron para que la ciudad sea declarada Patrimonio fue que en el siglo XVI tenía el mayor complejo industrial del mundo, pues la extracción de plata se efectuaba mediante molinos hidráulicos. El Cerro Rico no figura en los sitios definidos como patrimoniales. Entonces, ¿por qué la Unesco focaliza al Cerro Rico como una causa para incluir a la ciudad de Potosí entre los patrimonios en riesgo, si el yacimiento nunca estuvo en esa lista?

CERRO RICO. Esta polémica sobre el carácter patrimonial o no del yacimiento comienza en diciembre de 2013, cuando llegó una comisión de la Unesco para verificar los trabajos de estabilización de la cúpula de Cerro Rico. Entonces, César Moreno-Triana, experto de dicha organización, declaró a los medios de comunicación que “El título (de la Unesco) se mantiene para el Cerro Rico y Potosí porque es todo un conjunto y el valor no se pierde; si el sitio es declarado en peligro es para que se le pueda dar mayor atención y apoyo”. Refiriéndose al Cerro, complementó que el sentido la inclusión en la lista de riesgo responde al objetivo de promover iniciativas para precautelar la morfología y la vida (condiciones laborales) de quienes lo trabajan.

Dos aspectos parecen claros de la posición de la Unesco: primero, que patrimonio es un conjunto más amplio que el propio Cerro, donde el peso de la ciudad misma es vital. Segundo, que la inclusión en lista de riesgo tiene el propósito de impulsar acciones de mitigación y prevención. Cuando se emplea la palabra vital no se exagera debido al sentido económico que representa la explotación del yacimiento en la vida de la ciudad.

Durante los años en que los precios internacionales de minerales estuvieron deprimidos, la economía potosina creció a un ritmo inferior que la nacional en su conjunto; por lo menos un punto porcentual menos que el país (entre 1990 y 2005). En 1994, 1998 y 2001 el crecimiento de Potosí fue negativo mientras que el resto del país creció. Entre 2005 y 2013 hubo dos años excepcionales que permitieron tomar ventaja de la explotación para crecer a dos dígitos y mirar con esperanza el futuro.

Poco duró el verano, pues en 2010 se cayó a cifras rojas (0,63%); en 2012 el desplome fue peor (-7,05%) y en 2013 se recuperó pero por debajo del país otra vez. Esta volatilidad ligada a precios repercute inmediatamente en el departamento y sin lugar a dudas su efecto es aún mayor en la ciudad. El principal motor de Potosí es el Cerro Rico y cuando se emplea el término “vital” se habla de ingresos, comercio, servicios, empleo y oportunidades para poder vivir.

Desde esa perspectiva, y en el contexto del problema que se enfrenta con la explotación, parecen contraponerse los propósitos relativos de cultura frente a lo esencial para la subsistencia y permanencia en la ciudad. Sin vacilación, se puede afirmar que lo segundo tiene que prevalecer. Claro, dentro un marco racional de explotación.  

En 2011 un estudio de la Fundación LABOR determinó que cuatro de cada diez empleos tiene relación directa con la cadena de la minería del Cerro y la cifra sube a cinco si solo se consideran a trabajadores en medianas y pequeñas empresas, manufacturas, y otros segmentos visibles. En un escenario hipotético de cese de operaciones se perderían $us 414 millones de ingresos que mueven la economía de la ciudad; $us 160 millones desaparecerían por la no demanda de insumos (desde productos agrícolas y alimentos, bebidas, arriendos,  manufacturas, hasta explosivos). Se dejarían de percibir salarios por $us 159 millones y por aportes a todo el departamento casi $us 50 millones. En suma, casi la mitad de lo que produce la ciudad se esfumaría. En tal escenario (ojalá imposible), los únicos negocios que prosperarían serían los de la hermosa Terminal de Buses, atendiendo a todos los residentes que saldrían sin un boleto de regreso a la Villa Imperial.