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Debate al ritmo oficial

El tema es el alcance y la profundidad que a la fecha está teniendo el debate electoral. Para evitar equívocos, hay que decirlo de una vez: hay temas, digamos así, estructurales que vienen siendo dejados de lado (no solo porque no se los encara, sino también por la forma en que se los encara) y más bien toda o al menos gran parte de la discusión gira nomás en torno a la agenda que impone el partido de Gobierno.

Temas que incluso están en la Constitución, como la descolonización, las autonomías, especialmente las indígenas, la Policía y las Fuerzas Armadas (su evolución en el nuevo Estado Plurinacional), entre otros, siguen siendo parte de una no-agenda, en el sentido en que no forman parte, como diría el sociólogo, del imaginario político urgente y vigente, tanto del oficialismo como de las diversas formas de oposición.

Y es que esta ausencia de dichos temas “transversales” o “neurálgicos” (acaso “intocables”) tiene su razón de ser, apuntan los analistas: el Movimiento Al Socialismo (MAS) está imponiendo una agenda y ritmo que no le incomode y los opositores hacen el juego a dicho compás; no por maldad de ambos lados, se sabe; sino simplemente porque esta es la forma del debate político hoy.

El tema de la actual bonanza económica, por ejemplo. Con la contundencia de los resultados económicos de la nacionalización o del proceso de cambio en general, todos andan embarcados en qué hacer con tanta bonanza. No está mal, pero —insisten los analistas— ¿acaso no hay temas de por sí fuertes, hasta constitucionalizados, que nadie prefiere tocar por lo espinosos: la descolonización, la autonomía indígena o el tema agrario, por ejemplo?

El resultado es que no se ve una discusión de proyectos de país, ideológica de más o menos calado. O, del otro lado, estos temas son vistos y encarados de manera superficial, elusiva, señalan los analistas. El tema, otra vez, es cuánto de fondo realmente estamos discutiendo.

El editor