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El indescifrable elector paceño y la debacle del MSM

Las decisiones electorales del ciudadano suelen ser el reflejo de una combinación, siempre coyuntural, de identidades sociales de larga data, posicionamientos ideológicos, sentimientos y cálculos sobre el momento político y juicios sobre las capacidades de los líderes y candidatos que le piden su voto. Es un cóctel complejo de razones y pasiones que es difícil descifrar sobre todo si se procura encuadrarlos en maniqueísmos o intentos de explicar todo desde una sola perspectiva. El voto paceño del domingo 12 es un ejemplo de estas complejidades que hablan bien de la madurez y la libertad política de los ch’ukutas.

La potencia que siempre han tenido expresiones políticas de la izquierda o del nacionalismo-popular entre sus ciudadanos es un elemento clave para entender la política en esta región. Las mayorías electorales del MAS en el siglo XXI son herederas del voto udepista, katarista, condepista e incluso de cierto mirismo antes de que se oligarquice, propuestas que obtuvieron resultados interesantes en este distrito incluso en tiempos de predominio nacional de los partidos de centro-derecha.

IMPREDECIBLE. Por otra parte, el área metropolitana ya desde mediados de los 90 fue también un campo de innovación política y de complejización del comportamiento electoral. Pese al masivo apoyo al Movimiento Al Socialismo (MAS), nunca La Paz fue un espacio electoral totalmente predecible.

En el último decenio, Evo Morales logró unificar en torno a su candidatura a casi todas las izquierdas paceñas, logrando un contundente 67% en las elecciones de 2005, revalidado por un impresionante 80% en 2009. Si el trópico cochabambino es el origen de esta fuerza política, La Paz se constituyó en su principal cantera electoral. Sin embargo, ya en esos años, los paceños sorprendían a la platea, ratificándole sólidas mayorías locales al Movimiento Sin Miedo (MSM), lo cual no era tan extraño pues mantenía una alianza con el MAS, pero también a personajes inusuales como Pepe Lucho Paredes en grandes distritos populares como El Alto.

El aporte del MSM a la mayoría evista fue siempre un misterio, era obvio que el apoyo de un alcalde exitoso, como Juan del Granado, era muy relevante, pero su dimensión electoral era de difícil lectura pues esa fuerza nunca se había presentado a una elección nacional. Está demás decir que el votante metropolitano ha hecho siempre una clara diferenciación entre un comicio para elegir alcalde de otro para optar por representantes nacionales. La historia del voto cruzado entre una opción nacional y otra local es una sana costumbre paceña desde hace mucho. Por esa razón, desde el principio el reto presidencial de Juan del Granado era azaroso, podía perder pese al aprecio que todas las encuestas muestran a su labor edilicia, y perdió.

El domingo anterior, La Paz ha sido fiel a su principal identidad política, concediéndole al MAS su tercera victoria con mayoría absoluta en nueve años, con el 68% de votos válidos; el departamento le aporta cerca de un millón de votos a Evo Morales. Sin embargo, su mayoría se reduce en 12 puntos y su número de votantes casi no crece pese a que el padrón departamental se expandió en 13% desde 2009. A ojo de buen cubero, parecería que el gigante azul fue erosionado por sus dos flancos, la combinación del MSM y del Partido Verde le arrebató en conjunto 9 puntos valiosos por la izquierda, y las listas de centro-derecha (Unidad Demócrata y Partido Demócrata Cristiano) lograron captar 3 o 4 puntos adicionales con relación al desempeño de ese sector en 2009. Esta “pinza política” habría sobre todo erosionado significativamente el porcentaje de voto del MAS en el área metropolitana donde habría bajado entre 15 y 20 puntos en relación con los anteriores comicios.

CRUZADO. Otra curiosidad es el alto nivel del voto cruzado en las votaciones uninominales y la alta proporción de gente que solo ha elegido al Presidente olvidándose de marcar la franja inferior de la papeleta, las votaciones por uninominales del MAS y de UD son un tercio menores a las que obtuvieron para la presidencia; al contrario, los candidatos del MSM triplican la votación de Juan. En la ciudad de La Paz, los uninominales emesemistas obtienen votaciones de alrededor de 25% en desmedro sobre todo de UD y un poco del MAS, es decir fueron apoyados no solo por electores de Juan sino mayoritariamente por votantes samuelistas y una pizca de masistas. El caso del MAS es también singular, al parecer gran parte del tercio perdido no fue a ningún otro partido en la franja uninominal, fue un voto blanco de apoyo a Evo pero de desinterés por sus candidatos a diputados.

Estas tendencias muestran una gran fluidez y sofisticación en las decisiones electorales de los paceños, pero en el marco de ciertas tendencias duras regionales como la fortaleza histórica del MAS o la sólida implantación de la centro-derecha en algunos sectores urbanos de la metrópoli. El derrumbe de Juan del Granado quizás se explica por la dificultad que tuvo su fuerza para encontrar un nicho electoral sólido y diferenciado del resto. No solo por el poco espacio político que le queda a la izquierda alternativa de clases medias, cuando el hermano mayor nacional-popular no está en crisis o fuera del poder, y en contextos donde la raigambre popular del votante masista se le hace esquiva a políticos o fuerzas que por muy progresistas que sean no conectan con las esperanzas plebeyas. Eso le pasó en Ecuador a Alberto Acosta frente a Correa y muchos años atrás a los renovadores sandinistas en su competencia con Daniel Ortega.

Pero también Juan fracasó porque, adicionalmente, no leyó que su fortaleza electoral municipal no estaba basada en un voto de izquierdas, sino al contrario, que casi la mitad
de los que les hicieron alcaldes a él y luego a Luis Revilla eran ciudadanos que en las nacionales apoyaban sistemáticamente a la centro-derecha.

En consecuencia, las razones de la crisis del MSM no tienen que ver solo con una mala elección de su vicepresidenta o con frivolidades sobre el impacto del teleférico frente al PumaKatari, sino con una terrible contradicción entre la identidad política de sus líderes y cuadros y una realidad electoral que no solo era más compleja sino incluso contradictoria a lo que ellos se imaginaban que eran.