Icono del sitio La Razón

José G. Gandarilla: México hoy, neoliberalismo llevado al extremo

Vino a Bolivia  invitado al seminario internacional “Procesos de cambio y alternativas a la crisis del capital”, auspiciado por la Vicepresidencia del Estado y que tuvo lugar la semana que termina. José Guadalupe Gandarilla Salgado es economista con estudios en filosofía, profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), nacido en el hoy desconcertante estado de Guerrero, aquel de 43 normalistas desaparecidos. Activista también en las movilizaciones de solidaridad en Ciudad de México. Con Gandarilla, Animal Político intentó un poco la explicación estructural del trágico hecho. 

— ¿En últimas, qué tienen que ver los 43 desaparecidos con la economía mexicana?

— Hay un nexo fundamental. En México lo que ha ocurrido es una especie de equivocación estratégica desde los años 80 para acá: el abandono del programa clásico e histórico de la nación mexicana basado en cuatro artículos de su Carta Magna: el 27, de las riquezas nacionales; el 123, de los derechos al trabajo; el 130, de separación de la Iglesia y el Estado; y el tercero, el acceso a la educación laica, gratuita y pública. Este programa de los años 80 ha sido prácticamente desmantelado, o al menos esa es la aspiración gubernamental.

— ¿El neoliberalismo en forma?

— Este proyecto se instala sobre un resquebrajamiento de las bases productivas del capitalismo nacional, en el sentido de una especie de desnacionalización integral, que se plasma ahora políticamente en una especie de desagregación del principio republicano y de la imposición de una lógica económica que podríamos decir ya claramente de imposición de rentismos criminales.

— ¿Rentismos criminales? Lo que pasó en Guerrero.

— Hay una práctica de recolonización de la nación mexicana. El desmembramiento de las provincias o de los estados hace que la connotación del Estado como mando se pierda y se imponga prácticamente una especie de estado de excepción, de excepcionalidad permanente, donde la criminalidad, los intereses del narcoestado, del narcotráfico, del estado delincuencial, no son sino expresión de la dificultad de la economía como tal. Solo desnacionalizando plenamente al país se puede explicar que ese desmembramiento que ocurre se exprese en una criminalidad tan fuerte, y de imbricación de lo legal con lo ilegal, de lo criminal con lo político; explica este tipo de situaciones, de un Estado que es incapaz de explicar lo que ocurre con 43 vidas humanas, que hacen parte de una larga historia de desapariciones, de criminalidad.

— ¿Qué rol tuvo el TLC (Tratado de Libre Comercio) que empezó el 1 de enero de 1994?

— El TLC expresaba un nivel máximo del neoliberalismo; las medidas neoliberales pasaron a ser planteadas como medidas superiores a la Constitución. Con el TLC lo que ocurrió fue un proceso de desviación de poder; esto es de nulo ejercicio del estado de derecho y, en ese sentido, de favorecer siempre al interés corporativo o al interés de grupos asociados con los procesos de apropiación del excedente. Por eso no es casual que donde ha habido movilizaciones comunitarias, ejercicios de autodeterminación para gobiernos municipales, sea donde hubo las respuestas más fuertes de asesinatos sumarios o de ejercicios represivos, sea de parte de los grupos criminales del narcotráfico, sea de grupos paramilitares o paraestatales que expresan justamente esa situación de desvío de poder.

— Ausencia de poder…

— Hay una especie de ausencia del principio articulador del estado como estado de derecho; ha sido sustituido por grupos criminales que se arrogan el ejercicio del poder, y en tal sentido, la ausencia de ese principio articulador del derecho deja en mayor indefensión a pueblos y comunidades, que solamente pueden acudir al ejercicio autoconstructivo de su defensa. Sí es expresión del TLC, desde luego, porque en ese momento se ha llevado al máximo la destrucción del principio articulador de la Constitución.

— Por lo menos en el tema del petróleo, el Gobierno decía que el modelo anterior se agotó, que o ingresaba el capital privado o venía la crisis por inmovilidad…

— Esa es la retórica privatizadora. Pero todo depende de la medida de extracción que imagine la nación mexicana. Si uno piensa en las necesidades internas del hidrocarburo, la producción de un millón y medio o dos millones por día serían suficientes; pero si uno piensa que esto debe responder a los intereses de Estados Unidos, desde luego que 2 millones de barriles son insuficientes. Desde los años 80 México se instaló en la noción de que ser potencia petrolera era ser potencia extractora, no procesadora; no se invirtió más en refinerías; importamos petróleo, que es como decir, nosotros exportamos naranjas para importar jugo de naranja. Esperemos que en otros países donde hay un alto potencial de recursos, se lea la situación de lo que ocurrió en México con esa equivocación estratégica.

— Una equivocación muy violenta, trágica…

— A diferencia de otros hechos de violencia, que impactarían por ser solo delitos; en este caso opera una situación en que están involucrados distintos niveles de gobierno; no solo como diría el relato oficial, de que un partido de oposición (el PRD, Partido de la Revolución Democrática) fue penetrado por el narcotráfico, sino que hay un involucramiento. Particularmente en el caso de Iguala y de los normalistas lo que se ha tratado de negar es el involucramiento, por acción u omisión del Ejército; entonces, hay un involucramiento de niveles federales: cómo se explica que gente que es detenida por una instancia legal es entregada a un grupo criminal; hay una imbricación de lo ilegal con lo legal, pero también hay un desentendimiento de los otros niveles de gobierno, porque hay un cuartel, el de la zona militar 27, que está a unos metros de donde ocurrió toda esta situación, que no pudo haber sido ajeno a los hechos.

— ¿Cómo está reaccionando la ciudadanía? Aquí se ve marchas, algunos disturbios…

— Hay una adquisición de conciencia por parte del ciudadano común, lo que plantearía una crisis del actual esquema estatal, del aparato estatal; un aparato que se ha distanciado de las comunidades políticas, y se ha cosificado completamente; se ha hecho un instrumento para beneficio exclusivo de los grupos económicos y de éstos en alianza con los grupos criminales, porque los grupos criminales son los que ejercen la economía.

— ¿Cómo ven allí la experiencia boliviana, la ecuatoriana o la venezolana?

— En el caso de México, se mira con muy buena predisposición a la posibilidad de construcción de una cierta socialidad, si no alternativa en el sentido de anticapitalista, porque no estamos instalados en ese momento, sí de zafarse de la condicionalidad neoliberal.

— Se plantea el tema de la democracia, las formas de gobierno…

— La peculiaridad de lo ocurrido en Ayotzinapa y los 43 desaparecidos, estudiantes normalistas, es decir, como los más granado de nuestros pueblos, la juventud, es que ha evidenciado claramente una crisis del Estado, no solo de su aparato estatal, sino del Estado en sus marcos representativos y, en tal sentido, ha instalado con urgencia la posibilidad de construir una articulación que mire más allá del momento inmediato de resistencia hacia un desplazamiento más bien programático o estratégico, ese es el nivel en el cual desafortunadamente en el caso de México no ha concurrido esa articulación política, de crear un nuevo liderazgo o articulación de liderazgos que tengan la capacidad de desestabilizar plenamente el orden anterior.

— ¿Hay algún nudo o eje que sea común a lo que pasa en México, Bolivia, Ecuador…?

— Pareciera que la crisis de nuestro país instalaría una situación desesperanzadora, pero de esta crisis se abre también un campo de oportunidad, en relación al ahuecamiento, al vaciamiento de las estructuras partidarias como construcciones de una política en el plano exclusivamente representativo; el ciudadano común, el ciudadano medio ya no se mira en la estructura partidaria representativa; todos los partidos, sin ninguno que se salve, viven una crisis muy fuerte. ¿Qué significaría eso? La posibilidad de reapropiarte del campo político, y en tal sentido ahí estaría el eje aglutinador o de identificación con otros procesos, en la posibilidad de una renovada politización de los movimientos de trabajadores, de los movimientos identitarios, de la reivindicación de los jóvenes, de los estudiantes, de las familias alrededor de los jóvenes estudiantes, que se pudiera articular un proceso a más largo plazo, quizás a mediano plazo que pudiera construir una fuerza social suficiente para lograr llenar ese campo político que actualmente está viviendo una especie de vaciamiento.

— Pero la esperanza pervive ¿no?

— En el caso de la fortaleza de la nación mexicana, tanto en éste como en otros casos, ha sabido resurgir de procesos tanto o más dificultosos como éste…

— Y muchos tenemos que leer con atención lo que está pasando en México.

— Pues es un mirador indiscutible del programa neoliberal llevado a sus últimos extremos; y, en tal sentido, siempre en una especie de simbolismo trágico que les toca a los mexicanos.

— Pero también muestra las esperanzas que hay, digamos.

— Eso lo ha hecho en diversos momentos de su historia, hay que acudir a esos referentes de potenciamiento de la nación mexicana, sea el 17 (Revolución Mexicana), de los grandes movimientos de los años 50, 60, 70, en el 94, el 88, el 2006, todos esos procesos que apuntan a la posibilidad de construir algo distinto.

Datos

Nombre: José Guadalupe Gandarilla Salgado

Profesión: Economista, filósofo

Cargo: Profesor en la UNAM de México

Perfil

Gandarilla es doctor en Filosofía Política por la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, México. Investigador titular del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.