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La plurinacionalidad en Bolivia y España

Quien siga el avance del partido Podemos de Pablo Iglesias, primero en las encuestas de intención de voto para la elección de noviembre de 2015, sentirá un fuerte aire de familiaridad con los gobiernos “progresistas” sudamericanos. En el viejo continente, se estaría abriendo contra las políticas de austeridad un momento parecido al que dejó atrás el consenso neoliberal de privatizaciones y ajuste hace más de diez años. Una propuesta de capitalismo humanizado con retorno del Estado y políticas de crecimiento con inclusión social hermanaría el presente sudamericano con el futuro de Europa.

Para encontrar el espacio político del progresismo gubernamental “populista” en España, Podemos tenía algunos retos por delante. Fundado por intelectuales cercanos a Izquierda Unida y no por movimientos sociales, campesinos u obreros, la agrupación debía mostrar vocación para salir del lugar político marginal de la izquierda testimonial.

Con su discurso amplio y crecimiento en las encuestas muestra hoy capacidad para ser un agente emergente en el deterioro del bipartidismo en crisis y declive.

Muchos vieron esta aparición inesperada en continuidad con la ruptura que significaron las protestas del 15M (Movimiento de los Indignados, por el 15 de mayo) en 2011, cuando se ocuparon plazas y la gente salió “indignada” a la calle. Pero para ocupar este lugar, Podemos también debe ser lo contrario del sentido común de plazas y asambleas: el cambio no lo hacemos todos con nuestras manos, sino que lo delegamos en una herramienta de representación institucional en la que confiamos. Con excepciones como el zapatismo, el mismo desplazamiento se viviría en Latinoamérica con movimientos sociales como el MST (Movimiento Sin Tierra) brasileño que dejaban de lado la bandera de reforma agraria; gobiernos que surgían dando cierre a experiencias de participación directa y autoorganización como las asambleas argentinas post 2001 y la guerra del agua de Cochabamba en el 2000.

Los paralelos entre el partido Podemos con el proceso político boliviano, estudiado o seguido de cerca por tres de los cinco fundadores de la agrupación, deben ser vistos con cuidado. El reflejo no puede sino aparecer como deformado, comenzando por el mismo nombre elegido por el partido español, que en Bolivia nos remite a Jorge Tuto Quiroga (que fundó el ya extinto Poder Democrático Social, Podemos)  y el movimiento autonomista de la “media luna”. Éstos sin duda serían asociados rápidamente por Pablo Iglesias a la “casta” política empresarial que es foco principal de su posicionamiento político. El Podemos boliviano, en su momento con las gobernaciones de Santa Cruz, Beni y Pando, más bien se acercaría al movimiento soberanista catalán que menos mal registró un retroceso simultáneo al avance de Podemos en Cataluña, a partir de los desencantados de otros partidos de presencia nacional (El País 19/12/2014).

CATALUÑA. Como respuesta al desafío soberanista de Cataluña y otras comunidades autonómicas, Podemos propone justamente el modelo de la plurinacionalidad. Pablo Iglesias ubicó a Podemos como el primer partido con posibilidades de ganar la presidencia que postula respetar el derecho a decidir de los catalanes. El reconocimiento, sin embargo, es condicionado. Si en algún momento se sugirió desde Podemos que podría haber un referéndum similar al realizado en Escocia, más bien se habla de encontrar la fórmula para que los catalanes “se queden con nosotros”. El secretario político de Podemos, Íñigo Errejón, con tesis de doctorado sobre el proceso boliviano, habló de “seducción” como pegamento para una España Plurinacional. La secretaria de plurinacionalidad y candidata al consejo partidario en Cataluña, Gemma Ubasart, hablaba en su campaña del desafío de crear un país de “cohesión y bienestar”. Se refiere a “respeto a lenguas y culturas”, pero no parece ofrecer nada diferente de la situación actual.

La condición que Iglesias y otros miembros de Podemos defienden como contraparte del derecho a decidir es que se decida también sobre la economía y otros asuntos. Cualquier decisión vinculada a soberanía, para Podemos, debe supeditarse a la apertura de un proceso constituyente general, donde se ponga fin al “régimen” de la transición democrática de 1978 y se dé término a las políticas de austeridad (constitucionalizadas por el PP, Partido Popular, y el PSOE, Partido Socialista Obrero Español, en 2011). La plurinacionalidad es aquí un modelo que permite mantener cierta centralización y no asumir un modelo federal, aunque esto sea presentado, digamos, de cierta forma en que los impulsos autonomistas se sientan contemplados.

El papel de la plurinacionalidad para Podemos, en un eventual proceso constituyente en que el nuevo partido tenga protagonismo, recuerda la negociación del MAS (Movimiento Al Socialismo) con la “media luna”, abierta en septiembre de 2008 y continuada después en el Congreso para dar lugar al referéndum que aprobó la Constitución. En lo político, el reconocimiento de autonomías y sus competencias no resultó en descentralización sino todo lo contrario, con el debilitamiento de la oposición de las regiones. Afinidades y cercanías políticas llevaron a que asesores catalanes participen de la propuesta de la “media luna”, y que el estatuto aprobado en Santa Cruz en diciembre de 2008 también se inspire en los de las comunidades autonómicas de España. Corrían los primeros años del gobierno del MAS y Pablo Iglesias publicaba (organizado junto a Espasaldín López) el libro “Bolivia en Movimiento. Acción colectiva y Poder Político”, mientras otros futuros miembros de Podemos asesoraban a los gobiernos de Bolivia, Ecuador y Venezuela.

SOBERANISMO. Lejos de la plurinacionalidad asociada a la descolonización, desde luchas indígenas por territorio, la propuesta que neutraliza el soberanismo catalán y el independentismo vasco se asociaría más bien a una propuesta de izquierda europea, moderna y republicana, tan lejana del indianismo boliviano como cercana a la forma partido, la patria española y el Estado-nación del discurso “populista” de Podemos. La propuesta del MAS en la Asamblea Constituyente tenía elementos que desde el Vivir Bien, la democracia comunitaria y la autonomía indígena planteaban ir más allá de la república.

En su formulación teórico-política ligada a los procesos constituyentes de Bolivia y Ecuador, el constitucionalismo plurinacional no solo superaría al multiculturalismo liberal sino que se diferenciaría del constitucionalismo social, de inspiración nacionalista o bolivariana; aunque combinara algunos de sus trazos e incorporara varios de sus elementos. Lo que daba originalidad a lo plurinacional frente a otros constitucionalismos era la introducción de un vector comunitario, descolonizador y de autonomía indígena campesina. Estos elementos permitían un guiño del proceso boliviano con el neozapatismo de Chiapas y no sólo con el bolivarianismo de Chávez, con su énfasis en el Estado y el presidencialismo de líder centralizador. Era el encuentro de lo campesino indígena en el Pacto de Unidad, con una propuesta de Estado que tenía mucho de no estatal, reconociendo desde la pluralidad formas tradicionales de gobierno, representación y justicia.

En el movimiento que buscaba neutralizar las demandas de autonomía departamental, sin embargo, el MAS también se iría alejando de proyectos propuestos desde la comunidad indígena y campesina, territorialidad colectiva para pueblos, que en el auge de la disputa con las regiones contribuía a horadar los regionalismos de las élites departamentales, pero que poco después se mostró como proyecto incompatible con el presidencialismo y el desarrollo económico convencional. El proceso boliviano también retomó la política que se recuesta en el líder, el nacionalismo, las propuestas asociadas con el populismo reformista antes que con la revolución y la descolonización, lo que nos permite nuevamente acercar Bolivia a Podemos en España.

En sus declaraciones, Pablo Iglesias no define si la plurinacionalidad en España significa algo más cercano o alejado del federalismo, pero sí que lo principal es lo social: “A mí lo que me importa es que haya una sanidad pública para todos, que se esté atendiendo en catalán, en euskera, en gallego o en castellano para mí es una cuestión secundaria” (entrevista El País 18/1/2015). El deseo de autonomía y descolonización, que incluye la posibilidad de hablar lenguas propias, no es considerada por los pueblos indígenas ni por ninguna nación que se entienda como tal, como una cuestión secundaria que sería abordada después de solucionar, desde el Estado, la cuestión social. En el proceso constituyente boliviano esta visión estaría presente desde la concepción katarista, que busca que demandas sociales y de soberanía nacional o popular avancen a la par de las autodeterminativas indígenas, sin jerarquización ni prioridad.

En una Europa que conoció los problemas del nacionalismo y ve recrudecer actualmente los conflictos étnicos y civilizacionales, se entiende el lugar de una izquierda laica y republicana que busque alejarse de movimientos que considera desvíos de la política social en riesgo y concebidos como prioritarios. Desde una Europa de diferencias, sin embargo, los límites de la república y de lo que representa Europa, con su socialdemocracia totalmente cooptada por el capital, el proyecto iluminista fracasado como acompañante inseparable de la violencia colonialista, y una modernidad que en sus extremos muestra su lado más oscurantista, están tan a la vista como la continuidad republicana del colonialismo en los Andes sudamericanos.

PARTICIPACIÓN. Para colectivos urbanos, inmigrantes, mujeres, desconectados precarios sin papeles, o pueblos soberanos que como indígenas y movimientos horizontales latinoamericanos no conciben la participación política como sociedad de individuos y ciudadanos de la nación que delegan en el Estado y el partido, el vector político de cambio propuesto por Podemos renunciaba demasiado rápido a explorar todo el alcance de su vuelo. Mientras, el cierre sin fisuras sobre un comando político blindado que busca control total y elimina la disidencia interna, además defendiendo la patria española como referencia, para algunos es demasiado parecido a lo que se debería transformar.

En las disputas transcontinentales de sentido alrededor del concepto de plurinacionalidad, así, es posible demarcar tres caminos. En una de sus versiones, la plurinacionalidad se acerca mucho al multiculturalismo liberal, donde la diferencia se clasifica en casilleros de identidad sin posibilidad de conexión ni reconocimiento de autonomía. En otra variante, el hacer tampoco está en manos de pueblos y naciones, en una transacción de autonomía por avance del Estado, partido y líder en quien confiamos su capacidad para la inclusión social en el marco de lo nacional-popular. Sea desde una identidad mestiza o indígena genérica impulsada desde el Estado, esta plurinacionalidad no tiene mucho espacio para formar alternativas de civilización y vivir bien desde el territorio.

Con Estado mínimo o agigantado, hay similitudes en la plurinacionalidad liberal y nacional populista. Lo común es una sociedad compuesta por individuos que no tienen el gobierno en sus manos y a los que se asiste. En ambos casos la diferencia se reduce a diversidad cultural, respetada solo como folklore y sobrevivencias del pasado, sin ninguna actualidad para definir principios organizativos. Un tercer camino para la plurinacionalidad, explorado en debates de la Constituyente de Bolivia, prefiere comunidad a sociedad de individuos, apuesta por la autonomía, el postdesarrollo, la cosmopolítica indígena y las redes horizontales. Como forma de institucionalidad descolonizadora, además, no puede concebirse en el marco del actual desarrollo. Esta plurinacionalidad no reduce política al Estado, ni a hegemonía, ni a gestión de la desigualdad.

HORIZONTE. El cambio de énfasis y transformación de lo plurinacional fue expresado por el vicepresidente Álvaro García Linera desde 2008, reconociendo el carácter republicano del proyecto de cambio, horizonte para la izquierda española de donde nace Podemos, pero lastre del pasado colonial a ser superado para buena parte del movimiento indígena boliviano que en la Asamblea Constituyente planteó su superación. Este abandono de la autonomía y la descolonización, está presente también en la definición de la plurinacionalidad como posibilidad de acceso de indígenas a las instituciones, que no postula la necesidad política de su transformación. El abandono de elementos comunitarios coincidieron con un momento del debate boliviano en que se cuestionaba la saturación retórica del discurso oficial con elementos de origen indígena, empleados de forma contradictoria con un discurso desarrollista y el estímulo de proyectos extractivistas o que afectaban a la autonomía territorial indígena.

La reducción de lo indígena a un romanticismo culturalista fundamentaba una vuelta a la política liberal y republicana, como si términos como igualdad, libertad e inclusión no fueran ellos mismos abstracciones retóricas, románticas y contradictorias. La plurinacionalidad desconectada de las naciones indígenas, que se asemeja más a Podemos que al Pacto de Unidad, aparecería asimismo en la propuesta de un Estado Plurinacional Continental latinoamericano, también defendida desde 2013 por García Linera. El proyecto latinoamericanista y bolivariano tendría el costo del alejamiento de las reivindicaciones indígenas de autonomía territorial y comunidad para las cuales, en el pasado, García Linera tuvo mucha apertura en su militancia indianista-marxista. En la fundamentación de esta propuesta realizada en varias conferencias, una mirada que —como Podemos— pone el foco en lo social reduciendo la diferencia a una cuestión de reconocimiento cultural, el Vicepresidente diferenciaba las “naciones políticas” (de los distintos países sudamericanos) de las “naciones culturales”, campesino-indígenas, que habían abierto con su movilización el proceso constituyente, pero que en la nueva plurinacionalidad estatal y continental quedarían marginalizadas.