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La disputa por La Paz

Las elecciones de 2005 demostraron que la mayoría hizo una apuesta por el recambio democrático de época y no solo de personas que se turnaban en el sillón presidencial y las sillas curules. El país votó por su propia identidad, eso conmocionó muchos siglos de colonialidad contenida. No solo cayeron mitos sobre prejuicios racistas que imperan desde la sociedad colonial, sino que se dio lugar a una construcción cada vez más colectiva, donde tiene más sentido hablar de Democracia Intercultural, como la manera en que los bolivianos hemos definido convivir.

Es el horizonte de época, como dice Álvaro García, que “en la última década, es la emergencia y la consolidación de un tipo de integración lógica y moral de la sociedad, es decir, una manera casi unánime de entender el mundo y de actuar”, que se ha manifestado en la reciente disputa electoral nacional, donde existía claramente un discurso hegemónico y varios satelitales de los partidos de oposición, que solo buscaron garantizar las conquistas sociales que proponía consolidar y ampliar el partido oficialista. No solo eso sino que la irradiación ideológica hegemónica —otra vez el Vicepresidente— en una suerte de fuerza y seducción, de victoria y convencimiento, generó que el campo de lo político se manifestara a través de los principales logros sociales y políticos ocurridos en esta década y que fueron impulsados y administrados por la gestión de Evo Morales, siendo la principal plataforma de la victoria electoral mayoritaria en las tres elecciones nacionales. Es con este antecedente que estamos en puertas de las elecciones subnacionales 2015, donde el liderazgo único no es el preponderante y la disputa electoral pasa por liderazgos locales, aunque también por la manera en que se relacionan con la política nacional; sin embargo, algunos analistas dicen que existirá el efecto de arrastre de los candidatos locales respecto al liderazgo nacional.

Veamos la primera elección subnacional en el contexto de la nueva Constitución Política del Estado, en 2010, cuando pese al triunfo del MAS en casi dos tercios de las alcaldías y más del 50% de las gobernaciones, resignó la pérdida electoral en algunas de las principales ciudades del país. Entre las razones de estos resultados están la elección de malos candidatos, la falta de consenso de las organizaciones sociales en la designación de postulantes, así como la carencia de argumentos para sustentar una propuesta electoral local seria y políticamente responsable. También se menciona la resistencia urbana de las clases medias (fenómeno aparentemente quebrado por la votación nacional última obtenida en las principales ciudades). Por esto sigue latente como incógnita el resultado de las elecciones en el nivel local. ¿Cuál será la clave de la victoria? ¿Tener el candidato adecuado y apreciado por la ciudadanía local? ¿Será la disponibilidad de recursos para hacer una campaña amplia? ¿Tener el discurso que exprese las soluciones a las necesidades más sentidas por la ciudadanía? ¿O una conducta ética y política que relacione el decir con el hacer, y viceversa, como lectura ciudadana de la política?

SEDE. En La Paz quizás se conjugan todos estos factores de una manera muy heterogénea y abigarrada. Tenemos a la principal ciudad del país, sede política de gobierno, desde donde los hilos nacionales de la decisión se mueven, y es el claro centro físico espacial de irradiación política del liderazgo nacional del Presidente. En ese contexto está el candidato del MAS (Guillermo Mendoza), que desea sostener la votación mayoritaria obtenida en La Paz en las elecciones nacionales y cuyo mejor momento fue el de las elecciones municipales pasadas, cuando era mucho más reconocido por la ciudadanía. Sin embargo, el “compadre” no ha menguado su perfil ético-político ante la ciudadanía y cuenta con el aparato político electoral del MAS, el más eficiente y organizado del país. Un plus fundamental es la presencia física del Estado y sus dependencias en la ciudad de La Paz, y (tener) al presidente Morales como principal gestor de la campaña, que reconoce que la lucha por las principales ciudades y gobernaciones es una pelea por la gobernabilidad en el país. Para ponerle más salsa al proceso, el Presidente mencionó en medio de la campaña que no financiará y apoyará proyectos en las ciudades de La Paz y El Alto si los candidatos/as opositores son vencedores, ya que la experiencia —dice— es que es casi imposible coordinar con ellos; una manera directa de recordar que las megaobras en esas ciudades fueron hechas con recursos del Gobierno nacional y que pasan factura política.

Sin embargo de esos elementos de fuerza electoral del MAS en el contexto nacional, La Paz ha sido el bastión en que el partido oficialista ha sido derrotado por el Movimiento Sin Miedo (MSM), manteniendo el gobierno local por más de 15 años. Este desaparecido movimiento, que no pudo lograr el mínimo de votación ni siquiera en La Paz para conservar su personaría jurídica, sin embargo, no solo ha impulsado en estos años un estilo de liderazgo local con Juan del Granado y Luis Revilla, sino un modelo de gestión que le permitió organizar cuadros vecinales que promueven y defienden el trabajo realizado por la Alcaldía en estos años. Por eso, el discurso de la continuidad será el que se mantenga, más aún en esta coyuntura, en la que Revilla tuvo que salir de la Alcaldía para habilitarse como candidato, y el alcalde elegido, que es opositor, Omar Rocha, (primero de UN y ahora en relación con el MAS) tiene el deseo de hacer cambios que lo hagan célebre en los cinco meses que le tocan gobernar, generando una extraña sensación de inseguridad ciudadana.

PODER. En definitiva, vemos que a nivel local el oficialismo pretende ratificar y ampliar territorialmente su espacio de poder sustentado en las elecciones nacionales, más aún en La Paz, donde el Gobierno a través del Presidente y la Gobernación, han realizado una gestión dirigida a traslucir a lo urbano la idea política del cambio, que expresa además una creciente inclusión y vuelque hacia los sectores medios, convocados junto a los populares, a ser candidatas/os y representantes en diferentes niveles políticos. Por su parte, la oposición juega a lograr, en las ciudades, un proceso de reorganización, que desde lo local le permita emprender un camino de propuesta nacional —camino que intentó a la inversa el MSM, fracasando rotundamente—. Es evidente que la apuesta de Sol.bo está situada en un tablero que no es   solo de la Alcaldía de La Paz, sino el trampolín para un candidato que tiene aspiración nacional y cuya victoria local una vez más lo habilitaría a pensar en el mediano plazo en convertirse en el liderazgo nacional que la oposición aspira, pero que no ha logrado concretar hasta ahora.

También cabe esperar que el juego electoral lleve a la polarización de las fuerzas en el nivel local, y si bien en La Paz, en el caso de la Gobernación, todos los candidatos/as apuntan a enfrentar y disminuir el poder de Felipa Huanca por su relación con las organizaciones sociales (uno de los principales bastiones del MAS), por otra parte, la disputa electoral por la Alcaldía de La Paz apunta a que todos los candidatos/as convergerán a enfrentar a Sol.bo de Revilla. Tan solo nos queda esperar que la disputa electoral y el enfrentamiento político permitan que la democracia intercultural florezca de mejor manera, haciendo que la diversidad dé lugar al consenso para la vida en común y que quienes sean ganadores electoralmente recuerden que ese es tan solo el principio de la política de gestión, donde deberán sumarse consensos y actitudes patriotas para hacer viable una gestión que exprese el país que todas/os queremos, y la ciudad en la que todos aspiramos a construir el “vivir bien” para todos y todas.