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Insinuaciones por el voto oficialista

Cómo yo puedo trabajar con la ciudad de El Alto con la gente de la derecha? Yo no voy a trabajar (con la derecha), hermanos. Si quieren más obras, ahí está Édgar Patana; si quieren más obras, ahí está Felipa Huanca”. Esta afirmación y algunas parecidas se escucharon en distintos lugares del país, como una forma directa de instar o presionar el voto ciudadano por el Movimiento Al Socialismo (MAS) en las próximas elecciones subnacionales del 29 de marzo. En definitiva, hay una doble insinuación al voto en línea: vertical, cuando los representantes del partido piden no separar el voto entre alcalde y Concejo o entre gobernador y asambleístas; y horizontal, cuando además piden que se vote por el MAS en los distintos municipios y gobernaciones del país. En reiterados discursos se ha pedido a la población no alejarse de la línea del proceso de cambio optando por candidatos opositores, y manchar de azul el mapa boliviano.

En la frase expresada por el Presidente a propósito de La Paz —con la que encabezamos el presente artículo—, se pueden descifrar varios elementos complejos que los agruparemos básicamente en tres: políticos, ideológico/simbólicos, y de orden administrativo e institucional.

Comencemos por el último. La larga huella histórica del Estado centralista se mantiene en la gestión actual, a pocos años de la aprobación constitucional del Estado Plurinacional y Autonómico (2009) y de la Ley Marco de Autonomías (2010), recién se están elaborando estatutos y cartas orgánicas, y sin duda, la lógica de funcionamiento del Gobierno central y los gobiernos multinivel es altamente centralista. Aún con el nuevo marco legal, el Gobierno central va a controlar una serie de atribuciones y competencias de administración pública y, por supuesto, la captación y control de un grueso caudal de recursos económicos, con lo cual se obliga a las regiones y municipios a coordinar acciones y en gran medida, a seguir dependiendo de la buena voluntad del centralismo gubernamental. Si bien las alcaldías cuentan con importantes recursos económicos que provienen de los fondos IDH (Impuesto Directo a los Hidrocarburos), los recursos de las gobernaciones son mucho más reducidos, y, en cualquier caso, las grandes obras anunciadas en las actuales campañas solo serían posible con el concurso y participación del Gobierno central.

De ahí emana el discurso de que el éxito de la gestión de desarrollo local o regional depende de  la coherencia política multinivel, es decir de la elección de autoridades afines al Gobierno central, con quienes se garantizan las obras. Como se puede percibir fácilmente, esta afirmación contraviene con los principios básicos de la autonomía, y con el derecho al voto libre y plural de la población.

POLÍTICO. En segundo lugar, respecto al componente eminentemente político del discurso, el Presidente ha pedido abiertamente en varios lugares del país el voto por los candidatos del partido de gobierno; en esa misma línea, realiza un permanente acompañamiento de los mismos, mediante su aparición en fotos o gigantografías con ellos, así como con su presencia física —o, en su caso, la del Vicepresidente— en inauguraciones y entregas de obras de infraestructura, muy cerca al día de la elección, sosteniendo sobre todo a sus candidatos más débiles.

El desempeño del MAS en la historia electoral reciente en algunas gobernaciones y municipios ha sido débil, en unos casos porque la oposición logró imponerse al partido de gobierno, o en otros, el  triunfo ha sido muy estrecho, constituyendo importantes zonas de incertidumbre para el partido, por lo cual la dirigencia nacional se ha propuesto disputar palmo a palmo el voto y no poner en riesgo esta situación. Resulta clara la debilidad de ciertas candidaturas, ya sea porque comenzaron tarde la carrera electoral o simplemente porque cuentan con contendientes políticos más fuertes en sus circunscripciones. Esta situación crítica se ha puesto en evidencia en diversas encuestas preelectorales, alertando al partido de gobierno, y obligándolo a intensificar sus campañas e intervenir con el respaldo o apadrinamiento de la figura presidencial, cual si fuera el protagonista de esta elección.

De hecho, cuando aparece el líder nacional, eclipsa a los candidatos locales y regionales y produce una interpelación centralista del voto alrededor de la figura de Evo Morales, quien hace pocos meses ratificó una importante votación en las elecciones nacionales.

A estos factores de orden administrativo y político hay que añadirle los componentes simbólicos e ideológicos de la batalla electoral que son utilizados con fines políticos. Es el caso de la reproducción del discurso polarizador entre izquierda y derecha, que signó sobre todo la primera gestión de gobierno del MAS, cuando se produjeron duros enfrentamientos entre oficialismo y oposición, entre partidos en el Parlamento y en la Asamblea Constituyente, entre regiones y entre organizaciones sociales. Ahora se retoma nuevamente estas categorías para dejar claro quién es el enemigo del ‘proceso de cambio’. Esto resulta sin duda paradójico pues, por una parte, muchos  disidentes del MAS, desde un posicionamiento más radical de izquierda, interpelan y compiten con candidatos masistas; y, por otra, porque el propio MAS ha invitado como candidatos a personajes que hasta hace poco representaban a partidos opositores o ‘de derecha’, que ahora visten la camiseta de azul; solo como ejemplos: Charles Becerra, que llegó a la Alcaldía de Quillacollo con una agrupación opositora en la anterior elección; el exdiputado de Podemos Rodrigo Ibáñez, ahora candidato por el MAS en Tarija; o la actual candidata a la Alcaldía de Oruro, que triunfó en la anterior representando al MSM, Rossío Pimentel.

De ahí resultan las inconsistencias ideológicas en las fórmulas del MAS —lo cual no quiere decir que no existan en la oposición—, y las reacciones contra candidatos opositores potentes, calificándolos de ‘derecha’, de traidores al proceso, e incluso añadiéndole adjetivos descalificadores como la “yanqui-imilla” en el caso de Soledad Chapetón.

Entre los elementos simbólicos de la frase inicial, también es interesante destacar la mentalidad obrista y modernizante que subyace en el discurso oficial, que es una respuesta a los imaginarios sociales instalados durante el neoliberalismo, por ejemplo, durante la gestión de Manfred Reyes Villa en la Alcaldía de Cochabamba en los noventa. ‘¿Quieren obras? Pues voten por nuestros candidatos’, se sostiene reforzando aquel viejo imaginario cuestionado por su frivolidad, pero que parece interpelar con éxito a la población.