Icono del sitio La Razón

Valor de los jóvenes indígenas en la lucha política

Cuando se habla de lo indígena, generalmente se lo hace relacionando el asunto a personas adultas y ancianas, como portadores de una “sabiduría ancestral”. Se cree que son “los mayores” quienes “siempre” han luchado por “conservar” el sentido de la identidad indígena. Empero, en tal forma de asumir lo “indígena originario campesino”, el determinante papel de los jóvenes indígenas pasa desapercibido. Esto incide en que hoy por hoy tales jóvenes no sean considerados protagonistas ni se los tome en cuenta, salvo en ocasiones circunstanciales, y que ellos mismos crean que la cosa es cuestión de “ancianos sabios” y no se proyecten como actores.  Habría que resaltar que en las luchas indígenas los grandes protagonistas fueron jóvenes, quienes muchas veces se revelaron ante sus mayores y “su” cultura.

Por ejemplo, Sinclair Thomson, en su conocido libro Cuando solo reinasen los indios, apunta que Julián Apaza (Tupaj Katari) tenía alrededor de 30 años cuando encabezó las “revueltas” anticoloniales en el Alto Perú, en 1781. Apaza dirigió un ejército “indígena” sin ser cacique. Es decir, Tupaj Katari fue un joven aymara que fue contra la tradición de que los caciques dirijan a las comunidades, y se puso al frente de un movimiento que casi termina con la dominación española en estas tierras. Julián Apaza era joven, no tenía ascendencia de cacique, era un indio del común; todo lo contrario de Tupaj Amaru. El principal líder aymara no fue tradicionalista, no respetó el cacicazgo y fue el personaje más importante de la historia anticolonial.

Para no ir tan atrás en la historia, pensemos en los indianistas y los kataristas de los años 60 y 70 del pasado siglo: eran jóvenes que, penetrando en el sindicalismo e irrumpiendo en el escenario político y organizando partidos propios de los “indios”, se enfrentaron a la tradición de que los mayores debían ser conductores o dirigentes. Pero además, en su lucha resinificaron símbolos y mitos. Por ejemplo: la wiphala (como actualmente la conocemos) y el Año Nuevo aymara son creaciones hechas por jóvenes aymaras organizados en el Movimiento Universitario Julián Apaza (MUJA); ello muestra que las inquietudes políticas de los jóvenes indianistas de aquellos años “sacaron del refrigerador” la cultura “india”. Es decir, no “respetaron” su cultura, sino que la dinamizaron en función del contexto en el que desenvolvían su lucha. Fueron jóvenes, no “ancianos sabios”, quienes forjaron una identidad política hoy nombrada como indígena.

También se puede mencionar el papel de los jóvenes en las movilizaciones aymaras del año 2000 y 2001 o en las de 2003 y 2005. Varios muchachos no solo agitaban en las movilizaciones de aquellos años, sino que además hacían el papel de analistas políticos, como también el de profesores, en debates en vía pública. En momentos de movilización o de “tranquilidad”, estos jóvenes estaban al día en información política y eran hábiles expositores cuando tomaban la palabra en los espacios de debate que se abrían tanto en plazas como en mitines. Además eran “los mayores” quienes buscaban a estos muchachos para saber sobre historia, sobre Tupaj Katari o lo que pasaba en el país con el gas.

Los jóvenes “indígenas” han incidido en la lucha específicamente política de modo determinante. Solo por citar dos ejemplos, menciono al caporal y al rap. A finales de los años 60, el caporal nace como creación de jóvenes del barrio aymara Ch’ijini. El ritmo del caporal está emparentado no con la saya afroboliviana, sino con el huayño, y por lo mismo con la cumbia “andina”.

Pensemos también que después de los bloqueos aymaras del 2000, muchos jóvenes cuestionaron su identidad y una forma en que expresaron aquel fenómeno fue haciendo rap en aymara, vinculando sus gustos musicales con la lucha que se estaba viviendo. Los jóvenes son quienes más dinamizan la cultura y cuando esto se relaciona a la lucha política tiene resultados brillantes.

¿Qué es lo que pasa en la actualidad? Por lo que se puede ver, parece que los jóvenes indígenas no tienen el protagonismo que tuvieron en tiempos pasados y en ello pesan mucho los prejuicios sobre los “sabios indígenas”, pues siempre se da preferencia a gentes que tiene algunas canas, ropa exótica y “cara de indio”, además de que tal persona sabe sacar ventaja repitiendo un discurso de moda. Pareciera que ser joven es antítesis de ser, por ejemplo, aymara. Es como que se buscara a “viejos” y se desechara jóvenes, lo que beneficia a dirigentes y personas que responden a los parámetros de moda sobre “el indígena”.

Pero no solo se trata de cómo algunos explotan la imagen del “indígena sabio” y cómo ello deja a un lado a los jóvenes indígenas. Lo más importante es que los propios jóvenes indígenas clarifiquen su papel en las luchas indígenas, deshaciendo la imagen turística que presenta a algún anciano con poncho y mascando coca. Se trata de rebelarse contra esta moda europea que se presenta como “tradición  y cultura indígena” y asumir papeles protagónicos, como lo hicieran el joven Tupaj Katari, los indianistas y kataristas o como lo hicieran los jóvenes aymaras en las luchas que se desataron dese el 2000.