La oposición en su laberinto
Los colegas de la oposición saben dos cosas: se ha elegido un buen tribunal y no existió durante el proceso razón de peso alguna que genere desconfianza como para romper.
El reciente proceso de selección de vocales para el Tribunal Supremo Electoral (TSE) tuvo a la oposición como un actor importante. Desde el inicio se acordó la ley corta y se integró la casi totalidad de las sugerencias de las bancadas opositoras para un nuevo reglamento.
Las siguientes etapas: recepción de convocatorias, evaluación de postulantes y elección en Asamblea fue más compleja, y aunque el consenso se mantuvo casi hasta el final, fue fácil percibir, desde el comienzo, las dos “almas” de la oposición en este tema, que el senador de Unidad Demócrata (UD) Homer Menacho caracterizó en la Asamblea el día que elegimos vocales: los radicales, según sus palabras, que desde el inicio apostaban por no participar del proceso y denunciarlo, y los que apostaban por participar, sentarse en la mesa, fiscalizar y acordar o no.
COMISIÓN. Alguien podría pensar que en realidad se trató de una estrategia: mantener presencia en las mesas de trabajo y a la vez presionar desde fuera, con mucha dureza y adjetivos malintencionados, para finalmente abandonar diciendo “hicimos lo que pudimos”. No fue el caso. Primero, porque la actitud de los colegas de la oposición que trabajaron en las mesas fue sincera, en sus puntuales desacuerdos y en los numerosos puntos de coincidencia. Los periodistas no salían de su asombro. Ellos, y no los oficialistas, son los testigos del trabajo coordinado. Y segundo, porque los que en esa supuesta división del trabajo optaron por desestabilizar el proceso lo hacían de una manera tan torpe que mostraban que prácticamente no tenían comunicación o no recibían información de sus colegas de las mesas. O peor, deseaban que ese trabajo fracase. Es por eso que en lugar de estar delante de una estrategia lo que nos encontramos fue una fuerte tensión interna que nos llevaba al final de cada día sin saber si podríamos continuar trabajando juntos o no.
Algunos ejemplos de esto. El jefe de bancada de los senadores de UD estuvo, como mucho, seis horas sentado en las mesas de trabajo. Seis horas de casi tres semanas. Sin embargo, era quizás el más locuaz opinando —negativamente— del proceso. Cuando se abrió el plazo de recepción de postulantes y, curiosamente, los dos primeros días hubo algunos pocos inscritos, rápidamente se dijo que “eran candidatos que el MAS ya había preparado y por eso tenían listo todo”. Cuando tocó revisar los sobres de estos postulantes, ninguno había cumplido con los requisitos necesarios por las prisas. Cuando el último día aumentaron significativamente los postulantes —tiene lógica, por los tiempos para tener listos los documentos y por nuestra costumbre de hacerlo todo al final— se dijo que era una operación de relleno del MAS “para camuflar (sic) a sus candidatos”. Curiosamente UD casi no llega a tiempo de presentar sus impugnaciones: 20 minutos antes de que cierre el plazo de cuatro días. Nadie pensó en ninguna intención oculta sino que, al igual que esos tardones postulantes, el jefe de senadores de UD también hace las cosas al final, tarde, como casi todos nosotros.
La margarita del consenso. Algunos asambleístas de UD ahora niegan que haya habido consenso y dicen que “solamente cumplían su deber legal: fiscalizar”. Ahora bien, ese deber por supuesto no incluía el sentido del voto al tratar las impugnaciones. De la totalidad de las presentadas: más de 60, el MAS y UD solo votaron diferente en dos. En dos. En el resto, el voto fue idéntico. Parece que Lourdes Millares, diputada de UD, no estaba al tanto de esto —del trabajo de su bancada— ya que el día de la elección en Asamblea confundía ser vehemente con estar informada. Entre otras cosas no ciertas dijo que : “Costas e Ibarnegaray son candidatos del MAS” y que el “MAS había impugnado a Carlos Borth”. Es lo malo de hablar de oídas. UD no solo no presentó impugnaciones contra Antonio Costas y Roxana Ibarnegaray, sino que cuando nos tocó tratar estas impugnaciones UD y el MAS votamos en el mismo sentido: las impugnaciones no procedían. Es por esto que resulta sorprendente leer a otra parlamentaria —que sí participó en las mesas— diciendo que los mencionados Costas e Ibarnegaray “ sostienen idilios con el oficialismo”… la firma de esta legisladora está en las resoluciones que declaran no procedentes las impugnaciones contra Costas e Ibarnegaray… Ah, tampoco hubo impugnación del MAS contra Borth.
INCOMUNICACIÓN. Por lo visto, la comunicación al interior de UD deja mucho que desear o, quizás, sucede que a una parte no le importa lo que hace la otra. O más bien, que a una parte, la que apostaba por la desestabilización, le preocupa(ba) que la otra haga (bien) su trabajo. Aquí cabe recordar que los dos líderes nacionales de la oposición, Jorge Quiroga y Samuel Doria Medina, hablaron positivamente del señor Costas y, en el caso del excandidato presidencial de UD, también valoraba a la señora Ibarnegaray. Parece que ambos líderes no veían como condición suficiente de “masismo” el hecho de que el presidente Evo Morales hubiera designado a estas dos personas en diferentes puestos de responsabilidad: TSE en un caso, Segip en otro.
De los seis vocales electos, UD solamente impugnó a José Luis Exeni, con débiles pruebas, llamarles así es un reconocimiento inmerecido: la fotocopia de una revista de análisis de la Vicepresidencia y el decreto de designación del presidente como vocal del TSE; ambas cosas las incluyó Exeni en su sobre de postulación… Decíamos entonces que UD no impugnó a ninguno de los otros cinco. Y eso que UD no se limitó a los tiempos formales de impugnación, de manera informal —vía medios de comunicación y redes sociales— denunciaron a cualquier candidato que entendían “masista camuflado”. Por eso ahora resulta extraño que hablen de un “tribunal oficialista” cuando los otros cinco pasaron su exigente lupa. De hecho, hay una anécdota graciosa sobre el electo vocal Idelfonso Mamani, cuestionado estos días por la oposición. La última noche, antes de que los colegas de UD súbitamente digan que “se acabó el consenso”, cuando en realidad lo que se había acabado era el trabajo, algunos asambleístas de esta alianza, titulares y adscritos a la Comisión, se quejaron de que los asambleístas del MAS “habían calificado muy bajo en la entrevista” al señor Mamani. Entre todos resolvimos que no tenía sentido visionar la entrevista sino más bien revisar su CV (Currículum Vite) para ver si en esa parte, menos opinable, se había sido injusto con el señor Mamani. A propuesta mía se le bajó un punto por publicaciones. Es decir, terminó con un punto menos a propuesta del MAS y no con un punto más, como quería UD. A pesar de eso, el señor Mamani quedó entre los hombres indígenas con mayor puntuación.
Los colegas de la oposición saben dos cosas: se ha elegido un buen tribunal y no existió durante el proceso razón de peso alguna que genere desconfianza como para romper. Si ahora algunos de los que participaron argumentan que “su hidalguía no fue correspondida” saben que esto no es cierto y que ese discurso lo único que busca es un disimulado acomodo en la posición finalmente vencedora: los que desde el principio apostaron por reventar el proceso. Es un error. Los tiempos en que la intransigencia rentaba —con límites— electoralmente han quedado atrás. Uno no deja de ser oposición, u oficialismo, por ser responsable en ciertas políticas que necesitan el acuerdo de los diferentes grupos. Es peligroso confundir el mandato ciudadano de construir una alternativa con seguir en el laberinto y boicotear todo lo que haga el Gobierno. Estamos obligados a ponernos de acuerdo en ciertas cosas, la ciudadanía así lo espera y lo demanda y, por supuesto, no hay duda de que sabrá valorarlo cuando corresponda.