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Extractivismo, un nuevo debate

Extractivismo, se puede decir, es la apropiación o explotación de recursos naturales para su exportación en grandes volúmenes; en rigor, “en ningún caso es sinónimo de desarrollo y de capitalismo”, reclamaba el investigador uruguayo Eduardo Gudynas en un reciente seminario sobre el tema en la ciudad de Cochabamba, al que acudió Animal Político.

El extractivismo en lo principal se da en la explotación minera, hidrocarburífera y forestal, entre otras. En Sudamérica hay por lo menos dos grandes tendencias de extractivismo: el convencional (como el que ocurre en Chile, Colombia o Perú) y el “extractivismo progresista” (como el que se da en Ecuador o Bolivia).

Ahora, lo que une a estas dos formas de extractivismo, se reflexionó en el taller de Cochabamba, en última instancia, es que ambas formas ven que la actividad extractiva masiva no solo es muy buena, sino insustituible e irremplazable para la vida económica de sus países.

Pero he aquí la propuesta del suplemento: que junto a esta actividad económica, se ha ido formando una suerte de ‘cultura del extractivismo’, un sentido común que naturaliza, hace normal, necesarios y hasta razonables los diversos tipos de extractivismo. Y es que esta lógica de explotación de la naturaleza tiene una suerte de “efectos derrame”, ideas o concepciones que justifican la actividad extractiva y afectan la vida no solo económica de los países, sino también (y a veces, sobre todo) su quehacer social, político y cultural.

Es el tema del desarrollo, del bienestar y de la calidad de vida de los pueblos cuya economía es más o menos extractivista, de explotación masiva de los recursos naturales con el único fin de satisfacer el mercado internacional. Se invita al debate: el extractivismo nos ha acostumbrado a discutir sobre todo cómo administrar este mal necesario (la actividad extractiva), y no tanto cómo salir de él, que es lo que verdaderamente tendríamos que reflexionar, según invitan los estudiosos. 

El editor