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Quo vadis la minería boliviana?

En Bolivia, la economía minera tiene presencia activa en la generación de divisas, de impuestos directos e indirectos, de utilidades/pérdidas empresariales, de empleo e ingresos departamentales (regalías), lo que otorga dinamicidad al mercado interno de bienes finales. Pero el desenvolvimiento de esta operación productiva y su desarrollo está sujeto al movimiento de precios que asume en el contexto internacional y que se halla ligado a diferentes factores.

Precisamente, la época de las altas cotizaciones de las materias primas, particularmente no renovables, que se experimentó desde 2010 como parte de un superciclo pareciera que está alejándose. ¿Cómo estar seguros de ello? ¿De qué depende? Aunque genéricamente este componente es difícil de predecir, se sabe que la actividad económica de los países desarrollados y emergentes, los bienes sustitutos, el exceso de oferta de minerales y metales, las existencias y el reciclaje de productos terminados sobre la base de metales, son las variables que ayudan a su determinación. Veamos el primer elemento, por ser uno de los más importantes y en cuyo interior se desenvuelven los otros dispositivos.

Los minerales y metales tienen una demanda derivada de los bienes finales, la que se halla relacionada al crecimiento económico y que, en definitiva, dispone su utilización; lo contrario sucede cuando bajan esas expectativas, por ejemplo, durante el periodo 2010-14, China, que absorbe más del 40% de todos los metales del mundo, tuvo un PIB promedio anual del 8,6%, pese a ello consumió un nivel aceptable de materias primas. Se prevé que la situación será diferente para 2015 cuya estimación muestra un menor ritmo, 6,8% (según el FMI), pero según reportes del Buró Nacional de Estadística, el primer semestre del año en curso ese indicador se habría situado en el nivel más bajo (cerca al 7%) desde 2010, sin embargo superior en 0,2% al proyectado; no obstante, hay cada vez más rumores entre los inversionistas de que Beijing podría estar falseando los números. Para la gestión 2016, se tiene un estimado de 6,3%. Ambos casos implican menos creación de producto, situación que genera una mayor contracción de la demanda y, por lo tanto, de los precios de los commodities.

Este país es importante porque su evolución explosiva alimenta al resto del mundo. Un enorme apetito por bienes y materias primas levantó a las economías en Europa, Asia, América Latina y otros lugares; por lo tanto, un descenso trae efectos contrarios porque ese coloso asiático es la locomotora que arrastra al mundo.

Por su parte, la Unión Europea y Estados Unidos también son consumidores de commodities. Por ello el comportamiento de esas economías igualmente es significativo. En este sentido, la Unión Europea, durante los anteriores cinco años, transitó por un escenario de crisis de deuda soberana y de recesión, con un promedio anual de crecimiento del 0,82%. Se espera que en 2015 consiga el 1,8% y en 2016 el 2,1% (Comisión Europea); pero de enero a junio de esta gestión, el PIB se alzó alrededor del 1,6%, de continuar con ese ritmo no se podrá alcanzar ni siquiera el índice estimado. Las tasas de crecimiento deben suponer una economía diferente al quinquenio pasado, para ese cometido se debe obtener mayores valores, claro que esta probabilidad está sujeta a la recuperación de China.

Por el contrario, Estados Unidos, en el transcurso entre 2010 y 2014 experimentó un crecimiento medio de 2,2% (FMI), estimándose para el periodo 2015-2016 aproximadamente un 3,1%. Pero lo cierto es que hay un desempeño positivo del PIB al segundo trimestre de esta gestión, con una tasa de 3,7%. Hasta ahora, los indicadores sugieren que durante el tercer trimestre se está registrando algo similar; este impulso podría permitir a la Reserva Federal de ese país subir las tasas de interés para alentar la inversión extranjera, controlar la inflación y apreciar el dólar. Desde la crisis de las hipotecas subprime, mantiene aún tasas relativamente bajas.

Pero, el solo anuncio de un posible ajuste de política monetaria dio lugar a que el precio del oro baje, ya que una premisa clásica que ha influido en su cotización es la relación inversa que existe entre el dólar y ese producto. Dado que esa moneda es la divisa que la mayoría usa, cualquier depreciación que sufra incrementa el valor del oro. Históricamente, este ha sido el principio: si el dólar sube, el precio de los metales preciosos bajan y viceversa.

No obstante a esta conducta del PIB (entre 2010 y 2014) de Estados Unidos y de la Unión Europea, con más descensos que ascensos mínimos, la cotización de los minerales durante ese periodo presentó tasas positivas que aún permitían sostener la actividad extractiva, pero —como se manifestó— gracias principalmente a la dinámica de la economía china, que creció cuatro veces más que la estadounidense y diez más que la europea durante ese periodo.

Consecuentemente, cualquier desaceleración de China tiene un enorme efecto dominó en todo el mundo. Basta con ver que Corea del Sur reveló una caída de 15% en las exportaciones de agosto debido a una menor demanda del coloso oriental y que en la eurozona podría tener un mayor impacto adverso a lo estimado. Lo propio sucedería en las economías emergentes, agravado por los efectos colaterales de una probable alza de la tasa de interés estadounidense.

Precisamente, para evitar mayor encogimiento de su economía el Gobierno chino ha dado a conocer una serie de acciones, incluyendo varios recortes a su tasa de interés y una sorpresiva devaluación de su moneda a fin de impulsar las exportaciones. Si retoma su nivel de crecimiento, próximo a los dos dígitos y Estados Unidos y la Unión Europea se recuperan, con tasas superiores a las estimadas y se reduce la oferta de minerales y metales, que hoy se sitúa por encima de la demanda; entonces los commodities tendrán escenarios más ventajosos, caso contrario, habrá que esperar precios más bajos que los actuales y durante un tiempo prolongado.

Estas circunstancias deben ser observadas en nuestro medio para establecer políticas públicas que puedan ayudar a los productores mineros a enfrentar la crisis de precios, más aún cuando durante esta gestión su declinación, en términos medios, se hizo más notoria.

Comparativamente, en los ocho meses del presente año (enero-agosto) en relación a igual periodo de 2014, el zinc descendió en 1,36%, el estaño en 28,08%, el oro en 8,54%, la plata en 16,56%, el antimonio en 17,06% y el plomo en 16,88%, considerando solo los minerales y metales que explican cerca del 96% del total de las exportaciones mineras; porcentajes que se sitúan por encima de las experimentadas en 2014 con referencia a 2013.
Bajo este panorama, el sector de la minería nacional tiene un futuro a corto y mediano plazo desalentador, encaminándose por la senda de una mayor contracción de los volúmenes de producción o de su total paralización; por lo que es urgente actuar ¡ya! con políticas públicas proactivas.