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¿Por qué mataron al Che?

La intuición del mítico guerrillero argentino-cubano, Ernesto Che Guevara era cumplir un papel épico: su vocación heroica de quien conoce su destino y está dispuesto a asumirlo voluntariamente, aunque para este devenir trágico haya intervenido una red de infortunios: sus propios cálculos fallidos,  carnadas, traiciones y acontecimientos imprevistos que precipitaron este destino aciago del Che. Uno de esos infortunios estuvo conectado  con el juicio militar al intelectual francés Regis Debray y al pintor argentino Ciro Bustos.

A finales de abril de 1967, ambos fueron apresados en Muyupampa por las fuerzas militares del gobierno de René Barrientos Ortuño. Y allí empieza quizás a marchitarse la utopía, y no solo comenzaría el tormento para estos prisioneros, que padecerían todo un juicio kafkiano, sino que fue una de las explicaciones claves para el decurso trágico de la guerrilla guevarista en Bolivia.

Asimismo, en los anales de la historia boliviana contemporánea este juicio se constituyó posiblemente en el más importante por la resonancia mediática que tuvo y que derivó en una presión internacional, poniendo inclusive en vilo al gobierno de Barrientos.

El principio del fin. Aquel 19 de marzo de 1967, cuando el intelectual francés llegó al campamento guerrillero en Ñancahuazú, imbuido de una dosis de exuberancia utópica, pero poco preparado para aguantar la vida sacrificada del guerrillero, no se imaginó que en esa jornada comenzaría su propia odisea, ya que le marcaría por el resto de su vida.

Efectivamente,  Debray y el propio Bustos estuvieron en el banquillo de los imputados del Tribunal Militar con el argumento de ser “guerrilleros criminales”, pretexto urdido particularmente por el gobierno conservador de Barrientos. Hasta hoy, para el intelectual parisino y también para el pintor argentino, el proceso judicial no solo los condenó a prisión (de la cual después fueron liberados en el gobierno de Juan José Torres), sino que luego, amén a una izquierda latinoamericana hambrienta por buscar chivos expiatorios por la derrota de la guerrilla guevarista, Debray y Bustos se erigieron en los Judas que delataron al Che.

Un juicio grotesco. El juicio al intelectual parisino y al pintor argentino representaba para el gobierno de Barrientos su voluntad política por extirpar del territorio boliviano la “peste comunista”. Este juicio fue el mejor pretexto para condenar también a la guerrilla guevarista. A propósito de su sentencia a 30 años de prisión, Debray en su momento aseveraba: “La condena es simbólica. Se condena a la guerrilla en sí, a través de dos personas. Se las escogió extranjeras porque importaba políticamente que sean extranjeras”.

Este juicio militar fue manipulado políticamente por el gobierno de Barrientos, para demostrar su vocación anticomunista y su sometimiento a los Estados Unidos en el contexto de la guerra fría. Desde el inicio del proceso a Debray,  la sanción parecería ser parte de una crónica de una sentencia anunciada. Era una pantomima. Inclusive el filósofo francés  Jean Paul Sartre, que era mentor de Debray, calificó a este proceso judicial como “grotesco”. La causa contra el intelectual francés y al pintor argentino provocó inclusive una cruzada mundial que abogaba por la libertad del intelectual parisino y la transparencia del juicio, lo que desembocó en tensiones diplomáticas entre los gobiernos de Barrientos y el francés de Charles De Gaulle. En rigor, el juicio militar a Debray estuvo en la mira de la atención mundial por varios meses. Por ejemplo, el escritor y periodista francés Frederic Prouchter, experto en grandes juicios militares contemporáneos que presenció personalmente, escribiendo luego sobre los procesos de Núremberg (Alemania), el de Adolfo Eischman (Israel), y Jack Ruby (Dallas, Estados Unidos), cuando llegó a Bolivia expresó que “el juicio a Regis Debray despertó la mayor expectativa internacional en los últimos años”.

El decurso trágico. “No tire soldado. ¡Soy el Che! Para ustedes valgo más vivo que muerto”, decía el mítico guerrillero argentino-cubano momentos previos a ser trasladado de La Higuera a Vallegrande, en condición de prisionero, para luego ser asesinato amén a las instrucciones de la cúpula del gobierno de René Barrientos Ortuño. Empero, esas exclamaciones del mítico guerrillero argentino-cubano, como una especie de suplicio de Sísifo, eran equivocadas ya que para la trama calculada arteramente por la entonces cúpula castrense del gobierno barrientista, la vida del Che significaba un incordio, no solo por los riesgos que entrañaba tenerlo prisionero ya que alentaría, entre otras cosas, un eventual rescate del líder socialista por grupos extremistas de izquierda, sino, sobre todo, por el impacto de un eventual juicio militar, ya que por esos días el juzgamiento de Bustos y, sobre todo,  de Debray —ambos acusados de pertenecer a la guerrilla guevarista— estaba provocando un revuelo internacional, poniendo en vilo al gobierno de René Barrientos Ortuño.

Una semana a posteriori del 8 de octubre de 1967, fecha en que la cúpula militar del gobierno de René Barrientos ordenara el fin de la vida de Ernesto Che Guevara, el semanario norteamericano Time reveló las causas de esta decisión: “Lo peor en el caso del Che era la cárcel, quizás un largo juicio, clamores de propaganda en todo el mundo comunista y la amenaza de que otras guerrillas podían surgir en Bolivia”.

Años después, Mario Pacho O’ Donnell, historiador argentino y amigo personal del Che develó  una infidencia del general Alfredo Ovando Candia —miembro de la cúpula militar del gobierno de Barrientos que decidió asesinar al Che—, según sus palabras: “la presión internacional sobre un país chico y débil como el nuestro se haría insoportable y nos crearía problemas con otros países. Recuerde usted las dificultades que nos trajo juzgar y poner preso a (Regis) Debray”. Por último, el exoficial militar durante el combate guerrillero Gary Prado Salmón confesó: “El juicio (militar) a Debray ya se estaba convirtiendo en una molestia, por sus repercusiones internacionales, las que serían definitivamente mayores si se procesaba al jefe guerrillero”.

En suma, la presión internacional en el curso de este juicio motivó a la cúpula militar del gobierno de Barrientos a adoptar la decisión de asesinar al mítico guerrillero argentino-cubano —cuando éste estaba herido y reducido a prisionero, inclusive contraviniendo a la nueva Carta Magna promulgada por el propio Barrientos en febrero de 1967, en la que no se establecía la pena de muerte— para evitar que esas presiones se incrementaran descomunalmente en caso de que  se juzgara al Che.