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La actual minería y el PIB nacional

El análisis del desempeño del Producto Interno Bruto (PIB), como variable explicativa del valor monetario de la producción de bienes y servicios finales de un país, es importante por dos razones esenciales: i) permite conocer el estado de la economía en su conjunto, la contribución de cada sector y el comportamiento de los agentes que en ella participan y, ii) ayuda a evaluar objetivamente el resultado de las decisiones tomadas por los actores, tanto privados como públicos (en cuanto a inversiones en el primer caso; para continuar o corregir la política económica implementada, tanto fiscal como monetaria, cambiaria, etc., en el segundo).

Consiguientemente, si el PIB, en general y de los sectores en particular, prospera, trae como corolario la reducción del desempleo y un aumento de los ingresos, lo que a su vez impulsa a la economía y por ende a las finanzas públicas.

Bajo este razonamiento, el sector minero tendría que ampliar sus niveles de producción para mantener su posición estratégica en la conformación de esa variable, más aún en un escenario de volatilidad de precios, debido a factores externos que son propios del mercado internacional de minerales.

En este marco, consideremos el comportamiento de la actividad minera de manera comparativa. Podemos verificar que en 2014 con relación a 2013 y pese a las bajas cotizaciones, el Producto Interno Bruto real de la minería se alzó.

Ciertamente, a excepción del zinc, cuyo precio se situó en el orden del +12,64%, el estaño, el oro, la plata, el antimonio y el plomo en cambio presentaron tasas negativas, en relación a 2013, con -1,19%; -11,42%; -20,86%; -8,61 y -1,03% respectivamente. Si bien es evidente ese encogimiento, contrariamente las cantidades originadas en la fase de explotación tuvieron comportamientos positivos. Así, el zinc progresó en 10,22%; el estaño en 2,61%; el oro en 36,87% y la plata en 4,49%; solo disminuyeron el antimonio -17,16% y plomo –7,99%.

Estos minerales explican aproximadamente el 95% de toneladas métricas de concentrados producidos al interior de la familia de los metálicos, en cuyo seno alrededor del 77% es aporte del zinc y el restante 18% de los señalados precedentemente.

Esta conducta ascendente de los volúmenes físicos, dio lugar a que, en términos monetarios el Valor Bruto de Producción global de este grupo, progrese a una tasa colindante al 5%, trayendo consigo un aumento del PIB minero que se posicionó en 2104 en 6,01% por encima de lo logrado en los años 2013 (2,89%), 2012 (-4,97%), 2011 (3,36%) y 2010 (-4,07%), pero muy por debajo de lo obtenido en tiempos pasados.

Efectivamente, durante 2005-2009 el PIB minero se expandió hasta alcanzar una tasa de crecimiento promedio anual de 18,68%, pero en los cinco años posteriores mostró una contracción media de 0,65%, lo que representa menos 18,03 puntos porcentuales. En otros términos, el primer quinquenio este indicador prosperó 29 veces más que el último.

Es innegable que en 2014 el Producto Interno Bruto minero aumentó, lo cual no debe llenarnos de encanto ya que, el comportamiento de un sector no se aprecia en solo un periodo, sí en distintos, ahí está la diferencia. Por ello, de continuar con esa tasa media anual de 0,65%, tomaría 107 años para que se duplique.

En ese escenario nada alentador, los actores mineros, reconocidos constitucionalmente, tuvieron, la pasada gestión, una participación llamativa en la producción. Solo tomando como paradigma los concentrados pertenecientes al grupo de metálicos (nos referimos al zinc, estaño, oro, plata, antimonio y plomo); la minería privada concurrió casi con el 70%; las cooperativas con el 25% y finalmente la empresa estatal con el 5%, sobre el volumen total de ese conjunto de minerales.

Y si descendemos a nivel de empresas, constatamos que a San Cristóbal le correspondió alrededor del 48% de la producción de zinc, 32% de plata y 64% de plomo. A Sinchi Wayra el 14% del primer mineral, 10% del segundo y 8% del último. Por su lado, el aporte de Manquiri a la formación de la plata fue cercano al 14%. Pan American Silver también contribuyó poco más o menos con el 1% de zinc, 10% de plata y 8% de cobre.  Otros privados, adyacentes con el  8% de zinc, 22% de estaño, 5% de oro; 6% de plata, 48% de antimonio, 5% de plomo y 72% de cobre.

Por el lado estatal, Colquiri produjo cerca del 3% de zinc; 63% de estaño (Huanuni y Colquiri) y el 17% de cobre (Corocoro). Finalmente, las cooperativas en general, aproximadamente con el 26% de zinc; 15% de estaño; 95% de oro; 28% de plata; 52% de antimonio; 23% de plomo y 3% de cobre.

El mensaje que dejan los datos estudiados es que, a medida que van incrementándose las cantidades físicas en un período dado, hay una mayor posibilidad de aporte a la creación de su PIB, en tanto la variable precio permita a los operadores mineros mantener mínimamente su costo de equilibrio; de no cumplirse este principio económico, lo más probable es que las minas dejen de producir, con los efectos que lleva consigo, independientemente del operador de que se trate.

Esta actividad extractiva no es coyuntural, no depende de decisiones circunstanciales, sino de un pensamiento político estratégico, de una reflexión que se situé en el horizonte. Por ejemplo, si la voluntad es impulsar su crecimiento y desarrollo, ya tendríamos que haber puesto en marcha programas agresivos para captar capitales de exploración, como primer paso con miras a ampliar la frontera minera, pero hoy continuamos estancados en el otrora 5% del territorio minero explorado y con una cantidad mínima de empresas en operación, lo que se constituye en desventaja estructural.

Pareciera que somos un país que no tiene sólidas percepciones sobre el flujo de las tendencias de la inversión. La ideología enceguece nuestra lectura de la realidad; es un filtro que se satisface por los aplausos que recibe, pero es un vestigio que no dinamiza ni impulsa la economía minera.

Bolivia debería ser una potencia con una industria desarrollada y situada en el mundo de los negocios mineros. Pero no es así, somos una colectividad que actualmente está mirando pasivamente el descenso de los precios, sin poder de reacción alguna y sin decisión para aplicar dispositivos públicos de manera agresiva, orientados a salvaguardar y ampliar la base productiva de este sector, para lograr mejores tasas de crecimiento de su PIB.