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El ocaso del Alba y sus resultados en la región

El triunfo de Macri en Argentina y los dos tercios opositores en la Asamblea Nacional venezolana han traído al debate público la hipótesis de un efecto “dominó” en la región y del fin del evismo. Voy a plantear mi opinión al respecto, no desde el locus de enunciación de la política, ni desde la oposición, sino desde el análisis político y a partir de una lectura histórica del proceso y del contexto.

Los mencionados hechos no significan por sí mismos que el evismo se encuentre en estado terminal, pero muestran un desgaste significativo de los gobiernos llamados de izquierda, progresistas, chavistas, bolivarianos, revolucionarios, etcétera, que se traduce en duras derrotas electorales. Es decir, debemos concentrar la atención en dos aspectos: 1) los factores comunes entre el kirchnerismo y el chavismo que también producen desgaste en lo local; y, 2) los cambios en Argentina y Venezuela no son datos aislados, sino que son parte de una tendencia de cambio en la región después del fracaso de la “franquicia” chavista-castrista del socialismo del siglo XXI. Pero vamos por partes.

Bolivia no es Argentina y no tenemos un Macri. Las características del peronismo y del masismo boliviano son muy disímiles, pero hay factores comunes: la interpelación a sectores populares; la construcción del vínculo emotivo-afectivo entre el líder (caudillo) y la base; la indiferencia con las instituciones democráticas; la manipulación institucional a favor de la nueva élite; la exclusión de todo aquel que no comparta sus propósitos de poder; la ineficiencia, y la corrupción. Todos estos factores explican el desgaste del kirchnerismo. Pero en Bolivia no se visualiza un Macri, ya que las posiciones ideológicas más conservadoras (Partido Demócrata Cristiano y Movimiento Demócrata Social) no tienen un liderazgo fuerte como el de Mauricio Macri, y la derechización del MAS los aproxima. Sin embargo, el que no haya una figura conservadora fuerte en la oposición representa una gran oportunidad, ya que el tránsito de una posición radical hacia otra, de forma pendular, históricamente no se ha traducido en ningún tipo de avance y, por el contrario, refiere a un retroceso o a una especie de ancla que nos impide avanzar.

Bolivia no es Venezuela y estamos distantes de contar con una Mesa de Unidad Democrática (MUD). El chavismo venezolano   —además del castrismo cubano— tuvieron y aún tienen enorme influencia sobre nuestros gobernantes, pero hace tiempo que el MAS dio un viraje hacia la derecha, con una fuerte alianza con el empresariado cruceño y manteniendo las lealtades de algunos dirigentes solo con ayuda del Fondioc (Fondo Indígena Originario Campesino). Pero se mantienen grandes coincidencias: la interpelación a sectores populares (en Bolivia además indígenas); la existencia de un caudillo plebeyo que propugna el cambio y la refundación de la patria; el culto a la personalidad del caudillo; el exitoso manejo propagandístico; el discurso antiimperialista; la indiferencia con las instituciones democráticas; la manipulación institucional a nombre del cambio; la ineficiencia en el manejo de los recursos públicos; el centralismo secante y la concentración del poder en el Ejecutivo; el control del organismo electoral y de la justicia; la exclusión de todo el que no comparta sus propósitos de poder y, claro, la corrupción.

Esos factores comunes también producen desgaste del evismo, pero en Bolivia no se visualiza un (Ramón Guillermo) Aveledo [dirigente de la MUD] que renuncie a una candidatura para convertirse en articulador. El intento de construcción de la unidad con el Frente Amplio, desde 2013, y a pesar de la voluntad de actores partidarios (Unidad Nacional) y colectivos ciudadanos, se vio truncado, y la aparición de Jorge Tuto Quiroga en la recta final partió el voto y posibilitó los dos tercios para el MAS. Las condiciones actuales presentan dificultades. Santa Cruz intentando construir un proyecto nacional que exprese los intereses cruceños; La Paz sin lograr articular una fuerza común entre Unidad Nacional y Sol.bo; un MNR intentando rehacerse  y, como obstáculo fundamental, una cultura política caudillista que opera bajo códigos estatistas, rentistas y prebendales. La sociedad boliviana espera que posiciones profusamente conservadores, posiciones democráticas y visiones radicales de izquierda —todas ellas en la oposición— se unan olvidando intereses. Dura tarea.

Pero vayamos a analizar el segundo factor. Lo sucedido en Argentina y Venezuela debe analizarse en un contexto regional y para ello debemos retroceder una década con fines comparativos. Cuando en Bolivia el MAS llegó al poder, en la región se presentaban vientos favorables a la izquierda con sociedades hastiadas de sistemas de partidos que no atendieron los problemas estructurales y que demandaban el cambio. Entonces, la figura de Lula da Silva en Brasil era poderosa; en Chile la Bachelet del primer mandato se encontraba muy cercana al Foro de Sao Paulo; Correa en Ecuador se alineó al proyecto bolivariano; Lugo en Paraguay se sumó también al Alba (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América); los Kirchner en Argentina encontraron en el chavismo un aliado fundamental; Ortega desde Nicaragua era parte del bloque; Tabaré Vásquez en Uruguay también; el castrismo cubano se fortaleció con el chavismo y se convirtió en el “hermano mayor” que orientó a los aliados, y, por supuesto, estaba en su mejor momento la fuerte figura del “comandante” Hugo Chávez financiando con los petrodólares venezolanos las campañas de sus aliados en la región.

Hoy la situación es muy distinta: Dilma Rousseff enfrenta un impeachment que podría alejarla del Gobierno brasileño, con un Lula con graves acusaciones de corrupción y un PT con un desgaste irreparable por las denuncias de corrupción de sus más altos funcionarios; la Bachelet del segundo mandato cambió de rumbo, enfrenta serios problemas internos y es la menos cercana debido al éxito que hasta aquí alcanza nuestra demanda ante la Corte de La Haya; Correa anunció que no se presentará a una nueva postulación; Horacio Cartes en  Paraguay sigue su propio rumbo; en Argentina ganó Mauricio Macri; Ortega mantiene una buena relación comercial con Estados Unidos y ha dejado de asistir a las reuniones del Alba; Vásquez en Uruguay ha tomado una sana distancia del internacionalismo bolivariano; Cuba se encuentra en un proceso de reconstrucción de relaciones con Estados Unidos, y basta con decir que en lugar del “Comandante Pajarito” en Venezuela esta Nicolás Maduro.

El evismo se queda solitario y cuenta con todas las características necesarias para el desgaste. El problema mayor que hoy enfrenta la política nacional es el riesgo de una salida pendular, como en Argentina, si no se construye una unidad sobre la base de adscripciones democráticas y, claro, la ineficiencia de la gestión y el acelerado “destape” de casos de corrupción se constituye en una presión no solo para el MAS, que quiere reproducir el poder de manera indefinida y a cualquier costo, sino también para las oposiciones, que a pesar de las condiciones favorables no han podido canalizar a su favor el descontento.