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Debate sobre el nuevo logotipo del OEP

Hace algunos meses tuvimos el remezón institucional de la renuncia masiva de los antiguos vocales del Tribunal Supremo Electoral (TSE), bajo la acusación de estar vinculados al partido oficial; sin embargo, detrás de las acusaciones políticas, mezcladas con burla y música a ritmo del “beso a beso” de la Mona Jiménez, estaba también la sanción social de la opinión pública por años de una nueva institucionalidad frustrada, que no aportó ningún cambio revolucionario al nuevo Estado Plurinacional y más bien demasiados errores en el campo electoral que, comparando con el accionar de la antigua Corte Nacional Electoral (CNE), terminaba siempre perdiendo.

En definitiva, se había rifado una legitimidad ganada por la CNE en momentos difíciles de los procesos electorales, en medio de enfrentamientos y acusaciones, para dar lugar a una nueva entidad, que debía construir una identidad institucional que exprese a la naciente Democracia Intercultural.

El principio legal se cumplió y la proporcionalidad de género y de presencia indígena fueron la expresión de que se estaba cambiando la representación institucional en lo nacional y departamental. Sin embargo, habrá que recordar que estos primeros vocales se encontraron con el estupor de tener el poder de decidir sobre las democracias y su curso nuevo en versión intercultural, teniendo alguna experiencia organizativa desde la sociedad civil de donde provenían o, en algún caso, experiencia en la antigua corte electoral. Es decir, la nueva institucionalidad empezaba huérfana de ideas y proyectos para su transformación, y sí de muchos proyectos de poder individuales de quienes asumieron como vocales; sus méritos los habían conducido a ese espacio y no la igualdad de oportunidades que propugnaba el nuevo Estado Plurinacional; esto generó, en consecuencia, perder el norte político institucional, para dar lugar a la improvisación y al uso desmedido del espacio de poder.

Parte de esta transición inicial tuvo que ver con la nueva imagen institucional del Órgano Electoral Plurinacional (OEP); ésta se mostraba complicada de construir por cuanto debía expresar y presentar una nuevo nombre y contenido, una nueva manera de entender la democracia en tanto intercultural; pero, además, en la coyuntura inmediata, debía encarar la primera elección de jueces y magistrados para el Órgano de Justicia Plurinacional. La difícil coordinación entre la diversidad expresada generó que las responsabilidades centrales se fueran postergando y, en definitiva, la presentación oficial de la nueva imagen institucional. 

A casi tres meses de las elecciones judiciales, no se contaba con el logotipo ni de la institución, ni del proceso electoral, aun cuando varios diseñadores habían presentado más de 200 propuestas a consideración de la sala plena del TSE. A exigencia del Sifde (Servicio Intercultural de Fortalecimiento Democrático), brazo operativo del TSE, los vocales votaron de emergencia el logotipo que luego estuvo vigente durante casi cuatro años. El criterio, aunque apresurado, fue que el diseño expresara las nuevas funciones y responsabilidades del OEP; el resultado fue un logotipo sobrecargado de significaciones y de no fácil lectura comunicacional. Sin embargo, cabe reconocer el esfuerzo hecho para que el nuevo rumbo fuera expresado en esta imagen institucional, así como luego fue la elección posterior del “árbol de la diversidad” con manos y votos, que se convertiría en el logotipo de la campaña y, después, en la imagen de la Democracia Intercultural, que  tenía al Sifde como a su principal impulsor.

Los errores institucionales cometidos a través de acciones individuales de los vocales, no borraron los esfuerzos para que la Democracia Intercultural sea convertida en el nuevo discurso institucional, aunque el peso administrativo heredado buscara imponer la lógica del viejo Estado; que la institución electoral tan solo administre procesos electorales fue un obstáculo fundamental. El desconocimiento y la falta de interés para enarbolar los contenidos de la nueva democracia de parte de los vocales, y profundizar esa tarea estratégica fundamental,  se quedó en repetir los procedimientos de la antigua CNE y de disfrutar de los beneficios del poder, disputando privilegios, pegas a repartir y viajes. De todas maneras, y a pesar de ese negativo contexto institucional, el Sifde hizo importantes avances en Democracia Intercultural: se editaron y repartieron cerca de 20 libros, decenas de cartillas educativas y eventos nacionales e internacionales sobre la temática; se buscaba responder a la expectativa histórica de Bolivia construyendo su propia democracia.

Todos sabemos cómo acabó esta parte de la historia, y cómo empezó la nueva con nuevos vocales, elegidos bajo los procedimientos legales y respetando la representación, tanto de género como de lo indígena originario campesino. Podría ser un nuevo comienzo y una nueva esperanza para la Democracia Intercultural, mas las susceptibilidades políticas y el accionar institucional hasta ahora han mostrado que solo se busca reproducir el accionar y la gestión de la antigua CNE.

Bajo la premisa de recuperar la legitimidad institucional, se ha buscado tecnificar al personal para administrar procedimientos y procesos electorales, dejando de lado la formación del personal propio y, peor aún, de la población sobre las tareas de la Democracia Intercultural. Apenas sí se ha atendido a la autonomía indígena y no existen propuestas para acompañar a Charagua, única autonomía que resultó vencedora. En fin, podríamos decir que lo procedimental y el ánimo de ganarse la confianza ciudadana haciendo lo mismo que hacía la CNE, ha generado un conservadurismo institucional, y el objetivo es ser cada vez más Corte Electoral que Órgano Electoral Plurinacional, dejando de lado la propia Constitución y las leyes electorales.

Valga de ejemplo la presentación del nuevo logo del Órgano Electoral Plurinacional (OEP), que no es ni más ni menos que un ánfora con colores, lo que es una réplica del logo de la antigua Corte Nacional Electoral (CNE). En definitiva, los miedos institucionales de ser involucrados con una corriente política han llevado al extremo institucional de buscar mostrarse asépticos y “neutrales”, en un contexto político nacional donde contamos con una Constitución Política  del Estado Plurinacional que genera horizontes. La legislación electoral señala misiones y tareas relacionadas con el desarrollo de la Democracia Intercultural. Esperamos abrir la deliberación, siempre saludable, para seguir avanzando, sin pensar que las instituciones son intocables, peor aún, los vocales que cumplen una labor de servicio en el Estado, para hacerlo cada vez más democrático e intercultural.