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¿Después del 22…qué?

La pregunta es fría dependiendo del lugar de la vereda en que uno se encuentra, por efecto del resultado en los actores políticos y la vida institucional del país.  Es una fecha fáctica políticamente porque está marcando un hito que supera la visión cortoplacista de la centro derecha en nuestro país. Es decir, la derecha nació, creció y pereció al amparo de las minorías políticas. Su lógica de acción estuvo ligada a la legalidad multipartidaria y no así a la legitimidad política; su fuente de poder no estaba basada en la valoración positiva del pueblo, sino en su propio círculo político de poder. No disputaban la presidencia, sino mayor presencia parlamentaria, lo que les daba margen de negociación para la titularía en el Ejecutivo y espacios de decisión pública. Era el tiempo donde se pactaba la democracia, la democracia era el medio para disputarse mayor o menor presencia política y no el medio para acceder al poder político basado en la mayoría política que emerge del voto del soberano.

La democracia liberal representativa, como sistema de organización del Estado, delegaba la representación del pueblo a los partidos políticos, que organizaban coaliciones partidarias de minorías electorales para arrogarse la representación soberana de todo el pueblo boliviano y tener la propiedad política y decidir sobre nuestras vidas y sueños.

Esos tiempos son parte del pasado histórico y constitucional, pero lamentablemente son el presente eterno de la centro y derecha boliviana, que añora ese pasado e intenta recuperarlo.

El otro elemento tiene que ver con las ambiciones personales de los eternos candidatos perdedores y los aspirantes a candidatos. Un liderazgo político no se forma por millones de dólares ni en imágenes mediáticas públicas, eso no es liderazgo, es imagen pública. La imagen pública es para existir mediáticamente, aunque ello implique autoarrogarse representación popular, lo que no significa liderazgo y proyecto político, que es la segunda condición fundamental del liderazgo. El tercer elemento es la organización, que no es igual a sigla ni agrupación, es estructura política organizada en el territorio que el líder aspira a dirigir. Por eso, el 21 es fatídico para quienes aspiran a sus propias ambiciones, que son legítimas individualmente, pero que no representan el interés de la sociedad.

Para nosotros, el 21 tiene otro sentido. El primero, y es el principal, es el valor democrático y político de la decisión del pueblo, es ejercer plenamente la democracia participativa: el pueblo no está eligiendo, sino decidiendo; ése el sentido que nunca le dio la derecha y que hoy el pueblo ejerce por decisión propia y constitucional.

Nuestra revolución, por principio, es democrática y participativa, la legitimidad es la fuente del poder respaldada en nuestra arquitectura constitucional. No le estamos proponiendo al pueblo la reelección, sino solo la posibilidad de la repostulación de dos liderazgos que representan un presente de país de largo plazo expresada en la Agenda Patriótica 2025.

La derecha utiliza como eslogan que el MAS no tiene otro liderazgo que no sea Evo, por ello que la re-elección es vital para la continuidad de este proceso. Ésa es una verdad a medias. ¿Por qué?
Evo es insustituible, como persona, como compañero, como hermano, como dirigente, como autoridad estatal, como símbolo de la descolonización mundial, como líder antiimperialista, porque ha forjado su personalidad, liderazgo y concepción ideológica desde su familia, comunidad, desde su chaco sembrando y produciendo arroz y coca, desde el sindicato luchando por la soberanía contra los agentes de la DEA imperial, desde los ampliados y congresos campesinos coadyuvando a organizar el “instrumento político” para nuestra liberación. Es el que entiende, conoce y siente el calor y olor del pueblo, por eso es insustituible y ha marcado el mayor referente histórico del siglo XXI en nuestra América.

Su liderazgo es fundamental no solo para nuestro proceso, sino para el país; ahí está la gran diferencia con la derecha retrógrada que aún no entiende el tiempo largo de este proceso histórico. Dentro de nuestro movimiento no buscamos sustitutos de Evo, existen importantes liderazgos intelectuales, políticos y sindicales. Nos ha tocado asumir responsabilidades internacionales, nacionales, departamentales y municipales en tiempos agitados y conflictivos con luces y también, autocríticamente, con sombras. Sustituimos por la vía democrática a toda la estructura multipartidaria de la derecha que se formó en décadas, impedimos el derrumbe del Estado de Derecho y lo transformamos bajo la reglas democráticas participativas.

La derecha comete un error histórico: cree que nos puede evaluar como una simple gestión de gobierno con eslogans simplistas o de coyuntura, porque aún no ha comprendido que Bolivia está viviendo el tercer momento constitutivo de nuestra historia. En 2006 no hubo cambio de Gobierno, sino el inicio de la transición a un nuevo ciclo estatal que no está marcado solo por categorías políticas y productivas de propiedad, sino mucho más allá, es la refundación de la patria, con una nueva estructura económica, productiva industrializada, con un modelo de democracia participativa y cultural, con ampliación de derechos fundamentales, es decir, es la construcción de un nuevo Estado, por lo tanto, una nueva forma de organizar la sociedad, la economía, la producción, el territorio, la cultura, etc. Mientras la derecha no entienda la dimensión de este proceso, no podrá estar preparada para aspirar a dirigir el Estado, tampoco podrá constituirse en oposición como institución, sino solo a ser actor electoral de oposición.

El 21 es el tiempo fáctico. La derecha nacional e internacional espera desesperada el triunfo del No, porque cree que es su única posibilidad de acceder al Gobierno. Por ello que su visión es eminentemente electoral, no está pensando en el país. El pueblo hoy tiene visión de país, ése es el otro valor de este proceso; aunque tengamos cientos de demandas sectoriales y gremiales, el país está como punto principal de la valoración del pueblo y es valor supremo que no podemos perder.

El pueblo asume la certidumbre como factor de estabilidad subjetiva y objetiva de su familia y comunidad, que no es sinónimo de temor al cambio, sino de la evaluación positiva de las políticas públicas que impulsamos en esta década.  Después del 21… ¿qué? Estabilidad y certeza en nuestro presente, que es también el futuro diario que construimos con el esfuerzo y el sacrificio de todos y todas.