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La estructura cómica del discurso plurinacional

Hay en todo discurso político una vocación inconsciente por la estructura de la comedia clásica. A 10 años del discurso del proceso de cambio, siempre igual a sí mismo en su punto capital de la plurinacionalidad, la persistencia en organizarse bajo una estructura cómica (tal como la entiende Aristóteles) exhibe las obstinaciones encontradas de todo discurso de poder.

La estructura de lo que narra la comedia clásica se inicia con una situación de estabilidad, la cual es trastornada; sin embargo, el orden se restituye siempre y la situación feliz triunfa. Ésta es en última instancia la estructura de la narración del proceso de cambio y puede ser traspuesta a cualquiera de sus narraciones en cualquier periodización; por ejemplo, el relato histórico de cómo Bolivia llegó hasta el proceso o la superación del momento del “empate catastrófico” de 2008, o, en fin, la crisis de identidad durante el TIPNIS.

Para narrar cualquier relato del proceso se ha construido tenazmente un discurso incrustado en la plurinacionalidad. Discurso que no discurre y, como se dijo, sino que persiste siempre igual a sí mismo.

La plurinacionalidad organiza hasta la enunciación de sus detractores; sin embargo, cualquier disenso en aspectos inferiores al eje del discurso de lo plurinacional y que no lo ponen en riesgo (un ejemplo entre muchos: Carlos Mesa al pronunciarse contra la modificación a la Constitución) es asumido como un trastorno al equilibrio que puede hacer que la comedia representada devenga en tragedia (por ejemplo, los portentos vicepresidenciales o el supuesto retorno “irrevocable” de la partidocracia). La repetición de este mecanismo torna al discurso de lo plurinacional en el enunciado de lo plural-unívoco.

Con tal discurso de lo único-plural se construye “el milagro de la unanimidad” (J. Scherer) y lo fragmentario es exiliado de la República —contradiciendo la plurinacionalidad. La cifra del equilibrio que hará que la estructura cómica siga su curso y no se altere el orden inicial es entonces hacer parecer que el milagro de la unanimidad es cosa de todos los días, todo mientras se pregona y presume la diferencia.

Lo que se rebela y revelan 10 años del mecanismo discursivo de lo plural-unívoco es entonces la feliz imagen de su claro-oscuro, de su atronador silencio; es decir, de su condición de antitético.