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Una década de política exterior

La política exterior de un Estado es un barómetro, así como la continuación de su situación interna, de sus aspiraciones y potencialidades. La coherencia, ejecución y proyección de esta política puede medirse tanto en su capacidad de influir en el desarrollo de los acontecimientos internacionales como en la consecución de los logros materiales y simbólicos para beneficio propio.

A lo largo de estas líneas intentaremos hacer una evaluación de la política exterior boliviana en los 10 años de la presidencia de Evo Morales. Para lograr ese objetivo, resulta imprescindible ubicar los parámetros de ese examen en los siguientes escenarios: ¿cómo se recibió el país en términos de sus relaciones internacionales?; ¿cómo se administraron las crisis internacionales o las nacionales con consecuencias fuera de nuestras fronteras?; ¿qué propuestas bolivianas se efectivizaron en el escenario internacional?; ¿cuál es el legado de esta década?; y finalmente, ¿cuáles son los desafíos que deja lo hecho hasta ahora?

NEOLIBERALISMO Y SOBERANÍA. El periodo marcado por las presidencias de Paz Estenssoro, Paz Zamora, Banzer, Quiroga y Sánchez de Lozada estuvo caracterizado por la nula acción soberana, la narcotización de la política exterior, la subordinación a las políticas de privatización y reformas del Fondo Monetario Internacional (FMI), y el sometimiento a la doctrina de seguridad de Estados Unidos.

No son una fábula las vergonzosas peregrinaciones de políticos, policías y militares a la embajada estadounidense para recoger una certificación de buena conducta que les permitiera ocupar un cargo o ascender de grado. Tampoco son un invento las denuncias de que soldados extranjeros tenían mando sobre las tropas bolivianas y que los embajadores estadounidenses eran los “componedores” de las disputas políticas internas.

Durante esos años, la política exterior boliviana se sumaba al coro y entonaba discursos de acuerdo con lo determinado por Washington. La dependencia y subordinación no impidió que Bolivia salga de la estigmatización marcada por la inestabilidad política, el narcotráfico y la pobreza extrema. Sin embargo, durante la etapa de privatizaciones, Bolivia aparecía en el escaparate de las instituciones de Bretton Woods como un disciplinado alumno de las políticas neoliberales.

Durante dos décadas, la política exterior boliviana estuvo subordinada a su relación con Estados Unidos. Luego, no sobra decir que si no se ejerce la soberanía, es imposible la construcción de una política exterior propia. Por tanto, la presencia boliviana en la dinámica de los foros internacionales fue casi nula.

PROCESO DE CAMBIO. Después de 10 años de iniciado el proceso de cambio y a la luz de la situación de nuestra política exterior en el periodo anterior, es evidente que existe una transformación dinámica tanto en las tácticas como en las estrategias de nuestra relación con la comunidad internacional.

En pocas palabras, son dos las claves para entender la nueva dinámica de la política exterior boliviana. La primera es el diseño de un horizonte alternativo al capitalismo que nace de las experiencias de nuestra plurinacionalidad: el vivir bien. La segunda clave está representada por la forma a través de la cual se caminará hacia ese horizonte movilizador: la diplomacia de los pueblos.

Esos postulados no pasarían de la retórica sin la posibilidad de contar con la base ideológica y material para mantener una política exterior verdaderamente soberana. En el caso boliviano, la base ideológica se sustenta en la trilogía muchas veces planteada por el presidente Evo Morales: anticapitalismo, antiimperialismo y anticolonialismo. Por otro lado, sin lugar a dudas, la base material que permitió las condiciones para la expansión de las propuestas de la diplomacia boliviana, es la nacionalización de los recursos estratégicos.

La nacionalización permitió en primer lugar romper con los vínculos de dependencia no solo con Estados Unidos en materia de lucha contra las drogas, sino que también posibilitó que el país diseñe su propio modelo económico liberado de las exigencias del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM).

La nacionalización, como en la teoría del big bang, es el fenómeno político-económico que permitió que Bolivia expanda sus capacidades en todas las dimensiones, incluida la construcción de una política exterior soberana.

De esta forma, los patrones de subordinación con Estados Unidos fueron desmantelados con diversas medidas: la materialización de la fórmula “un cato por familia” (ya iniciada durante el gobierno de Carlos Mesa), la exitosa reducción de cultivos de hoja de coca con control social y en respeto a los derechos humanos, la expulsión de la DEA (Drug Enforcement Administration), la nacionalización de la lucha contra las drogas y la expulsión del Embajador de Estados Unidos cuando se demostró su injerencia en un momento de una severa crisis interna.

RELACIONES BILATERALES. Las relaciones entre Estados tienen distintas dimensiones. La bilateral, además del relacionamiento político, incluye el intercambio comercial y tecnológico, las posibilidades de apertura de mercados y el tránsito de personas.

En este ámbito, Bolivia construyó relaciones de manera soberana, sin permitir que las presiones externas las condicionaran. Se sabe que hubo insistentes exigencias para que Bolivia no establezca relaciones con la República Islámica de Irán y Palestina, así como también no profundizarlas con Cuba y Venezuela. Sin embargo, ninguna presión o exigencia determinaron las decisiones de nuestra política de relacionamiento bilateral.

Sin duda, las afinidades político-ideológicas pueden hacer de esas relaciones mucho más fluidas. Sin embargo, esta dimensión de la política exterior requiere claridad de objetivos y capacidad en la construcción de esas relaciones. Dos ejemplos nos permitirán comprender cómo Bolivia ha encarado durante la última década su relacionamiento bilateral. La relación entre Bolivia y Paraguay es particularmente importante debido a que, independientemente de posiciones ideológicas, se ha construido un fuerte vínculo con madurez, respeto y beneficio mutuo.

El otro ejemplo está en Europa: la relación Bolivia-Austria. Ésta ha estado marcada por la compatibilidad personal entre los presidentes Morales y Heinz Fischer, y ha tenido resultados concretos: en términos políticos y de seguridad, la posibilidad de que el avión presidencial pueda tener un lugar de aterrizaje durante el bloqueo impuesto por otros países (2013); en términos de desarrollo, el seguimiento personalizado de los dos presidentes ha permitido materializar en corto plazo el proyecto del teleférico en la ciudad de La Paz. También es posible abundar en otros ejemplos con beneficios compartidos, como las relaciones con Francia, Alemania, Rusia y China.

ORGANISMOS. Distintos esfuerzos, iniciados incluso antes de 2006, han impulsado el desarrollo de un diverso y complejo sistema regional de integración. En distintas velocidades y con resultados también diversos, América Latina y el Caribe vive una fecunda etapa de construcción de una identidad e institucionalidad propia. Esa identidad, en parte, ha sido construida en respuesta a que la Organización de Estados Americanos (OEA), en distintas situaciones, no representaba los intereses regionales, sino que perpetuaba ciertas lógicas neocoloniales.

Muchos opositores al proceso de cambio critican la pertenencia a la Alianza Bolivariana  para los Pueblos de Nuestra América (Alba). Sin embargo, es precisamente el escenario de integración que más representa los principios, medios y objetivos del proceso boliviano, pues, a través del Alba se han logrado posiciones comunes en foros internacionales, genuinos espacios de complementariedad y de solidaridad. En efecto, gracias al Alba, y particularmente a la solidaridad cubana y venezolana, mejoramos nuestros índices de salud y en educación, entre otras aspectos, logramos erradicar el analfabetismo.

La Comunidad de Estados de Latinoamérica y del Caribe (Celac) y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) son las iniciativas de integración más audaces. La primera, aunque a paso lento por su diversidad, es la apuesta regional más osada. La segunda, con un ritmo más acelerado, ha logrado suplir el rol de árbitro de controversias que la OEA tenía. En el caso boliviano, fue de utilidad para superar la crisis de 2008 durante el intento de golpe cívico-prefectural. El rol de Unasur será cada vez más protagónico y también el de Bolivia al ser sede de su parlamento. En ambos casos, Bolivia pondrá nuevamente a prueba su liderazgo cuando, a muy corto plazo, le toque ejercer las presidencias pro témpore de ambas organizaciones.

MULTILATERALISMO. El paradigma del “vivir bien” ha tenido en la ONU el mejor escenario para su difusión y materialización en términos de normas de ese sistema. Entre los logros más significativos podemos mencionar los siguientes: la aprobación de la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas, el reconocimiento del Derecho Humano al Agua y la incorporación de la terminología referida a la Madre Tierra en las discusiones sobre desarrollo y cambio climático, además del continuo trabajo en el reconocimiento de los derechos de la Madre Tierra.

Un apartado especial merece lo hecho en torno a la revalorización de la hoja de coca. La osada propuesta jurídica de incorporar una reserva a la Convención de Viena de 1961 para la defensa de la práctica del acullicu tuvo un éxito que abre la brecha para alcanzar el objetivo final de la despenalización de la hoja en su estado natural.

En cuanto a seguridad alimentaria, la iniciativa del presidente Evo Morales para la declaratoria de 2013 como Año Internacional de la Quinua permitió la promoción del producto que redituó en una comercialización mayor con efectos positivos sobre todo a favor de los productores. Probablemente, el escenario de mayor visibilidad internacional de Bolivia se produjo en 2014, cuando Bolivia presidió el Grupo de los 77 más China, el más grande e importante de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Esta presidencia tuvo como aspectos destacados la realización de la Cumbre de jefas y jefes de Estado y de Gobierno, en Santa Cruz de la Sierra; la aprobación de la Declaración de Santa Cruz que marcó la hoja de ruta del Grupo para las discusiones sobre desarrollo y cambio climático; y las decenas de resoluciones y negociaciones llevadas adelante en representación del grupo. 

La Declaración de Santa Cruz permitió al grupo mantener posiciones firmes en diversos temas económicos y financieros. Entre ellos, la oposición a los fondos buitre. Esa postura derivó en la aprobación de tres resoluciones de la ONU y la conformación del Comité Especial de la Asamblea General para los Procesos de Reestructuración de Deuda Soberana, presidido por Bolivia en 2015. Ese Comité elaboró un conjunto de principios para estos procesos que ahora forman parte del derecho internacional.

En esa misma línea, durante 2015 Bolivia promovió una resolución, aprobada por unanimidad, sobre administración pública que incorporó el reconocimiento a los valores ancestrales del Ama Sua, Ama Quilla y Ama Llulla. Esta iniciativa será complementada con un encuentro internacional sobre la materia que se realizará en Bolivia durante 2016. Asimismo, la claridad y liderazgo de Evo Morales, los aportes intelectuales de Álvaro García y el trabajo de David Choquehuanca han sido determinantes para consolidar la presencia boliviana en el mundo.

En conclusión, distintas condiciones internas y externas determinan la política exterior de un Estado. Pero, ante todo, es la suma de decisiones basadas en los principios que el Estado sustenta en el marco de una determinada correlación de fuerzas. En ese sentido, todo depende del liderazgo y de las condiciones materiales, en nuestro caso expresadas por la estabilidad política, el desarrollo social y la prosperidad económica.

Después de 10 años, Bolivia tiene una política exterior independiente y soberana. El país goza de una muy buena imagen, de visibilidad global y de la capacidad demostrada de influir en el desarrollo de los acontecimientos internacionales. Bolivia ha construido y ha propuesto al mundo, desde su identidad y circunstancias, modelos exitosos que se enfrentan a la lógica imperante, tanto en materia de lucha contra el narcotráfico como en la economía, lucha contra la pobreza y reducción de la desigualdad. Evo Morales ha conducido la década más exitosa de la historia de la diplomacia boliviana.