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‘Camila’, líder de las trabajadoras del hogar

Circula la obra testimonial de Casimira Rodríguez Romero, Camila: Memorias de la militancia política en el trabajo asalariado del hogar (Editorial Kipus, 2015) transcrita y editada por Coni López. La educadora, activista feminista e indigenista mexicana Coni López Silva conoció a Casimira en México en 2007, oportunidad en que recogió su testimonio. Durante dos años se ocupó de “transcribir lo que ella le contara, ordenarlo y seleccionarlo para ofrecer un texto histórico, una perspectiva personal, un sentir íntimo y profundo, sobre su experiencia organizativa como lideresa del gremio de las trabajadoras del hogar en el plano local, regional, nacional y continental, pero también como ministra de Estado”, con la idea de socializarlo “para que sirviera de inspiración a las compañeras trabajadoras del hogar mexicanas”. La obra de 513 páginas incluye un valioso archivo fotográfico de 123 registros.

Las “sirvientas”: resabio colonial de un mundo sórdido. Camila, nos aproxima a la azarosa vida de las mujeres indígenas que migran del campo a las ciudades a engrosar los ejércitos de “empleadas domésticas”, más propiamente “trabajadoras del hogar”.

Aun hoy, miles de mujeres reproducen un nefando ciclo que inician casi niñas —o muy jóvenes— y concluye, generalmente, como oficio, cuando no como una profesión múltiple y variada de sirvientas, empleadas, nanas, e incluso nodrizas. Estas valerosas mujeres han criado generaciones de hombres y mujeres. Muchas experimentaron la cruel herencia patriarcal, al ser usadas inclusive como parte de la vida sexual de patrones, o de sus vástagos que veían a estas jóvenes atemorizadas, inocentes e ingenuas como extensión natural de la propiedad de sus padres y, por ello, podían experimentar, incluso, sus primeras experiencias sexuales. 

Ese sórdido mundo, resabio de la cultura patriarcal colonial, en el que se desenvuelve la existencia de trabajadoras del hogar, uno de los sectores más vulnerables de la sociedad, se desmorona por la labor de temerarias mujeres que han abierto brecha en el mundo sindical, hasta arrancarle a la clase política las primeras leyes sociales de protección y salvaguarda.

Camila: de empleada doméstica a Ministra de Justicia. ¿Quién es Casimira Rodríguez? Se autodefine feminista (“soy una mujer que lucha por nuestros derechos”), socialista (“pienso que el bienestar de las demás compañeras también es mi bienestar”) e indigenista (“por mi experiencia personal como mujer indígena”).

Casimira Camila Rodríguez Romero, mujer de origen indígena-campesino, nació en la comunidad de Paredón (provincia Mizque de Cochabamba), el 21 de octubre de 1966. Desde muy joven trabajó como trabajadora del hogar, descollando luego en la dirigencia de ese sector laboral, uno de los más desprotegidos y vulnerables de nuestra sociedad. Fue fundadora del Sindicato de Trabajadoras del Hogar de Cochabamba e impulsó la formación de sindicatos en el país, que hasta entonces (1990) era uno de los sectores asalariados con menor grado de organización. Su condición de dirigente natural la llevó a organizar la Federación Nacional de Trabajadoras del Hogar de Bolivia (Fenatrahob), desempeñando un rol protagónico y liderando el movimiento latinoamericano como secretaria ejecutiva de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Trabajadoras del Hogar (Conlatraho).

Su trayectoria sindical, reconocida en el ámbito internacional, le mereció el “Premio Mundial Metodista por La Paz”, otorgado por el Concilio Mundial Metodista (2003).

Militante del proceso de cambio, impulsó la formación sindical y política de un nuevo liderazgo nacional. Por sus méritos, en reconocimiento a su experiencia y trayectoria sindical y política, fue designada Ministra de Justicia en el primer gabinete del presidente Evo Morales el 22 de enero de 2006. Su cargo se prolongó hasta el 21 de enero de 2007.

Por primera vez en la historia política de Bolivia, una mujer que ejerció como trabajadora del hogar (“empleada doméstica”) accedió
a un ministerio.

OBRA. El contenido de la obra testimonial abarca la vida personal y la trayectoria sindical de Casimira Rodríguez, desde “los orígenes en Mizque” y su inserción en el mercado laboral al que califica como “esclavitud moderna en Cochabamba”. Le otorga especial interés a su participación en el sindicato de Cochabamba, preámbulo para su incursión en la organización de los Sindicatos de Trabajadoras del Hogar en Bolivia, inicio de la larga lucha por la promulgación de la Ley de Trabajadoras del Hogar, que culmina con la organización de la Federación Nacional de este sector, inexistente antes de su liderazgo.

La rica experiencia en la dirigencia nacional le permite incursionar en el ámbito latinoamericano, considerando la organización laboral en Bolivia como un modelo para impulsar la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar, de la que es dirigente, reflejando sus aportes en “la experiencia de gestión latinoamericana y caribeña”. Cierra el primer libro de su obra un relato sobre su participación en “el Ministerio de Justicia de Bolivia”. Pone al desnudo la difícil situación que confrontó en el gabinete ministerial y dentro de su propio ministerio, en una época en la que prevalecía la cultura patriarcal y una franca tensión creada por la condición humilde de la primera ministra de Justicia. El libro dos está lleno de “anécdotas y crónicas de viajes internacionales”, las “memorias de Congreso”, tanto nacionales de la Fenatrahob como los congresos internacionales de la Conlatraho.

EPÍLOGO. El temple de Casimira Rodríguez tiene base en su doble visión del mundo: la que viene desde su formación cristiana y aquella que adquirió en la escuela política como militante del proceso de cambio, ambas guían su praxis. La obra abarca 500 páginas, lo que en cierta medida la torna densa, pero por el estilo coloquial y testimonial con el que fue redactado, puede leerse sin dificultad. Su testimonio nos transporta a hechos y lugares en los que fue protagonista. El valor de la obra radica en su calidad testimonial que debe ser vista como fuente primaria, aunque necesariamente debe ser contrastada con otras fuentes, debido a que es una visión personal.

El testimonio, transcrito a la palabra de la autora, Casimira Rodríguez, una mujer de origen indígena-campesino que ha incursionado en el liderazgo latinoamericano de las mujeres trabajadoras del hogar, tiene la virtud de visibilizar al sector de trabajadoras del hogar, hasta hace poco invisibilizadas por propios y extraños.