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Polémica sobre el Carnaval de 1879

La famosa y hasta patética historia boliviana del Carnaval de 1879, con un presidente “ocultando la noticia de la invasión chilena a los puertos bolivianos para dedicarse a los festejos carnavaleros” ha calado hondo y por varias generaciones en el imaginario colectivo. Por lo tanto, es necesario (a más de un siglo del episodio histórico en cuestión) hacer algunas consideraciones que creo son imprescindibles.

Para empezar, es importante considerar que los tirajes de los periódicos bolivianos en 1879 eran mínimos (entre 200 y 300 por entrega), no existía la idea de circulación nacional, habiendo solo ediciones locales de ciudades y pueblos. Con todo, la opinión pública con una educación mediana sabía desde 1878 que en cualquier momento Chile desencadenaría un conflicto bélico contra Bolivia, Perú y Argentina.

Además, el Gobierno boliviano, el 14 de febrero de 1878 (un año antes de la invasión a Antofagasta), ya había dado un ultimátum a la Compañía de Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta (empresa privada de capitales chilenos y extranjeros) para el pago de 10 centavos de gravamen por quintal explotado en territorio boliviano.

Durante todo un año (1878) el presidente Hilarión Daza, su gabinete, cuerpo diplomático, intelectuales, militares y el pueblo en su conjunto supieron que en cualquier instante estallaría un conflicto armado contra Chile; y de la misma forma se sabía en Perú. Es importante esta puntualización para desechar una vez más las ideas románticas y cinematográficas de la “invasión sorpresa”, o del famoso chasqui corriendo maratónicamente desde Tacna a La Paz y llegando “justamente” el martes de Carnaval en la noche (25 de febrero de 1879) cuando ya faltaban pocas horas para el miércoles de ceniza; desconociendo con esto que desde la batalla de Ingavi (1841) ya existía en Bolivia una empresa de correo y que cubría todas las rutas nacionales e internacionales con dos servicios: el Propio y el Extraordinario; por lo que resulta contrario al sentido común que 40 años después, el Estado boliviano y sus ciudadanos siguieran confiando en la eficacia y puntualidad del  servicio de chasquis de los tiempos precolombinos, antes de la llegada del caballo al continente.

Otra consideración aún más puntual y específica es que el buque chileno Blanco Encalada ya se encontraba al frente del puerto de Antofagasta, en aguas territoriales bolivianas, el 6 de enero de 1878, cincuenta días antes de la invasión del 14 de febrero, vale decir… que el pueblo boliviano sabía o por lo menos presentía los hechos.

Durante el juicio de responsabilidades iniciado contra el expresidente Daza (en su ausencia) y su gabinete por malas decisiones y errores cometidos durante la Guerra del Pacífico (inclusive acusándolo de “traidor a la patria” por el episodio de la retirada de Camarones), los detractores de Daza hicieron hincapié en que: “el presidente Hilarión Daza ocultó la noticia de la invasión chilena para seguir festejando el Carnaval”. Esta disparatada acusación, sacada de los pelos en ese momento, sembró lo que sería una de las versiones más oscuras y sesgadas de la historia de la Guerra del Pacífico, pues hasta nuestros días existen escritores y autores que siguen sosteniendo la versión, y casi una totalidad de ellos en el Perú.

Es importante considerar que desde los tiempos del Alto Perú, el Carnaval tuvo y aún tiene, acaso con más fuerza, una importancia capital desde los puntos de vista sociológico, antropológico, religioso y hasta económico. El Carnaval representa un tiempo de disipación que mediante jolgorios, bailes, disfraces y “farras” por unos cuatro días, el pueblo se relaja escapando así de las preocupaciones y la propia cotidianidad.

Por lo que revisando los tantos episodios cruentos de nuestra historia, que si bien registran numerosos alzamientos, revoluciones, asonadas, ninguno de éstos se produjo en los días cercanos o del mismo Carnaval, como sí ocurrió en otros países.

Y aquí nos hacemos esta pregunta: “¿si el general Daza hubiera suspendido los carnavales de 1879 para declarar la patria en peligro, acaso el pueblo hubiera obedecido esta suspensión?”

Estoy seguro que no, por lo que me viene a la mente un episodio más reciente: la entrada del Carnaval orureño de 2014, cuando se desplomó una pasarela causando varios muertos y heridos a participantes y espectadores, por lo que las autoridades departamentales y las organizadoras del Carna-val de Oruro suspendieron esta entrada folklórica, pero fue imposible cumplir la medida porque miles  de bailarines y espectadores querían seguir “jolgoreando” y farreando, por lo que no permitieron tal suspensión.

Entonces, ¿por qué seguimos a más de 130 años de distancia, acusando al general Daza y su gabinete de no haber suspendido el Carnaval versión 1879, si “igualito nomás” al pueblo le hubiera valido lo que se dice un “pepino”?