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Las estrategias del referéndum

En medio de la lucha ideológica dentro de la mayoría histórica, y en el contexto del referéndum, existió una coincidencia fundamental: el liderazgo símbolo de Evo Morales es la expresión del cemento de unidad. Las organizaciones sociales plantearon la necesidad de mantenerlo, y la estrategia del Sí se emprendió tanto desde el éxito de la gestión como del horizonte de país rumbo a la Agenda 2025. Algunas organizaciones, sin embargo, re-conocieron autocríticamente que en 10 años no se había avanzado en el potenciamiento de nuevos liderazgos nacionales.

La oposición, por su parte, planteó su estrategia tanto desde la necesidad de la alternabilidad democrática como argumento central como desde la “ambición de dos personas” (Evo Morales y Álvaro García) que buscaban quedarse en el poder.

La campaña oficialista. En el Movimiento Al Socialismo (MAS) no terminamos de entender el nuevo contexto político del referéndum y repetimos la campaña electoral de la victoria anterior: subrayar la gestión y la inexistencia de propuesta alternativa; una vez más se movilizó más a los funcionarios públicos que a las organizaciones sociales; los portavoces siguieron siendo los mismos funcionarios y no los dirigentes sociales; se pretendió minimizar el papel de los medios de comunicación social y de las redes sociales; se puso en evidencia que a 10 años del proceso no se ha realizado una autocrítica para continuar, así como se vio la gran carencia en la formación política de una mayoría que apoya, pero que se ha hecho silenciosa. Aún en esas condiciones y con una mala campaña se logró un 48,7% de voto duro, militante y que sigue a pesar de la acción opositora.

La campaña opositora. La diversa oposición se posicionó a partir del descontento ciudadano de las ciudades, de los disidentes del MAS y, en pequeña proporción, de los partidos opositores que luego pretendieron apropiarse del triunfo del No. Sin embargo, estos partidos políticos, con fuertes ligazones con las fuerzas reaccionarias internacionales, fueron el canal para generar una estrategia electoral, con recursos humanos y materiales que demostraron que no se improvisaba, sino que se había planificado cada uno de los golpes mediáticos.

El apoyo externo es entendible dentro la estrategia geopolítica del Norte, frente al único gobierno que aún persiste en su planteamiento progresista. Las declaraciones y los aprestos de movilización junto a la renovada agresividad racista en los medios dan cuenta de que el objetivo luego de 10 años y de manera directa es el de finalmente desmoronar moralmente el liderazgo evista. De esta manera se han planteado todas las condiciones para el llamado “golpe blando”.

La estrategia de la oposición. El equipo de asesores mediáticos junto a Wálter Chávez (asesor del MAS durante nueve años y en todas las campañas) plantearon el dilema ‘Evo líder público’ versus ‘La vida privada de Evo’, urdiendo la trama del nexo de corrupción entre ambas dimensiones a través de la guerra sucia. Buscaron que el ciudadano se concentre en la “noveleada” dimensión personal antes que en las transformaciones que ha tenido el país.

Finalmente, los opositores redituaron la lucha planteada en 2006 y 2008, buscando destrozar la imagen simbólica del sujeto histórico “indígena originario campesino” representado por Evo, evidenciando que la mirada colonial y discriminadora aún persiste en varios sectores de clase media que se sienten desplazados de las esferas del poder.

¿Golpe blando? El Gobierno ha demostrado que no existe una relación entre Evo y la corrupción denunciada por la oposición, aunque la reacción fue tardía, como reaccionando ante un ataque artero que no se esperaba, y peor aún entrando a explicaciones que dieron lugar a una novela por capítulos, donde el guionista opositor decidía el papel del “malo oficialista” y del “bueno opositor-víctima”, donde no faltaron los héroes de los medios de comunicación, que ayudaron primero a enlodar el escenario para finalmente victimizarse y seguir con la tragicomedia política.

Por supuesto, nunca se resaltó por parte de los opositores, y quizás muy tímidamente desde el oficialismo, que el Presidente había pedido desde 2009 que se levante el secreto bancario en su caso, transparentando cualquier sospecha sobre su responsabilidad en la gestión pública. Tampoco se destacó que se había procesado la boleta de garantía de la empresa china CAMC antes de los ataques mediáticos, y que, luego, se ha empezado un proceso de investigación con una comisión parlamentaria, que se ha encarcelado a varios funcionarios públicos que al parecer han hecho uso indebido de bienes para favorecimiento de intereses privados. Sin embargo, la ofensiva persiste en el plano político mediático, buscando victimizar a algunos portavoces de la estrategia, que han tenido y tienen toda la posibilidad de seguir emitiendo su opinión, pero éstos, haciendo uso de su “libertad de expresión”, pretenden movilizar a la “ciudadanía” para frenar la “dictadura”, a través de acciones callejeras y la persistente agresión en los medios de comunicación y las redes sociales. Es la aplicación del golpe blando con la receta venezolana.

El camino de la autocrítica. Lo dicho no quita, una vez más, la necesidad de profundizar el proceso de autocrítica interna y el fortalecimiento político de nuevos liderazgos, tareas a ser emprendidas. Tampoco quita el que entendamos que el líder histórico en este proceso de transición revolucionaria es también un líder en su propia construcción personal revolucionaria, como todos en este proceso. Que es capaz de enojarse y patear al oponente en un partido de fútbol, que se deprime y se alegra, que a pesar de los avances político-institucionales mantiene actitudes machistas y que obra como la mayoría de los hombres bolivianos. Sin embargo, nadie puede dudar de que represente el cambio de época histórica que ha vivido el país en estos años. Y que sigue siendo el cemento de unidad popular que necesitamos.

El Sí de lo que viene. El proceso de cambio sigue y la lucha continúa, por eso debemos asumir la autocrítica como método revolucionario de ajuste colectivo del proceso. Necesitamos deliberar el proceso para retomar el papel protagónico de las organizaciones sociales y del sujeto histórico, esto acompañado de un rearme ideológico y la formación política de nuevos liderazgos. Debemos prestar especial atención a la reafirmación del voto duro que es la militancia fundamental del proceso. Necesitamos, en esta nueva etapa, visibilizar el proyecto político del Socialismo Comunitario más allá de los liderazgos, recuperando el sentido movilizador de la política revolucionaria y de la ética del compromiso; para eso es necesario generar escenarios responsables y propositivos para la lucha ideológica en la diversidad de la mayoría.

Por su parte, la oposición en esta Democracia Intercultural que construimos deberá ser capaz de proponer proyectos alternativos de país, democratizando su estilo de construir poder colectivo y de manera incluyente, porque este país no volverá atrás.