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Estado chileno, el complejo de víctima de un agresor histórico

Los complejos, como perturbaciones del comportamiento, se sabe, son propios del psicoanálisis; en absoluto se podría pensar que fueran parte del periodismo, la historia o, mucho menos, de la diplomacia. Sin embargo, en la manera de presentarse el Estado chileno con relación a los diferentes temas pendientes con Bolivia, hay una constante en su postura muy cercana a lo que se conoce justamente como complejo. Quiere Chile —por lo menos desde la década del 60, en que la política marítima boliviana se centró en insertar las controversias con el vecino país en foros internacionales— hacerse ver como una víctima de constantes agresiones bolivianas. El último ejemplo de esto fue el anunciado juicio de Bolivia por el uso ilegal —alega— de las aguas de los acuíferos del Silala.

El anuncio del presidente Evo Morales de un juicio sobre el Silala puso al Estado chileno otra vez en su posición de país agredido, que debe defenderse de los ataques bolivianos. Este gesto, como se dijo, tiene ya larga data. No obstante, tampoco se puede obviar la existencia de un imaginario social en Bolivia que quiere achacar a Chile toda la culpa de su retraso, cosa que sería absolutamente excesiva; aunque esta percepción está cada vez menos difundida. En el presente artículo, con todo, no se habla de imaginarios colectivos sino de una pose de víctima específica que solo es atribuible al Estado chileno.

El diplomático Andrés Guzmán describe así el gesto estatal: “Chile cada cierto tiempo adopta la postura de decir que Bolivia es un país agresivo, inconforme con los tratados que ha suscrito y además mal agradecido. Chile cree ser un país muy generoso con Bolivia”.

Bolivia nunca invadió, nunca desvió un río de curso internacional como el Lauca, nunca usó recursos naturales de Chile (como en el caso Silala por parte de éste) y menos sembró de minas antipersonales la frontera; sin embargo, Santiago se siente agredido cuando Bolivia acude a mecanismos de solución pacífica de controversias. A continuación se verán algunos ejemplos que ilustran la postura de víctima que el Estado chileno de común adopta.

SILALA. Decir que el Silala es un río es tan inexacto como decir que Chile se defendió de una invasión boliviano-peruana en 1879. Afortunadamente, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) ya puso en su lugar los hechos históricos diciendo que fue Chile quien declaró la guerra (dato técnicamente menos relevante que la realidad de la invasión a Bolivia sin declaración).

En respuesta al anuncio de juicio por las aguas de los acuíferos, la presidenta Michelle Bachelet dijo: “el pueblo de Chile rechaza este nuevo acto poco amistoso”. La repuesta del canciller Heraldo Muñoz fue aún más dura, pues mezcla la posición del agredido y el agresor: “Vamos a defender nuestros intereses con todo”, lo que puede llegar incluso a leerse como una amenaza que excede los modos pacíficos de arreglo de controversias entre Estados. Se ve cómo el Estado chileno se quiere mostrar como víctima.

VIDEO. Cada 23 de marzo Chile se coloca a la defensiva a la espera de los discursos, quisiera que Bolivia dejara de reclamar cada año que el mayor tema pendiente entre ambos (el mar) no ha sido resuelto. Previendo los discursos por la reintegración marítima de Bolivia, un día antes del 23 de marzo de este año, Santiago presentó un video que en el fondo sintetiza el complejo de víctima y la idea de que Bolivia paga muy mal la “generosidad” chilena.

El video tiene como idea central que “en la frontera todos (bolivianos y chilenos) somos uno”. (https://www.youtube.com/watch?v=p24iAEsWzQw&feature=youtu.be)
1. Se muestra una homogeneización que cualquiera que haya cruzado esa frontera por tierra sabe que es lejana a la verdad.  El mensaje es atribuido al discurso de bolivianos residentes en el norte de Chile, quienes hablan muy bien del país al que emigraron. Las expresiones son de gratitud con quien los recibió. Los entrevistados expresan que con el tiempo han desarrollado un sentido de pertenencia.

2. En determinado momento el video se centra en las condiciones de  igualdad con que Chile daría educación superior al migrante. La discriminación no existe, dicen.

3. Una tercera parte muestra el tema del libre tránsito en el puerto de Arica, donde el gerente de la empresa portuaria dice que hay “una muy buena relación” sobre todo con los choferes del transporte pesado boliviano.
Paréntesis. Tener una “buena relación” no se refiere sino remotamente al cumplimiento del libre tránsito; sobre el cual, al ser ejecutado deficientemente a causa de medidas arbitrarias, como el desconsolidado extraportuario, no se estaría negociando soluciones en la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi).

4. El video vuelve a la educación, pero esta vez primaria; se filma en la Escuela España del valle de Azapa, Arica. Una mayoría de los estudiantes no son chilenos y allí se enseña el aymara y “se integra” a los tres países” (Bolivia, Chile y Perú).

“Soy boliviano, pero amo a Chile”, termina diciendo un entrevistado.

El mensaje final quiere que el receptor se pregunte: “¿por qué Bolivia paga tan mal a Chile, si éste es un país tan generoso con los bolivianos?”. Se pretende borrar los temas pendientes derivados de agresiones chilenas, es decir se vuelve a la victimización del Estado chileno.

MIGRANTES. En primer lugar, es ampliamente conocido que el trato igualitario al migrante no es algo de qué presumir, si se consideran los tratados internacionales que hacen que esto sea una obligación. En segundo, hay que prestar atención especial al tema educativo, sobre todo a la luz del trabajo de un premio nacional de historia de Chile, Sergio González y su texto titulado El poder del símbolo en la chilenización de Tarapacá. Violencia y nacionalismo entre 1907 y 1950. Es en este punto en que más se densifica el rol de víctima que el Estado chileno quiere representar y se relaciona al punto 4 del video.

El autor habla de la simbología patriótica en el currículum escolar de la región norte de Chile, a modo de “currículum oculto”, y analiza sus efectos en el cambio cultural de la población regional. Según el autor: “el tema del nacionalismo en Tarapacá pasa a ser prioritario en las relaciones sociales intra e intergrupos regionales”. Es decir que con ese nacionalismo se explica las declaraciones de bolivianos acogidos, lo que no está mal y a quienes no se juzga en absoluto.

En realidad, lo cuestionable es saltar ese proceso de violencia simbólica y discriminación, con lo cual se llegó a un punto en que se quiere hacer ver como una dádiva una convivencia normal (lo cual es también violencia). A principios de siglo, tras un proceso “compulsivo” de chilenización, dice González, se quiebra la unidad de la clase obrera que existía por ejemplo durante la masacre en la escuela Santa María de Iquique (1907), cuando hubo una unión entre trabajadores salitreros bolivianos, chilenos y peruanos, todos en huelga.

“Después de eso el Estado desplegará el nacionalismo, sus banderas y símbolos patrios para disciplinar a todo el cuerpo social, y homogeneizar culturalmente según las virtudes y defectos del carácter del chileno.” Así comienza a desaparecer esa unidad de clase entre obreros de los tres países vecinos.

Sucede entonces, como síntoma, que el movimiento obrero chileno se vuelve casi “hasta racista contra los enganches bolivianos en los momentos de crisis y, peor aún, en los momentos de huelga. Según testimonios, le ponían ‘polleras’ a los crumiros (crumiro, persona que no acata una huelga) bolivianos. Los aymaras de los valles altos y del altiplano difícilmente ‘se ganaban’ el derecho de ‘ser chilenos’ en los campamentos de la pampa”.

De acuerdo con este premio nacional de historia de Chile, la escuela pública juega un rol central en el proceso de chilenización. Este no es un dato menor si se recuerda el énfasis que pone el video de Muñoz en la escuela España (donde casi todos los alumnos son extranjeros, según el testimonio de una de las profesoras).

ESCUELA. “La escuela pública se instaló en la pampa desde inicios de siglo y en valles de precordillera a partir de 1930, ambos espacios con mucha presencia de ‘población tarapaqueña de origen peruano y boliviano’. Esta escuela marcará un cambio cultural en la región, desde la llegada de los ‘alfabetizadores’ (comienzos de siglo) encargados de enseñar a leer y escribir (…) hasta la formación de los maestros ‘chilenizadores’ en la Escuela Normal de Antofagasta, entre 1946 a 1950”.

Desde entonces, los símbolos patrios de Chile y el discurso nacionalista, continúa el autor, “se transforma también en currículum, sea en el acto cívico de los lunes o en las fiestas patrias, sea en el aula a través del Programa de Ciencias

Sociales o por medio de las opiniones personales del profesor. Este ‘currículum oculto’ será, en definitiva, para el niño pampino (y posteriormente para el niño aymara) la enseñanza que quede más arraigada en su personalidad”.

El resultado bien lo dice González: “Quienes están en el ‘campo del poder simbólico’ pueden generar discursos ‘normalizadores’, es decir de control social, al hacer creer a los usuarios del discurso que ‘forman parte del argumento’”.

Esta última cita es clave para comprender a algunos de los bolivianos que aparecen en el video de Muñoz. El discurso de poder les persuade de que son parte del “argumento” de la razón patria chilena. La violencia está en que el mensaje del video hace uso del discurso del migrante para que éste agradezca esa convivencia armoniosa, como si no fuese el derecho de todo migrante el ser tratado con igualdad.

La violencia simbólica contra los bolivianos que participaron en el video resurge en este punto, mientras el Estado chileno parece volver a reiterar: ‘si somos tan generosos, por qué Bolivia nos paga tan mal…’.

Tal vez, cuando más latente fue la postura estatal de Santiago como víctima se vio el momento en que se anunció que Bolivia acudiría a la CIJ para demandar una salida soberana. Chile vio en esto un acto “inamistoso”, una “agresión”. En respuesta, Bolivia siempre reitera que estas instancias del Derecho Internacional representan precisamente lo contrario a una provocación y que estos mecanismos son de resolución pacífica de controversias.

TRÁNSITO. Una respuesta chilena al juicio en La Haya fue querer hacer ver (mediante un texto y video, ambos titulados Mito y realidad) que Bolivia no solo contaría con el más amplio libre tránsito, sino ‘con las mayores facilidades que ningún otro país mediterráneo llegara jamás a tener en el mundo…’ El mensaje que quiere dar Chile es que pese a tan flexible actitud con el libre tránsito para Bolivia, Bolivia lo agrede con juicios…

Si el libre tránsito resulta por sí solo dudoso, si se considera los constantes reclamos por los costos de acarreo para los consolidados extraportuarios definidos arbitrariamente, entonces más incierto aún es que Bolivia tenga las mayores facilidades portuarias del mundo, como quieren decir. Es ilustrativo lo que señala Guzmán respecto de ejemplos sobre tránsito entre otros países.

Por ejemplo, detalla, el país de tránsito para Laos (mediterráneo) es Tailandia, el cual ha construido un ferrocarril (que sí funciona, a diferencia de la vía Arica-La Paz) de alta velocidad para que aquél saque sus productos a la costa, además de una carretera de cuatro carriles para que Laos pueda comerciar a través de Tailandia, otorgando las mayores facilidades.

“Lo hizo porque le conviene, a pesar de que Tailandia no es culpable de que Laos no tenga una salida al mar”, precisa Guzmán en referencia a que Chile quiere hacer ver que el libre tránsito (con serias cuestionantes de incumplimiento) no es un favor. “Este ejemplo supera ampliamente lo que Chile está obligado a dar a Bolivia”, con el agravante de que lo hace deficientemente.

Pero la postura de víctima del Estado chileno es aún anterior. Cuando la política marítima boliviana se basaba en la denuncia en foros multilaterales como la Organización de los Estados Americanos (OEA), Chile hacía un lobby intenso en procura de evitar que Bolivia agende el tema marítimo, aduciendo que el caso ya estaba solucionado. Cuando se lograba la inserción, el Estado de Chile se sentía agredido…

Como conclusión, hay que rescatar esta verdad que dice Guzmán y que apela a que el Estado chileno deje a un lado la pose de víctima: “Bolivia nunca ha agredido a Chile, nunca ha invadido, nunca ha desviado ningún río internacional, ni ha sembrado de minas la frontera”.