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Desde la ONU no se quiso abrir el debate

Lisa Sánchez —directora de Política de Drogas de México Unido contra la Delincuencia, asociación civil con base en México y miembro de la delegación oficial mexicana en los tres años de preparación de UNGASS 2016 (Sesión Especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre Drogas)— cuestiona el proceso que desembocó en la Asamblea en Nueva York; también señala que Bolivia pudo haber jugado un rol de avanzada en el tema. Lo deseable fue que se cambie el enfoque de “guerra contra las drogas” a uno de regulación de las sustancias.

— ¿Qué fue lo más positivo del proceso de UNGASS?

— Que la sociedad civil tomó ese vacío dejado no solo por los gobiernos, sino también por las agencias del sistema ONU, que  buscaron controlar mucho un proceso que se mandató como un debate; o sea, la resolución que le da a UNGASS 2016 dice que hay que tener un diálogo abierto sobre los objetivos alcanzados y hacia dónde vamos a ir y analizar, qué ha funcionado y qué no. Siendo ése el mandato, lo dramático fue que desde la ONU y los Estados miembros se hicieron todos los esfuerzos posibles para que esto no fuese un debate abierto ni se hiciera un reconocimiento de lo que se logró y de lo que no, y que tampoco se habilitara vías muy prometedoras hacia el futuro, y ahí la sociedad civil tuvo un rol distinto.

— ¿Cuál fue el aporte de la Sociedad Civil?

— Fuimos un recurso experto de alto nivel desde el que se propuso mucho lenguaje, se hizo mucha revisión de todas las versiones del documento, se estuvo en las reuniones, siendo un contrapeso efectivo en la Comisión de Estupefacientes, en los foros de sociedad civil organizados aquí (Nueva York), se conformó una fuerza de tarea Civil Society Task Force que hizo lo posible por diseminar la información sobre las reuniones en las distintas regiones, pero más importante es que se atrevió a denunciar públicamente dónde estuvieron todos los cuellos de botella y las negativas para no tener ese debate. Creo que el surgimiento de un movimiento cohesionado, experto, con muchos recursos a su alcance (resourceful), buena exposición en los medios de comunicación, buenos embajadores que pueden hacer mancuernas con ciertos negociadores que quieren hacer cosas, nos está poniendo en un buen lugar, donde ya cada vez le va a ser más difícil a ese sistema ahogar las críticas y pretender que no pasa nada.

— ¿Pero ya se llega a influir en la toma de decisiones?

— Todavía, no estamos en ese lu-gar aún.

— ¿Cuáles fueron los cuellos de botella?

— Hay tres cosas importantes. La primera es que cuando se mandata que haya UNGASS, se pide participación del órgano experto que sería la Comisión de Estupefacientes y UNODC (United Nations Office on Drugs and Crime) versus la oficina del presidente de la Asamblea General, que tiene la posibilidad de llamar a insumos de otras agencias. En ese momento se pensaba en Nueva York y Viena como sede. Nueva York tiene mayor número de misiones de países que no están en Viena; entonces, uno de los primeros cuellos de botella fue cómo dentro de la Comisión de Estupefacientes se trabajó y se hizo un lobby muy fuerte para dejar afuera a la oficina de la Asamblea General. Cuando ese eje conservador gana esa batalla, el segundo cuello de botella fue el control que hicieron del proceso en Viena y la creación de la Junta de la UNGASS (The UNGASS Quarter); además (el tercer cuello de botella), se le da la presidencia de la junta al embajador egipcio, un personaje conservador y del liderazgo antiapertura. 

— ¿Cómo operaron negativamente estos tres cuellos de botella?

— Se tiene que el centro de negociaciones sea Viena, luego la conformación de una junta conservadora y que el embajador Shamaa (Khaled Abdel-Rahman Shamaa) manipule los términos del documento de resultados para que en las reuniones intersesionales, a las que tiene acceso la sociedad civil, ésta no pueda participar mediante la convocatoria a reuniones informales convocadas con 48 horas de anticipación, para que la gente que no estaba en Viena no pueda volar y asistir. Así se cerró la puerta a la sociedad civil. Eso lo vimos hasta el último segundo. El documento de resultados se negoció como un paquete de textos en dos salones distintos, uno con el eje conservador y, en el otro lado, América Latina, Europa y algunos otros países, donde tenías emisarios que salían a intercambiarse párrafos para ver si se aceptaban o no. Entonces, no hubo esa transparencia que se dice, el proceso en realidad fue opaco, no hubo inclusión efectiva de los Relevant Stakeholders (las partes pertinentes interesadas) de la sociedad civil y la academia, y hubo un ejercicio deliberado de dejar afuera ciertos insumos que sí se había provisto, no hay ni un 10% de esos insumos reflejado en el documento.

— Entonces, ¿cuánto de cierto tiene la afirmación de que no habría que ser tan pesimistas? ¿Es una condescendencia?

— No, yo definiría el proceso preparatorio de UNGASS como uno de los mejores ejemplos de resistencia. Entonces, si bien no vamos a tener la refundación del sistema internacional del control de drogas, resistimos estos tres años a que el sistema se cierre más. Ese esfuerzo de resistencia a nosotros no nos pone en una posición de celebración, pero sí nos pone en un lugar en donde podemos decir que tuvimos pequeñas batallas y la más grande fue vencer la tentación de cerrazón y seguir fiscalizando cosas y seguir reprimiendo. Pero hay tres o cuatro cosas temáticas interesantes: La meta aspiracional de un mundo libre de drogas se cambia por una meta de un mundo libre de abuso de drogas, lo cual cambia la perspectiva desde donde se aborda el problema. La otra es el reconocimiento de otros instrumentos del derecho internacional para interpretar y hacer cumplir las obligaciones en materia de drogas, lo que es fundamental por la crisis de derechos humanos que estamos viendo en muchas partes del planeta. La tercera es que hay un reconocimiento explícito de una dimensión de género que estaba ausente en la discusión, porque en regiones como Asia y América Latina las mujeres son principalmente encarceladas y criminalizadas por delitos relacionados con drogas. Por último, está el tema del reconocimiento de consecuencias sociales y económicas de las políticas de drogas, que fue básicamente la agenda mexicana en el tema de violencia. Suenan a cosas pequeñitas, pero el hecho de que no se mencione estos puntos era parte del negacionismo.

— ¿Qué rol jugó Bolivia en el proceso UNGASS?

— Bolivia jugó un rol muy importante previo al proceso UNGASS, cuando denunció la Convención del 61.

— Pero luego volvió…

— Reingresa con la salvedad. Fue una lección para ver cómo había mecanismos institucionales para un poco salirse de la lógica de represión y control que tanto nos afecta. Pero la realidad es que Bolivia luego no volvió a aparecer, no volvió a figurar de manera representativa, y cuando se le pide expresamente la opinión a Bolivia, es un país que sabe defender muy bien los usos tradicionales de la hoja de coca, pero que, fuera de eso, parece no entender que el panorama mucho más amplio de las políticas de drogas afecta a América Latina de una manera muy desigual, de una manera muy aguda y muy violenta. En ese sentido, Bolivia tendría que tener una posición mucho más de avanzada y de solidaridad con países que han pagado tanto, como Colombia.