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Castro, la influencia antidogmática pero distante

La Revolución cubana liderada por Fidel Castro fue, como se decía entonces, un ejemplo para que los revolucionarios de América Latina asuman la idea de que era posible cambiar la estructura de un país a fuerza de un decidido grupo de hombres y mujeres. En muchos sentidos —coinciden los entrevistados—, el triunfo cubano, Castro, Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara significaron un remezón en la izquierda; era natural, sobre todo en los jóvenes de ese tiempo, que surgiera el ánimo para seguir esa “vía revolucionaria”. Pero, acaso paradójicamente, con la “experiencia del Che en Bolivia” y su muerte, su derrota, al final se impuso una suerte de distanciamiento entre esos cambios revolucionarios en la isla y lo que “realmente” pasaba aquí.

En 1959, Castro y el Che Guevara, entre otros guerrilleros, ingresaron triunfantes a La Habana, pues el último día de 1958 habían derribado a la  dictadura de Fulgencio Batista Zaldívar. Esa acción contagió de entusiasmo a latinoamericanos de izquierda porque había demostrado que era posible derrotar a las fuerzas imperiales y de derecha.

PROCESO. El analista político Roger Cortez, quien fuera parte del Partido Socialista 1 (PS1), explica que ese proceso fue el estímulo y ejemplo para un conjunto de movimientos de liberación que se desarrollaron en el continente y que, en el caso de Bolivia,  se canalizó más a través del Che Guevara, que del propio Castro, porque éste debía afrontar la construcción de la Revolución en su país.

A partir de la toma del poder en la isla, dice Roberto Quiroz, miembro del Partido Comunista de Bolivia (PCB), los sectores sociales del país comenzaron a pedir la profundización de la Revolución de 1952 o una nueva rebelión porque consideraban que el proceso liderado por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) fue proburgués.

“Los jóvenes de esa época, particularmente los que militábamos en organizaciones como la Juventud Comunista de Bolivia, los partidos políticos de izquierda, los sindicatos de fabriles, mineros, los estudiantes y universitarios, otros sectores, sentíamos admiración por la lucha de los cubanos contra la dictadura de Batista y luego por la construcción de una sociedad justa y libre, que fue denominada socialista”, explica la activista por los derechos humanos y también exguerrillera Loyola Guzmán.

La influencia de Castro y Guevara también fue evidente en el indianismo naciente, pues muchos de sus cuadros provenían de la izquierda radical, afirma el katarista Pedro Portugal, aunque considera que la relación de la isla fue más fluida con la izquierda boliviana, situación que cambió en la década de los 80. “Los motivos del interés de los indianistas por Fidel y la experiencia cubana estribaban en el compromiso de ellos con la descolonización: Cuba tenía relaciones estrechas con esos movimientos y apoyó directamente a muchos de ellos”, rememora Portugal.

Así, también fue natural que surgiera la idea de “internacionalizar” la lucha cubana, expandirla. “Ahí viene una primera fase muy ideologizada”, dice el exmiembro del Movimiento Sin Miedo (MSM) Fabián Yaksic; ello explica —afirma— que en los 60 y 70 se generaran verdaderos “experimentos guerrilleros”.

EXPERIMENTO. Uno de éstos fue el que comandó Guevara, quien vino a Bolivia para replicar en Ñancahuazú (Santa Cruz) lo que él, Castro y sus camaradas habían logrado en Sierra Maestra (Cuba). Pero ese intento fracasó. ¿Por qué? El periodista Remberto Cárdenas indica que ello se debió a que el legendario insurgente no oyó al Comandante de la Revolución cubana, quien le había pedido que se incorpore en Bolivia a un movimiento con cierto o algún grado de desarrollo, “que era inconveniente que un dirigente político y militar con las cualidades del Che, con su experiencia, venga a Bolivia a organizar un movimiento; que eso debían hacerlo otros y que él debía incorporarse luego como jefe. Pero el Che no quiso escuchar, estaba desesperado. El Che no escuchó a Fidel, que era su comandante en Jefe; qué iba a escuchar a Mario Monje”.

Este último era el máximo líder de los comunistas bolivianos. Che Guevara se reunió con él a fines de diciembre de 1966. Allí, Monje le reclamó la conducción de la guerrilla, pero el jefe de los insurgentes le negó esa posibilidad, lo que quedó registrado en su Diario. El tema de fondo, según los historiadores, fue la colisión entre la visión “foquista” del guerrillero y la “insurreccional” de la dirigencia comunista de entonces.

Si bien la guerrilla fracasó, con la muerte del propio Che, ésta puso de manifiesto que es posible lograr la unidad de diferentes tendencias. Y ése precisamente es uno de los legados de Castro, quien defendía la unidad de los revolucionarios, según Cárdenas. “Habían militantes del Partido Comunista Cubano y dirigentes y militantes del PCB, dirigentes sindicales, del Partido comunista marxista-leninista, pero también gente sin militancia partidaria, que se consideraba de izquierda. Esa convergencia de varios revolucionarios dio lugar a lo que fue el ELN (Ejército de Liberación Nacional), una organización militar (guerrillera) que podía haberse convertido en una insurrección política”. Pero fue el único frente con esas características.

ALIANZAS. Además de ello, dice Cárdenas, Castro postulaba que debía establecerse una alianza estratégica entre los revolucionarios, comunistas, católicos, creyentes y no creyentes. “Todas las corrientes”. Un ejemplo de ello, complementa Quiroz, fue la constitución de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia en la década de los 70, en la que estaban incluidos católicos, metodistas, bautistas, comunistas y también gente independiente.

“Todos luchando contra un objetivo, ese objetivo que habíamos recibido como influencia política: el bienestar, la igualdad, la democracia. En lugar de repetir de memoria un texto del marxismo, los actos de Fidel nos han enseñado el camino. Lo principal aquí no es la lucha entre creyentes y no creyentes, lo importante es luchar contra el opresor, ya sea individual, un empresario burgués, o el Estado, los países imperialistas”, menciona Quiroz.

Tras el fracaso de Ñancahuazú hubo otro intento para replicar lo acontecido en Cuba. Esta vez el escenario fue Teoponte, en el norte de La Paz. Quiroz lo describe como “un simple hecho de imitación, de querer repetir la experiencia de Sierra Maestra, no tuvo éxito y lamentablemente estos compañeros idealistas fueron eliminados. El análisis político de ese grupo no fue lo suficientemente trabajado como para ver que en ese momento no había suficientes condiciones para hacer ese tipo de movimiento guerrillero”.

Mientras en Bolivia se daban esos intentos, en países como Colombia, Perú o Nicaragua, la guerrilla se consolidaba. Es el caso de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC); del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA); o del Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua. En cada uno de ellos, según Quiroz, quedó establecido que los instrumentos que dan el marxismo, el leninismo o la propia ideología de Castro no deben servir para que los revolucionarios actúen dogmáticamente, sino que debe haber cierta flexibilidad.

Precisamente, Cárdenas asegura que uno de los legados del líder cubano y de la Revolución que encabezó fue derrotar al dogma, es decir, no solo pensar que este movimiento insurgente debe ser dirigido por los obreros en alianza con los campesinos. Sierra Maestra había demostrado que desde el área rural se podía impulsar una lucha armada, la que luego fue secundada por una insurrección popular citadina. Pero la experiencia de Ñancahuazú fue contraria a esa visión y no trascendió ni siquiera los pueblos que circundaban a la guerrilla. Yaksic considera que después de ese frustrado intento, la relación directa con Cuba se congeló.

DOGMA. Esa visión dogmática, según Quiroz, también se superó en cuanto a la construcción del socialismo, porque no puede haber un mismo tipo de sistema político, pues ello depende de las condiciones materiales. Pero en el caso boliviano, nunca se llegó a esa doctrina, ni tampoco hubo revolución, sino solo reformas, complementa Cárdenas.

Posterior a esos frustrados intentos guerrilleros, las acciones de la izquierda, del comunismo y de otras ideologías se orientaron hacia la lucha contra las dictaduras. En esta etapa, que es la segunda en la que el Comandante cubano tiene influencia, se pone de manifiesto la solidaridad, pero no tanto entre actores bolivianos, sino de Cuba hacia Bolivia, pues la isla recibe en su territorio a perseguidos políticos de las dictaduras. “Fue asilo de los revolucionarios de todo el mundo”, manifiesta Cárdenas, aún a pesar de que por presión de Estados Unidos y de su política de embargo o bloqueo (como le llaman los cubanos), varios países habían roto relaciones diplomáticas. Bolivia lo hizo en 1967.

Pero también la solidaridad se expresó tras la Revolución de 1959, es decir, cuando Castro pidió al PCB que ayude a pasar a unos revolucionarios hacia Perú o Argentina.

Una vez que las dictaduras llegaron a su fin, a principios de los 80, el jefe cubano y el país encararon otra forma de relacionamiento, esta vez institucional. Primero se restablecieron las relaciones diplomáticas en 1983. Diez años después, en 1993, el líder de la Revolución arribó al país. Además, en diferentes gestiones, prestó colaboración en el ámbito social. No obstante, no fue sino hasta el ascenso de Evo Morales que esa colaboración fue más sostenida.Yaksic dice que en los últimos 10 años se generaron mejores mecanismos de articulación y coordinación, aunque no solamente con el Gobierno central, que sigue su línea, sino con otros actores, por ejemplo, municipales que no necesariamente son de la línea del Movimiento Al Socialismo (MAS).La senadora Adriana Salvatierra, del MAS, pondera que Castro haya promovido una colaboración no basada en el sometimiento y la militarización, que en su momento fue impulsada por Estados Unidos. “Creo que lo más importante del aporte de Fidel Castro ha sido el materializar la solidaridad”, en cuanto a educación y apoyo médico.

Según una nota de prensa publicada por La Razón en marzo de este año, en 10 años (2006-2016), el servicio médico cubano logró que 172.000 bolivianos recuperen la vista, que otros 172.282 se sometan a diferentes cirugías y se realicen más de 63 millones de consultas en todo el país. Pero la legisladora no solo destaca la atención que brindaron los galenos de ese país en Bolivia, sino también la formación que recibieron unos 5.000 estudiantes que fueron a especializarse en medicina a la isla.

“Fidel logró materializar que en el centro de la planificación de las políticas de Estado, de la Revolución, está el ser humano, independiente de si es marxista, comunista, socialista, lo esencial es que él entendió que el ser humano jugaba un rol fundamental de la planificación”, declara a legisladora.

Entretanto, Cárdenas enumera una serie de reflexiones que Castro impulsó desde 1959. Una de ellas, que es posible un socialismo más democrático participativo y eficiente, pero además que se debe impulsar la solidaridad. Dejó también el legado de que los revolucionarios deben estar unidos y que, al mismo tiempo, debe haber unidad entre marxistas, cristianos y personas de otras tendencias religiosas, ello ligado a su visión de que para ser revolucionarios comunistas no hay que ser ateos. Pero también rompió dogmas, pues se declaró marxista, leninista, bolivariano y martiano. Otra de sus reflexiones estuvo orientada a que contra el capitalismo hay que luchar todos los días.

No obstante, Cortez no recuerda un solo debate entre los revolucionarios de izquierda de Bolivia donde el punto de discusión fueran esas y otras reflexiones del Comandante cubano. “No he sido parte de una discusión donde, por ejemplo, un grupo, una organización, un partido, en el que yo milite o con el cual haya debatido, ponga por delante estos conceptos de Fidel Castro (…) No identifico esa influencia, un perfil de Fidel Castro presente en el debate y con sus conceptos, no tengo registro de eso. Está la Revolución cubana y el Che (Guevara) y la importancia de Fidel como figura histórica importante, significativa e indispensable”.