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Una decisión descabellada

La primera orden ejecutiva del nuevo presidente Donald Trump fue retirar a Estados Unidos del TPP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica), un acuerdo multilateral del que muy poca información se tiene. Lo poco que se sabe es por filtraciones en WikiLeaks. De hecho, las empresas transnacionales tenían mayor acceso a los textos de las negociaciones que los propios gobernantes de los Estados signatarios (solo tres representantes por cada Estado frente a 600 “asesores de comercio”).

El TPP no consistía únicamente en reducir barreras arancelarias, sino que implicaría modificar asuntos tan cotidianos como las medicinas que tomamos, los textos que leemos, las condiciones laborales, el internet tal y como lo conocemos, etcétera. No solo eso: si la situación interna o las leyes de un Estado miembro afectaran las ganancias de una transnacional, éstas podrían demandar al Estado en tribunales privados.

Durante su campaña electoral, Donald Trump tenía entre sus promesas retirar a Estados Unidos del TPP. Consideró al acuerdo como un “desastre potencial” y mencionó que prefiere negociar acuerdos comerciales bilaterales “que generen empleos e industria en Estados Unidos otra vez”. Esto manifiesta la postura proteccionista —pero al mismo tiempo pragmática— del nuevo presidente del país del norte.

Finalmente, el 23 de enero el presidente Trump anuncia la salida del TPP. Notablemente se trató de una retirada simbólica, ya que el Congreso estadounidense aún no había ratificado el acuerdo que Obama firmó el 4 de febrero de 2016 en Nueva Zelanda.

Para Trump, los acuerdos multilaterales tienen menor importancia que las políticas internas de generación de empleo y potenciamiento de la industria. Es por eso muy probable que también cumpla con la promesa de elevar significativamente los aranceles a las importaciones hacia Estados Unidos. Trump es explícito en esta postura al decir: “¿Una compañía quiere despedir a todo su personal en Estados Unidos, construir una fábrica en otro lugar y luego piensa que su producto va a cruzar tranquilamente la frontera hacia Estados Unidos? Eso no va a ocurrir”.

Antes de preguntarnos por qué Trump retira a su país, debemos respondernos por qué Obama suscribe el TPP. Al tratarse de una negociación secreta, poco se sabe de los alcances totales del Tratado. Sin embargo, se puede inferir algunas conclusiones sobre los intereses de Estados Unidos en el Pacífico Sur.

El Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (Trans-Pacific Partnership, TPP, en inglés) es un tratado de libre comercio firmado por Australia, Brunéi, Canadá, Chile, Estados Unidos, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam. Sin embargo, la negociación del acuerdo fue más corporativa que interestatal. Los Estados fueron poco más que signatarios.

¿Por qué son éstos los Estados miembro? Pues, el mundo experimenta constantes cambios, aún más profundizados por la globalización. Desde hace unos 15 años se ha suscitado un deslizamiento del eje geopolítico central, del Atlántico-Norte al Pacífico-Sur.

El TPP no es un tratado común y corriente, ya que este acuerdo constituía el 40% del PIB mundial, el 30% de las exportaciones y el 25% de las importaciones globales. Además cubría al 11% de la población mundial, con un mercado de 798.900.000 de habitantes. Con esos números se estaba gestando el mayor acuerdo comercial de la historia, cuyo objetivo más importante era dejar fuera a China.

El presidente Barack Obama no buscaba solamente reducir las tasas arancelarias o estimular el intercambio comercial, sino que el TPP consistía en una estrategia geopolítica en busca de mayor gravitación territorial en el océano Pacífico. Es así que ante la emergencia de nuevas potencias como Brasil, China, India, Rusia o Sudáfrica consideró urgente recuperar las capacidades hegemónicas, esta vez apuntando hacia el Pacífico, mediante el TPP, para debilitar a su mayor rival económico: China. El TPP junto al TTIP (Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones, por sus siglas en inglés) y el TISA (Acuerdo sobre Comercios de Servicios, sigla en inglés) surgieron como reacción contra las potencias emergentes.

El presidente Trump tiene una visión distinta. En alguna medida, sus decisiones significarán un retroceso en la globalización. Él asegura que el TPP es un atentado a la estabilidad laboral de sus ciudadanos. Su mirada está puesta en promover la inversión de las empresas, incrementar el consumo interno y generar empleo.

En el caso de que Trump cumpla las promesas de incrementar los aranceles a las importaciones y reducir los impuestos a las grandes corporaciones —con tal de evitar la fuga de capitales hacia sitios con costes de producción menor— lo más probable es que el déficit fiscal de Estados Unidos se incremente. Si este país deja de comprar a sus socios tradicionales, la economía del mundo entero tendrá un giro. Sin embargo, Trump parece ser un hombre consecuente entre lo que dice y lo que hace. Él quiere, a como dé lugar, hacer a Estados Unidos grande otra vez.

Las consecuencias de la retirada del TPP serán inmediatas. En primer lugar  ha perdido su oportunidad de incidir en las reglas del comercio en la región Asia-Pacífico, cediendo ese espacio a China. Los chinos ahora son los dueños del discurso hiperglobalizador, lo que puede significar un futuro acuerdo entre China y otras potencias emergentes ribereñas al Pacífico. Australia, Nueva Zelanda y Perú ya se han mostrado interesadas en negociar con China.

Chile se retiró del TPP el mismo 23 de enero, porque entiende que sin la presencia de Estados Unidos el acuerdo ya no es igual. Canadá tiene una postura similar y prefiere negociar directamente un acuerdo bilateral con su vecino. Japón simplemente espera que Trump se retracte, porque sabe que sin el apoyo de Estados Unidos pierde económica y militarmente frente a China.

Es cierto que el electo presidente Trump está cumpliendo con sus promesas ante el electorado que le votó, pero al mismo tiempo está incumpliendo con compromisos internacionales, que el TPP implicaba. Estados Unidos ha perdido un mercado potencial enorme y la capacidad de controlar un marco normativo en casi la mitad de la economía mundial. Pero el mundo ha ganado porque sin este país impulsando el TPP, se tiene esperanzas de vivir en condiciones más ecuánimes entre las potencias.

No hay duda que ahora mismo y en los años venideros, el centro geopolítico del mundo será el océano Pacífico. Tampoco hay duda de que China —ahora con el campo arado— será el principal conductor de la rotación del eje Atlántico-Norte hacia el eje Pacífico-Sur.