Al Asad, más cerca del Kremlin que nunca
Rusia se apresuró a salir en defensa de Siria tras los ataques con misiles que ordenó el presidente estadounidense Donald Trump. El ataque acercó más que nunca a Moscú con el notorio autócrata sirio.
Si Rusia sostuvo alguna vez al menos una semblanza de distancia respecto del presidente Bashar al Asad de Siria, se apresuró a salir en su defensa tras los ataques con misiles que ordenó el presidente Donald Trump. El ataque acercó más que nunca a Moscú con el notorio autócrata sirio.
Aun mientras Estados Unidos condenó a Al Asad por lanzar gases contra sus propios ciudadanos y responsabilizó, en parte, a Rusia, dada su promesa de 2013, de que Siria se desharía de las armas químicas, el Kremlin siguió negando que Siria las tuviera. Al defender a Al Asad y condenar la “agresión” estadounidense, el presidente ruso Vladímir Putin pareció estar enterrando la idea de que él pudiera cooperar con Trump para ponerle fin al conflicto bajo sus términos.
Así, es probable que la solidaridad con Damasco le cause problemas a Rusia en el largo plazo, según analistas, aunque es factible que no se pueda persuadir a Putin de que suelte su acogida en algún momento próximo.
Es frecuente que el Gobierno ruso se lleve su tiempo para reaccionar a los grandes acontecimientos mundiales, pero esta vez el Kremlin emitió una rápida declaración, en la que reprende a Estados Unidos por los ataques con misiles contra el campo aéreo Al Shairat en represalia por el ataque con armas químicas de Siria.
El Ministro ruso de Defensa prometió fortalecer los sistemas de defensa de Siria, envió una fragata a un puerto de escala y congeló un acuerdo con Estados Unidos para coordinar la actividad en el espacio aéreo sirio. “Putin tomó una decisión; la de subrayar que Al Asad es su aliado”, dice Alexander Morozov, analista político independiente. “Esto llevará a un mayor aislamiento de Rusia, pero Putin se mantendrá en sus trece”. Morozov y otros analistas consideran que esa política es problemática por diversas razones.
Rusia es culpable, en parte
Primero, Trump y su secretario de Estado, Rex W. Tillerson, han pintado a Rusia como, al menos en parte, responsable de la matanza de civiles que fomentó Al Asad. “El problema principal de Moscú no es que Estados Unidos atacara, sino que Trump y Tillerson han endurecido su retórica sobre Siria y Al Asad”, anota Vladimir Frolov, analista de relaciones exteriores.
Y añade: “Han dicho que Rusia es responsable de las acciones de Al Asad y que no cumplió con sus responsabilidades en términos del desarme del armamento químico”.
El ataque químico en el pueblo sirio de Jan Sheijun (el 4 de abril) mató a más de 80 personas y lesionó a cientos más. Estados Unidos respondió lanzando casi 60 misiles crucero contra la base donde estaban los aviones de combate utilizados en el ataque. El gobernador local dijo que habían muerto cinco militares y dos civiles.
¿Ganar a cualquier costo?…
Segundo, al continuar los ataques letales contra civiles, Al Asad parece querer perseguir una victoria militar a cualquier costo, lo cual refutaba las declaraciones rusas de que la única solución es un arreglo negociado.
Con ello, se corre el riesgo de prolongar una guerra que Putin describió como rápida, barata y fácil, en un momento en el que muchos rusos han estado batallando económicamente. Tratar de mantener bajos el costo y la magnitud de la guerra es una razón crucial por la que los rusos evitarán escalar cualquier conflicto con Estados Unidos, coinciden los analistas.
“Rusia quiere terminar el conflicto y disminuir su presencia militar y económica”, según Andrei Frolov, analista de la defensa y editor administrativo del Informe de Defensa de Moscú.
Con la siguiente campaña presidencial rusa, programada para comenzar a finales de este año, apunta que “no hay necesidad de continuar una guerra fuera del país de la que al pueblo ruso le han dado una explicación débil”. En una encuesta de opinión que levantó el centro independiente Levada en marzo, se encontró que casi 20% de los rusos creía que la participación militar del país en Siria no tenía ningún sentido.
Una alianza peligrosa
Tercero, la alianza con Al Asad podría debilitar uno de los objetivos de Putin para entrar en la guerra: tratar de hacer que Rusia vuelva a ser un actor en el escenario mundial como intermediario indispensable en Oriente Próximo. Proteger a Al Asad podría hacer que países como Turquía e Israel, a los que Moscú intenta acercarse, lo rechacen más, convienen los analistas.
En los meses posteriores a que Rusia desplazara a su ejército a Siria, María Zajarova, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, solía decir: “Nosotros no apoyamos a Al Asad; lo que es importante para nosotros es preservar la categoría de Estado”. Tras el ataque, el ministerio produjo un comunicado en el que elogió a Siria por su “feroz batalla” contra el “terrorismo internacional”.
Alexei V. Makarkin, subdirector del Centro para Tecnologías Políticas, dice que “entre más tiempo Rusia apoye a Al Asad, más dependerá de él”.
La razón por la que Putin desplazó a su ejército a Siria en septiembre de 2015 fue la de combatir al terrorismo, pero otros objetivos, especialmente el de apuntalar a Al Asad, resultaron ser más importantes. Putin quería resucitar la antigua reputación soviética de Moscú como una potencia militar mundial. Siria resultó ser un escaparate de las nuevas armas rusas, y Rusia ha establecido dos raras bases allí.
“Rusia seguirá apoyando a Al Asad pues es el garante de la presencia militar de Rusia en Siria y, por tanto, de la presencia militar de Rusia en Oriente Próximo en su conjunto”, anota Makarkin. Además, Putin se mostró consternado por la forma en la que dirigentes occidentales habían abandonado a sus exaliados, como el expresidente Hosni Mubarak de Egipto y Muamar Gadafi de Libia, y estaba determinado a probar que Rusia no abandonaría a sus amigos y se opondría a “un cambio de régimen basado en una intervención extranjera”.
Rusia culpa a Estados Unidos de desestabilizar a países como Irak y Libia —lo que se cree ha proporcionado una apertura a los extremistas islámicos—, un escenario que Putin estaba determinado a evitar en Siria.
Sanciones y aislamiento
Finalmente, claro, Siria le presentaba a Rusia una oportunidad de romper el aislamiento que resultó de las sanciones que le impuso Occidente por haberse anexado a Crimea en 2014 y haber desestabilizado a Ucrania. El Kremlin pensó que al forjar una alianza con Occidente sobre Siria volvería ilógica la idea de mantener las sanciones económicas.
En su campaña, Trump también pareció abanderar esa idea y cuestionó la necesidad de las sanciones, sugiriendo que era probable que Crimea le perteneciera a Rusia, y elogió varias veces a Putin como un dirigente fuerte. Apoyó la idea de que, juntos, los dos países combatieran al Estado Islámico, también conocido como ISIS.
Si bien eso generó suspicacias de colusión en Estados Unidos, se recibió bien en Rusia como un nuevo inicio en las relaciones. Las ilusiones empezaron a desvanecerse a medida que Trump y sus aliados revirtieron varias de esas posiciones y prácticamente, las enterró el ataque contra Siria.
“El resto de la neblina preelectoral se difuminó”, escribió en su página de Facebook Dimitri Medvedev, el primer ministro de Rusia. “En lugar del discurso que circuló masivamente sobre una pelea conjunta en contra de nuestro enemigo principal, el ISIS, el gobierno de Trump ha demostrado que estará peleando ferozmente contra el Gobierno legítimo de Siria”. (Que Medvedev respondiera y no Putin pareció indicar un enojo moderado.)
La primera consecuencia en el terreno, concuerdan los analistas, es que Siria y el ejército ruso se sentirán menos restringidos que nunca para atacar a las fuerzas que consideran alineadas con Occidente y a las que han acusado de ser terroristas.
Algunas organizaciones rebeldes sirias subsidiadas por Estados Unidos y sus aliados han formado alianzas en el campo de batalla con combatientes de Al Nusra, la organización afiliada a Al Qaeda en Siria. “Ahora, Rusia en Siria puede oprimir y destruir a las fuerzas de oposición, sin consideración a Estados Unidos y su posición”, apunta Frolov, el analista de la defensa.