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Aporte de la base minera a la democracia de Bolivia

El movimiento obrero aportó al desarrollo de instituciones democráticas participativas de Bolivia por medio de la acción colectiva de los trabajadores mineros quienes construyeron el paradigma socialista revolucionario a través del sindicato y la asamblea, el órgano político en el que se tomaban decisiones en función del interés de clase pero anteponiendo los intereses de las grandes mayorías de la nación.

La influencia de la dirigencia minera es gravitante y se expresa a partir de las primeras décadas del siglo XX como resultado de las relaciones sociales del capitalismo de enclave, que introduce tecnología de punta en la labor industrial y resuelve el problema de la sujeción de la mano de obra, proyectos en los que fracasaron ostensiblemente los Patriarcas de la Plata en el siglo XIX.

Entre los pioneros que enarbolan las banderas del sindicalismo anarquista y socialista embrionario se encuentra Gumercindo Rivera López (1888-1968), sastre y minero, dirigente de la Federación Obrera Central Uncía, testigo de las primeras masacres en las minas. Manuel Pareja Abecia (1890-1960), precursor de la lucha obrera y artífice de la conquista de una jornada de ocho horas de trabajo en las minas, torciéndole el brazo al magnate Simón I. Patiño. Rodolfo Soliz G., dirigente sindical y codificador obrero, autor de Masacres mineras, reveladora obra que pone al desnudo los alcances insospechados de las primeras masacres.  

Los testimonios de los pioneros permiten reconstruir la estrategia empresarial para enfrentar y liquidar a la clase obrera: el paralelismo sindical, la represión con declaratoria de zonas militares a los centros mineros, la masacre blanca, el destierro de dirigentes sindicales y militantes radicalizados. El asesinato selectivo de cuadros obreros y políticos esclarecidos, la expulsión de los mineros subversivos del campamento y listas negras en la que figuraban trabajadores vetados para ingresar a empresas y fábricas del país. Arturo Borda, intelectual socialista, comprometido con la clase obrera, levanta in situ uno de los primeros diagnósticos sobre la situación de la clase obrera en 1927, en la que denuncia la sistemática elusión por parte de las empresas de las leyes y normas legales de protección al obrero y sugiere al presidente Hernando Siles profundizar la legislación obrera por medio de decretos.

Federico Escóbar Zapata (1924-1966), control obrero, fue asesinado e Irineo Pimentel Rojas (1927-1978), secretario general del Sindicato de Siglo XX, fueron identificados por Estados Unidos como enemigos públicos, enfrentaron la estrategia norteamericana, impulsada por la Alianza para el Progreso (plan desarrollista con un componente político), diseñado para neutralizar el poder de los sindicatos y erradicar el comunismo en las minas y el Plan Triangular para la desnacionalización de la minería estatal y el retiro de 4.000 obreros. Arturo Crespo Enríquez (1930-2017), control obrero, movimientista, dejó un testimonio fundamental sobre el movimiento minero. Isaac Camacho Torrico (1933-1967) y César Lora (c.1930-1965), líderes trotskistas (asesinados) del movimiento obrero, enfrentan a la dictadura de Barrientos y en el frente interno al MNR y al PCB. Rosendo García Maisman (1935-1967), comunista, dirigente y luchador insobornable (asesinado) y Simón Reyes Rivera (1930-2012), dirigente minero orgánico y militante comunista, estuvieron en la Masacre de San Juan, planificada por el general René Barrientos, el aliado más importante de Washington. Óscar Salas Moya (1936-2017), Filemón Escóbar (1934-2017) y Cirilo Jiménez, enfrentaron a las dictaduras de Banzer y García Meza pero no lograron remontar la ofensiva neoliberal que cerró las minas, liquidó al movimiento obrero, vendió las empresas estatales y entregó los yacimientos minerales y petrolíferos a las transnacionales. Víctor López Arias (1927-2017), el hombre de unidad del movimiento sindical boliviano, el último líder enfrentó la hecatombe minera, cierra el ciclo de la primera generación de dirigentes históricos del 52.

Un puñado de dirigentes nunca aceptó la relocalización y soportó estoico el trato humillante de los gobiernos neoliberales. Fueron enviados a los pocos centros de trabajo como cargadores (q’epiris) o cuidadores (serenos), acciones planificadas para humillar a los dirigentes consecuentes y genuinamente revolucionarios. En condiciones adversas, Édgar Ramírez Santiesteban y José Pimentel sobrevivieron al neoliberalismo y hoy dirigen los destinos de la minería estatal.