Los explotados y oprimidos de las ciudades y las minas, particularmente los mineros, soportaban el peso de la dictadura del general René Barrientos. El objetivo del gobierno gorila, surgido de las entrañas del MNR (la célula militar movimientista) en respuesta contrarrevolucionaria a la incapacidad del Gobierno de controlar a las masas, era acabar con los sindicatos que se habían diferenciado del nacionalismo y recorrían su propio camino. El nacionalismo pequeño-burgués emenerrista había cerrado su ciclo desde las poses antiimperialistas que bajo la presión de las masas enarboló en el sexenio rosquero y la Revolución del 52, hasta su sometimiento al imperialismo. Los intereses imperiales chocaban con los obreros organizados. El gobierno gorila, con apoyo y dirección de los norteamericanos, recurrió a la masacre varias veces entre 1965 y 1967. Se dictaron leyes antiobreras, se militarizaron minas, se declararon ilegales los sindicatos, se despidió y persiguió a dirigentes, se rebajaron salarios hasta en 40%, los rebeldes fueron sometidos al régimen penal militar.

Los mineros resistieron, inclusive enfrentando al Ejército con las armas (Milluni, Telamayu, Sora Sora y otros). Políticamente, habían superado al nacionalismo enarbolando su propio programa sintetizado en la Tesis de Pulacayo: la lucha por instaurar el gobierno obrero-campesino.

Los partidos de izquierda con fuerte arraigo en el movimiento obrero y popular eran el Partido Obrero Revolucionario (POR), el Partido Comunista de Bolivia (PCB) y el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML).

El POR tiene el objetivo de la toma del poder por los explotados bajo la dirección política del proletariado; sus principales cuadros mineros habían sido perseguidos con saña, César Lora e Isaac Camacho fueron capturados y asesinados por el Gobierno (1965 y 1967, respectivamente) mientras organizaban, junto a otros dirigentes mineros, los sindicatos clandestinos.

Los partidos estalinistas, el PCB y el PCML, son partidos burocráticos. Sus direcciones, a cambio del sueldo que reciben, seguían instrucciones desde Moscú o Pekín; se limitaban a obedecer y esta obsecuencia les permitió medrar y hacer carrera. Abandonaron la lucha por la toma del poder y hoy se agotan en el apoyo a cuanto gobierno burgués o pequeño burgués “democrático” y “progresista” aparece. Consecuencia de la política de Stalin del “socialismo en un solo país”, la “revolución por etapas” y la “coexistencia pacífica” con el capitalismo mundial.

La clave para que la clase obrera, a la vanguardia de los explotados y oprimidos, tome el poder es el partido revolucionario. El partido de la clase obrera expresa los objetivos de la clase revolucionaria. Su función es transformar la lucha del proletariado en conciencia revolucionaria y, a partir de la lucha instintiva de las masas contra la opresión burguesa, en cierto momento de la agudización de la lucha de clases, se constituye en la herramienta para materializar la revolución.

El foquismo, en cambio, considera que basta la acción armada iniciada por un pequeño grupo —el foco—, para detonar, al margen del ánimo de las masas, la insurrección popular y despertar a la clase obrera adormecida por el reformismo. A su modo, el foquismo era una respuesta desesperada de sectores radicalizados de la pequeña-burguesía a la poltronería de los estalinistas. El POR había abierto el debate con el foquismo, pero comprobó que no podía llevar adelante una profunda discusión teórica con el mesianismo foquista y menos con el burocratismo estalinista. Cuando estalló la guerrilla del Che, el POR suspendió toda crítica mientras durara la acción, combatida por el Ejército comandado por el imperialismo.

El castrismo cometió el grave error de creer que podía tener en el Partido Comunista boliviano el apoyo político y logístico para la guerrilla del Che en las ciudades. El testimonio de Regis Debray es contundente: los partidos comunistas bolivianos tuvieron parte de responsabilidad en la derrota de las guerrillas y la muerte del Che, no supieron prestarle la ayuda necesaria y lo abandonaron cuando más lo requería.

Pero el problema de fondo es que la guerrilla quedó aislada pues era un movimiento extraño a la lucha de masas, apenas logró arrastrar a contados elementos del campo obrero. Aislado, fue presa fácil del enemigo. El movimiento obrero a lo sumo llegó a expresarle su solidaridad y donar una mita como apoyo, pero continuó su propia lucha, con sus propios métodos, contra el gorilismo; la guerrilla le era ajena, no era el producto de su lucha. El movimiento obrero marchó a paso firme hacia su objetivo culminando en 1971 en la Asamblea Popular.

La muerte del Che sacudió la conciencia de un sector importante de la juventud pequeño-burguesa. La juventud del Partido Comunista, estigmatizada como traidora del Che, se rebeló contra su dirección y se unió al ELN. La juventud del Partido Demócrata Cristiano se constituyó en Democracia Cristiana Revolucionaria y dio lugar al nacimiento del MIR junto con un grupo de “independientes” liderado por Jaime Paz Zamora. El MIR adoptó poses filofoquistas, en una mezcla de planteamientos marxistas en simbiosis con el cristianismo, repudiaban el Partido-programa porque les parecía sectario y sostuvieron que el fin estratégico de la lucha se descubre en el camino y que el programa sale del fusil.

El ELN se organizó para seguir el camino del Che y se lanzó a la guerrilla en Teoponte. Una vez más la aventura terminó en tragedia. El Ejército los encerró y murieron de inanición casi sin enfrentamiento. El diario de Ernesto Paz Zamora es un testimonio terrible de cómo fue aniquilada.

  • Alfonso Velarde Ch. es dirigente del POR