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Clases medias

Con el cierre del 2017 quedó claro que en Bolivia la sola gestión económica, medallera en la región, no logra conservar, ni mucho menos potenciar, la hegemonía política. Han pasado 12 años de buenas noticias en el país, que ante los ojos de un nuevo ciudadano de 18 años no son más que parte de las obligaciones que tiene quien gobierna. Evidentemente, en el sentido común de la gente ya no aparecen las causas de los éxitos, lo cual es bastante normal en la cultura política boliviana, sobre todo al margen de lo ya tradicionalmente organizado —sindicatos, confederaciones y otras—. Se abre un 2018 preelectoral que empieza con la abrogación del Código de Sistema Penal que llevaba poco más de un mes como norma promulgada. ¿Qué se proyecta y hacia dónde va la discusión en este largo año?

Amaru Villanueva, exdirector del Centro de Investigaciones Sociales de la Vicepresidencia y principal impulsor de lo que fue el mayor proyecto editorial del Gobierno —la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia— publicó hace pocos días un artículo sobre las “clases medias” en el que plantea algunas hipótesis: “El 2005 era posible convocar a grandes segmentos de la población con consignas antineoliberales, antiimperialistas, y antioligárquicas. El país ha cambiado significativamente en términos simbólicos y materiales en estos 12 años. Sean o no de clase media (o como queramos llamarlos), quienes han salido de la pobreza empiezan a generar expectativas que van más allá de sus necesidades básicas, o su emancipación frente al viejo sistema político y económico”. 

Como ésta, se han leído variadas reflexiones a propósito de las clases medias y sus intervenciones en movilizaciones callejeras y en redes sociales. Quizás la más provocadora fue la del vicepresidente García Linera quien, más allá de sus categorizaciones, entrona a las “clases medias” como el sujeto político más significativo de la política actual.

En ese mismo sentido, el presidente Evo Morales presentó el 22 de enero un discurso que arrojó datos de la transformación del país, por ejemplo, que nuestra sociedad ya no es del tipo clásico piramidal, si no que encuentra en su sector más grueso a la población de ingresos medios. Si el 58% de la población hoy pertenece a las tan debatidas “clases medias” es lógico que la recuperación de la hegemonía pase por ellas, así como la definición electoral del futuro de este país. Marcelo Arequipa, analista político y profesor universitario, posteó en Facebook hace un par de semanas que “La clase media no debe medirse en función de sus ingresos, debe medirse en función de sus aspiraciones. Estas aspiraciones en Bolivia me animo a decir que son: Justicia, Salud, y Educación.”. Ahora bien, con estos elementos es posible caracterizar un conjunto: Primero, Bolivia hoy, después de 12 años de gobierno de Evo, es mayoritariamente clasemediera; segundo, esta población busca satisfacer con prioridad sus necesidades individuales y/o familiares;  tercero, las consignas políticas del 2005 ya no movilizan ni conmueven a las clases medias; y por último, es esta gran porción de la población la que definirá por dónde se construye la hegemonía política en 2019.

Es imprescindible, sin embargo, entender que este 58% de población con ingresos medios no es solo aquella que habita en Sopocachi, Achumani o Equipetrol. Las clases medias están hoy más que nunca en las villas, en El Alto o en Montero, por ejemplo. Y esta cifra es tal porque el MAS sacó de la pobreza a la gente que hoy engorda a la “clase media” Además, gran parte de éstas, el 2014 —al igual que en anteriores comicios— votó por el MAS, seguramente buscando mejorar sus ingresos. Hoy, en Bolivia esta población debe ser entendida no solo a través de sus orígenes, sino también por sus aspiraciones que, lógicamente, no tienen nada que ver con la oscuridad del pasado y la clandestinidad de la militancia política en rojo y negro; la reflexión política de este sector de la población hoy pasa por tener garantizados sus ingresos y en lo posible, mejorarlos aún más. Lo anterior es posible solamente mediante la garantía del buen uso de los recursos que está directamente vinculada con la denuncia de la corrupción por un lado y, por el otro, con la necesidad de no sentirse aplastados por el Gobierno; por ejemplo que los 2/3 que tiene el MAS en la Asamblea no sean una “muralla” ni un rodillo, por el contrario, sean la posibilidad de garantizar la irreversibilidad de los avances sociales en Bolivia.

Evo inició el año dando una señal de concertación con la abrogación del Código de Sistema Penal que era un pedido de la gente, por una parte legítimamente preocupada, por otra inocentemente engañada, pero también otra claramente malintencionada. Lo que está claro es, por un lado, que es bien recibido el gesto de humildad del Presidente y deja la vara alta a la oposición quienes en respuesta a la ciudadanía y particularmente a los sectores medios, hoy tienen la obligación de participar proponiendo y dejar de lado negativa y la ciencia ficción. Y por otro lado, que el Gobierno debe trabajar en recuperar la credibilidad de la gente y no estacionarse en la denuncia de la mentira. Es, finalmente, el proyecto del MAS el que ha transformado el país y le ha permitido a las clases medias realizar sueños y soñar con aún más. No es poca cosa que el Presidente haya anunciado que la agenda 2025 será actualizada recogiendo las aspiraciones de la “nueva clase media y de la juventud”, pues otro dato no menor es que la edad promedio en Bolivia hoy es de 27 años. Esto es probablemente el preludio de un viraje necesario en la política del MAS, que sumado a la inspiración en las luchas sociales del pasado, puede convertirse en avión electoral.