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Elecciones alemanas en el contexto global

Las pasadas elecciones generales en Alemania se realizaron en uno de los momentos más turbulentos, no solo para el bloque europeo —desde su creación en 1951— sino para el orden mundial actual. Y es que, a pesar de que muchos alemanes no quieran aceptar el peso, cargaban en esta contienda electoral con la responsabilidad de la continuidad de la integración europea tal como se la conoce y que es pilar de la paz y estabilidad mundial que se vive desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. El problema es que, si bien el orden mundial, económico y político creado en la posguerra parecía haber funcionado, en los últimos dos años ha mostrado su fragilidad y levantado grandes dudas sobre su continuidad.

El hito más importante para esta grave crisis política que se vive actualmente en Occidente es la crisis financiera que se inició en 2007 en Estados Unidos y que luego se esparció rápidamente a varios países europeos. A pesar de que al día de hoy, muchas de estas naciones tienen indicadores macroeconómicos que parecen mostrar que la crisis económica fue superada, la crisis política no ha hecho más que acentuarse. Para el grueso de la población, no pasó desapercibido el hecho de que un reducido número de personas, que son dueños del capital mundial, puedan hacer tambalear la estabilidad de millones de personas. Para muchos, esta crisis económica mostró la verdadera cara de la globalización y cuan desprotegidos estaban los ciudadanos frente a los ricos, frente a las grandes corporaciones.

Actualmente, este descontento en Occidente se manifiesta en una crisis de la democracia liberal que, según muchos autores, es la peor que se ha experimentado desde sus inicios en el siglo XVIII. Debido, principalmente, al socavamiento de las condiciones de vida, la democracia, como forma de representación, está perdiendo su credibilidad con la ciudadanía, teniendo élites económicas y políticas, nacionales e internacionales con el poder suficiente para minimizar las demandas colectivas y lograr mayores beneficios propios. No nos olvidemos del recientemente celebrado Foro de Davos que, como afirma el Premio Nobel Joseph Stiglitz, es el mayor ejemplo de cómo empresas multinacionales establecen la agenda de los gobiernos. Lo que es más, según muchos autores, los regímenes democráticos de Occidente ya no funcionan como democracias liberales, sino más bien como un liberalismo indemocrático, que lleva a tanta gente a sentirse marginada.

Así, este descontento es el que dio paso en occidente a la búsqueda de políticas y políticos más radicales. Las opciones de centro —tanto de derecha como de izquierda— perdieron apoyo debido a su incapacidad para dar respuesta a las demandas de los que están más abajo. No es difícil comprender que en este contexto la extrema derecha haya sido la más beneficiada, habiendo sabido canalizar este descontento. Lo que sí es importante entender es que no se trata de la derecha conservadora neoliberal, que implementó políticas a favor de la eficiencia del capital durante las últimas tres décadas. Se trata más bien de una derecha radical, populista y nacionalista —xenófoba—, y que recupera el postulado de que los tiempos de crisis se deben al extranjero, especialmente al migrante. Así, su principal propuesta radica en que la única forma de recuperar el bienestar de los habitantes del país es a través del cierre progresivo de las fronteras, para los flujos de bienes y servicios, pero también de personas.

En este contexto, si bien las elecciones de Alemania siguieron la tendencia anteriormente descrita, lo hicieron con menor intensidad. Es cierto que tanto la socialdemocracia (SPD) como los conservadores (CDU/CSU) alcanzaron un mínimo histórico, con 20% y 32%, respectivamente; sin embargo, es importante resaltar que no se dio un quiebre en el sistema político partidario como en Francia o incluso Estados Unidos, donde outsiders de la política fueron electos presidente. Como resulta obvio, esta disminución de ambos en el electorado se convirtió en el ascenso de los que se encuentran en el espectro más radical. Si bien la izquierda (Die Linke) y los liberales (FDP) aumentaron su votación, la gran sorpresa fue el 13% de AFD, el partido de extrema derecha, que ingresará por primera vez en su historia al Parlamento alemán.

Tomando en cuenta que Alemania es el líder de la Unión Europea, los resultados de la elección calmaron los miedos sobre un mayor quiebre en el orden mundial. No obstante, el problema de fondo no se ha solucionado. Es cierto que existe mayor tranquilidad en toda Europa sobre el tema migratorio, pero el gran reto que tiene la socialdemocracia es abordar éste y otros problemas que son las principales preocupaciones de un grueso de la población, que hoy por hoy son los marginados del sistema y que sienten que los partidos tradicionales, cercanos al centro, no tienen nada que ofrecerles.