Icono del sitio La Razón

Apogeo de un diario chino en HonG Kong

Una tarde hace poco, el personal del South China Morning Post, un periódico fundado hace 114 años, se reunió alrededor de un lechón rostizado en sus nuevas y lujosas oficinas en Hong Kong, para celebrar un cambio notablemente radical. La cantidad de lectores crece. El Post lanzó nuevos productos digitales y sumó a decenas de periodistas. Después de más de una década de declive y caos editorial, ahora en la redacción predomina el entusiasmo y la vibra de una empresa emergente de tecnología, con equipo para jugar tenis de mesa y un pub interno que sirve cerveza artesanal gratis.

El renacimiento comenzó con la adquisición del Post, hace dos años, por el Alibaba Group, el gigante tecnológico y minorista chino. Pero si Alibaba le está dando nueva vida al periódico, también le han encomendado una nueva misión: mejorar la imagen de China en el extranjero y combatir lo que considera un sesgo anti China en los medios de alcance global.

En efecto, Alibaba provocó que el periódico abandone la línea que seguía desde los días del control británico y lo puso a la cabeza de los esfuerzos chinos de proyectar el poder blando en el extranjero. Todos los días el Post produce decenas de artículos sobre China, muchos de los cuales buscan presentar una visión más positiva sobre ese país. A medida que esto sucede, los críticos creen que se aleja del periodismo independiente y que incursionó en una nueva forma de propaganda. Alibaba, que ha sido abierto desde el principio sobre sus ambiciones respecto del periódico, imagina un día en que el Post sea la organización de noticias dominante en el mundo, aprovechando el impulso del ascenso de China como una superpotencia.

“Seremos observados y la gente nos pondrá atención”, afirmó Joseph C. Tsai, cofundador de Alibaba, durante la celebración el mes pasado, y comparó al Post con un competidor que lleva las de perder pero que logró competir por primera vez en los Juegos Olímpicos. Sin embargo, a los periodistas les preocupa que Alibaba, que se ha convertido en una de las empresas con un valor más alto en el mundo en parte por mantener buenas relaciones con el gobierno chino, esté abandonando la trayectoria histórica del Post de publicar reportajes combativos con el fin de complacer a Pekín.

“Al declarar explícitamente que su objetivo es contar una historia positiva sobre China y presentar notas cuestionables, la administración está socavando los atributos que hacen al periódico útil en primer lugar”, dijo Yuen Chan, periodista y catedrática de la Universidad China de Hong Kong.

Mientras los negocios y gobiernos de todo el mundo buscan maneras de eludir a los medios tradicionales, el Post se convirtió en un caso de prueba sobre cómo un nuevo dueño puede cooptar una marca para promover ciertas perspectivas. Los ejecutivos de Alibaba dicen que quieren una alternativa “justa y equilibrada” a los medios extranjeros, una declaración de misión que recuerda la de Fox News.

Gary Liu, un empresario de tecnología educado en Harvard y director ejecutivo del Post, afirmó que el periódico podría ofrecer un retrato con más matices sobre China que los medios occidentales, con 350 periodistas en Asia, incluyendo a unos 40 en tierras continentales. “Ciertamente no estamos aquí para promover las opiniones y los deseos de Pekín”, aclaró Liu, quien antes era director de Digg, un sitio web noticioso de agregación con sede en Nueva York. Pero la cultura de autocensura en el periódico es anterior a su compra por Alibaba, precisó Wang Feng, quien trabajó como el editor en línea del Post de 2012 a 2015. Explicó que los editores principales reescribían, minimizaban o retenían notas críticas de manera rutinaria por miedo a ofender a funcionarios chinos influyentes o a ejecutivos de negocios.

“A menudo se hacían de forma muy secreta”, dijo Wang, ahora editor del sitio web en lengua china de The Financial Times. “Podías notar que la gente no era precisamente libre de expresar lo que pensaba”. En febrero, según dijeron periodistas del Post, el Ministerio de Seguridad Pública presionó a los editores principales para que enviaran a un reportero a entrevistar a Gui Minhai, un crítico de la política china y ciudadano sueco, a quien la Policía china había interceptado en un tren.

Entonces se citó a Gui diciendo que había roto la ley china y no quería ayuda del mundo exterior. En su cobertura, el Post señaló que la entrevista con Gui había sido “organizada por el gobierno”. “El Post se está arriesgando a ser el vehículo de la maquinaria propagandística general de Pekín”, puntualizó Willy Wo-Lap Lam, un académico de la Universidad China de Hong Kong y experiodista del Post.

Xi, el dirigente más poderoso de China en décadas, eliminó el reportaje crítico en la China continental, ejercido una presión renovada en los medios de Hong Kong y ordenado una vasta expansión de la maquinaria publicitaria de China, con emisoras estatales fusionadas en una sola entidad llamada La voz de China para fortalecer los mensajes hacia el extranjero. Chow Chung-yan, quien monitorea la cobertura de China y Hong Kong, negó que el Post ceda a la presión de Pekín. “Somos independientes y libres”, aseguró. “No hay gente que llame a nuestra sala de redacción dictando lo que publicaremos”, remarcó.

La editora en jefe del Post, Tammy Tam, expresentadora de televisión de Hong Kong, se negó a ser entrevistada. “Creemos en reportar libremente, sin temor y de acuerdo con los estándares editoriales más altos”, señaló en una declaración. Los dirigentes del Post dicen que los ejecutivos de Alibaba, que tienen oficinas unos pisos más arriba de la sala de redacción, no participan en las decisiones editoriales. Pero Tsai, el cofundador que habló en la celebración hace un mes, mantiene una conexión cercana y les ofrece retroalimentación ocasional sobre la cobertura y productos nuevos. Mientras que muchos de sus aproximadamente 850 artículos semanales parecen hechos a la medida para una audiencia de Hong Kong o asiática, el Post contrata periodistas de medios como la BBC y The New York Times para ayudar a dar un tono internacional.

Para servir a jóvenes y lectores de Estados Unidos, ahora su mercado más grande, este mes el Post lanzó Inkstone, una aplicación que ofrece un retrato informal de China, así como Abacus, un sitio enfocado en tecnología. Los productos también ayudarán a mitigar las críticas de que el Post es una herramienta propagandística.

“¿Atacar el himno nacional? Eso amerita tres años tras las rejas”, decía un encabezado reciente de un artículo en Inkstone sobre los castigos por burlarse del himno nacional chino.

El éxito del Post puede depender de convencer a los lectores extranjeros de que presenta un periodismo confiable sobre China. Pero en la línea de ataque, los reporteros pelean con la percepción de que el periódico es otro medio del Estado. Tom Grundy, editor del Hong Kong Free Press, un medio noticioso rival, afirmó que el Post albergaba a reporteros con talento, pero que el pertenecer a Alibaba y algunos tropiezos editoriales recientes ponen en riesgo el mancillar un trabajo de calidad. “Sin importar qué tan bueno sea lo que produzcan”, remarcó, “siempre habrá desconfianza”.