Icono del sitio La Razón

María Luciana Cadahi: Clase media y progresismo están ante un desencuentro

La clase media, cuyos indicadores se miden por las familias que logran satisfacer sus necesidades más elementales con mejoras en sus indicadores de consumo, pasó del 35% en 2005 al 58% en 2017, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). La profesora argentina Luciana Cadahia conversó con Animal Político sobre este fenómeno que también se replicó en otros países de la región a la luz de la irrupción de gobiernos progresistas que lograron articularse sobre la base de organizaciones populares o populistas.

De hecho, en la conversación presentada en esta entrevista se analiza el trabajo A contracorriente (2018), un texto de varios autores sobre el populismo y su papel en un momento de tensiones democráticas entre izquierdas y gobiernos tradicionales.

— ¿De qué trata el libro y qué reflexiones le traen a Bolivia?

— El libro nace a partir de un congreso que tuvo lugar en Flacso (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales) en 2015 (…). Es texto colectivo con un espíritu teórico; intenta reconstruir históricamente cómo se ha pensado el populismo y, por otra parte, se plantea un debate más coyuntural sobre el populismo en el siglo XXI, además trata de conectar al populismo como una teoría política en pie de igualdad con otras, para que dialogue con otras como el neoliberalismo. Además, es un libro militante, porque el populismo fue empleado para estigmatizar procesos políticos (…), para descalificarlos.

— Entonces, ¿deberíamos entender al populismo como una teoría que trata de explicar los movimientos populares?

— Creemos que el populismo es una lógica de construcción de lo político; es una manera de construir política que significa una articulación entre los movimientos populares y una determinada propuesta de gobierno para las instituciones. Esto genera un vínculo entre formas de institucionalidad y formas de movilidad popular.

— ¿Cuál es la percepción que tiene sobre los movimientos populares en Bolivia?

— Bolivia es una experiencia populista. El populismo es una especie de referente teórico, una especie de lente desde donde se mira una determinada realidad política. Es propicio leer una realidad política a partir de los lentes del populismo. En el país se puede ver claramente que hay una irrupción de los sectores populares en la vida pública y en las instituciones y hay ciertas formas de movilidad social, de construir imaginarios sociales que en otros momentos habían sido impensables. Está la cuestión de la presidencia indígena, que no es un dato menor, no es el único, pues hay varias cosas a pensar sobre lo que ha significado esta experiencia populista en esta última década.  

— ¿Cuáles serían esos ejemplos, esas otras cosas para destacar?

— Está la cuestión indígena en las formas de gobierno, pero también tiene que ver con el tema de pensar en términos democráticos, para democratizar un país. Esto quiere decir desde el hecho de construir un teleférico, que reúne a distintos actores de las ciudades, hasta proyectos de créditos y políticas sociales.

— ¿Qué diferencias halla usted entre estos movimientos sociales y los gobiernos corporativos?

— Esto no solo se ve en Bolivia y es una tendencia global hacia la oligarquización del mundo, donde las corporaciones gobiernan para las corporaciones y eso que llamamos pueblo queda totalmente olvidado en el sentido de que es una forma de gobernar sin importar ni buscar el acortamiento de las brechas sociales ni las brechas ambientales que se crean frente a otro modelo que busca generar instituciones al servicio de la sociedad, del pueblo (…) que busque las respuestas. Y no digo yo que el populismo tenga la respuesta, porque estamos atrapados en modelo de economía neoliberal, marcado por el extractivismo. No obstante, se puede debatir sobre esto desde la experiencia populista, a diferencia de lo que, por ejemplo, puede ser el caso de Argentina, donde ya ni el tema ambiental o de la sostenibilidad de nuestras reservas (de materias primas) despiertan interés para generar una nueva visión en un escenario gris.

— También está el tema de la movilidad social hacia las clases medias. ¿Cómo ve este asunto?

— Las distintas experiencias populistas a lo largo del siglo XX y en este siglo han creado clases medias y ahí emerge la paradoja del populismo, pues se crean clases medias con una cierta lógica de consumo que luego terminan distanciándose del proyecto político que les permitió ascender a ese lugar. 

¿Cómo consolidar a clases medias que puedan seguir siendo politizadas y tengan, al mismo tiempo, la conciencia sobre la importancia del proceso que les llevó a ese sitio? Ese es el desafío de esta cuestión.

— ¿Cómo ha percibido usted esta movilidad social en Bolivia, hacia las clases medias, desde el punto de vista académico?

— Tuve la oportunidad de vivir algunos años en Ecuador, cuando fui docente en Flacso, y en ese sentido desde la academia estamos muy interesados en este tema, tanto en Ecuador como en Bolivia. Son países donde existían brechas sociales enormes, sectores poblacionales muy pobres y otros sectores de las élites muy consolidados y, realmente, es llamativa la cantidad de clase media que se va consolidando desde esos tiempos.

En todo caso, este es un fenómeno que hay que estudiarlo desde distintos registros, uno desde el punto de vista económico sobre cuánta clase media se consolidó, pero con más detalle sobre los gustos de las clases medias y su nivel cultural; cómo se relacionan con la cultura, cómo se relacionan con el arte y cómo se relacionan con la política y cuáles son los imaginarios sociales que están construyendo. Esto te permitirá medir la relación que hay entre el proyecto político que les permitió llegar ahí y cómo es que se proyectan hacia el futuro, inclusive desde el punto de vista de la concepción política.

— Pero la paradoja sigue ahí…

— Como decía antes, la paradoja justamente es que hay un desencuentro entre esas clases medias y los proyectos políticos progresistas o populistas. Hay que estudiar este fenómeno para hallar más claves.

— ¿Qué país podríamos tener a partir de estas tensiones y las que se viven en la región?

— Esta es una pregunta compleja porque es difícil responderla desde el terreno abstracto, pues la política es el reino de la contingencia y no podemos pensar a Bolivia de forma aislada, pues hay que tomar en cuenta el movimiento regional que está teniendo lugar. Es necesario leer con mucho cuidado la consolidación de las derechas que se dieron por distintas vías. Brasil por una ruta totalmente antidemocrática; Argentina por una vía democrática, en el caso de Ecuador por una traición al interior del partido. 

En el caso de Bolivia, donde todavía está un proyecto progresista, el desafío está en que a pesar de quien gobierne se garanticen las conquistas sociales del progresismo. En Argentina, por ejemplo, desde el primer día que comenzó a gobernar Mauricio Macri, el objetivo fue destruir la institucionalidad del kirchnerismo y sus planes sociales y las estrategias de endeudamiento.

— ¿Qué líneas o elementos discursivos ha identificado en la contienda entre progresismo y las llamadas fuerzas de derecha?

— Es interesante pensar en la teoría, desde la intelectualidad, pero ahora me interesa más identificar cuáles son los relatos que el mismo ciudadano, en tanto votante, está construyendo alrededor de lo que le pasa, de quien gobierna y de cuáles son las otras propuestas políticas. Es decir, la gente que vota no está preguntándose si va por la izquierda o la derecha, pues las demandas de las personas son mucho más inmediatas y en ocasiones se asientan en relatos construidos desde los medios.

— ¿Qué opinión tiene sobre el debate político que tiene lugar en Bolivia sobre la reelección del presidente Evo Morales?

— Es un tema complejo (…). Me parece que el proyecto que lidera Evo Morales debe seguir de una forma en la que el pueblo se sienta bien. Evo como líder, sea en el cargo de Presidente o dirigente indiscutido. Debe haber una experiencia democrática alrededor de esa pretensión de continuidad del presidente.

Pérfil:

María Luciana Cadahi aestuvo en La Paz para la presentación de ‘A contracorriente: materiales para una teoría renovada del populismo’, un texto que plantea reflexiones de varios autores sobre el papel de los movimientos sociales en los procesos de cambio político que se dieron en el continente.

Nació: en Buenos Aires el 18 de marzo de 1982. Profesión: Doctorado en Sociología y Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Madrid Ocupación: Docente universitaria

Formada en filosofía, Cadahia desarrolló su carrera profesional vinculada a la investigación y la docencia universitaria. Profesora en Flacso y en la Universidad Autónoma de Madrid.