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¿Quien paga la orquesta escoge la canción?

A la luz de los cambios políticos que vive la región, la pregunta que hizo el vicepresidente Álvaro García Linera en una conferencia de prensa: “¿de qué medio es usted?”, da lugar a otra interrogante, aún más pertinente, ¿dime en qué medio trabajas y te diré cómo concibes la libertad de información? Pregunta que a su vez insinúa plantear el  dicho: “¿Quien paga la orquesta escoge la canción?”.

Es pertinente el planteamiento porque urge reflexionar sobre la postura que adoptan los medios en torno a la libertad de información y expresión, precisamente porque ese es el terreno en el que se está jugando el futuro de Bolivia.

En los medios, ¿todos los periodistas podemos escoger la canción? e incidir en la construcción de su línea editorial, o esa facultad debe seguir reservada para quienes ponen el capital y de paso se alinean a proyectos políticos cuya matriz ideológica está fuera de Bolivia.

En el país se tiene un amplio espectro de medios de comunicación. Están los privados, estatales, cooperativos, sindicales y también comunitarios. La mayor parte de esos medios se esfuerza por mantener cierta independencia política, aunque no deja de ser evidente la fuerza que incluso en esos medios marcan las grandes transnacionales de la información con intereses específicos sobre la situación de América Latina.  

El problema de fondo es el contexto en el que vive el continente con dos proyectos de sociedad: el conservador, ligado al control del poder por parte de las élites, y el popular, con expresiones sociales más amplias que buscan replantear lo que ocurrió en la región y cuyo norte específico es la democratización profunda de los recursos naturales y ante todo la conquista fáctica del elemental derecho a la vida.

Resulta mentiroso analizar el rol de los medios de comunicación en Bolivia y la región sin tomar en cuenta este factor y, más aún, pretender que es posible un “periodismo libre” cuando el choque de esas dos fuerzas es tan devastador y se lo siente y ve en cada centímetro cuadrado de los periódicos y en cada minuto emitido por los noticieros de los canales de televisión.

En el centro de este gran torbellino político están desde luego los medios de comunicación partidarios de la defensa y promoción del proceso político que empuja el Movimiento Al Socialismo (MAS) en Bolivia y, por el otro lado, los medios que “nacieron” y “existen” precisamente para atacar y desgastar proyectos o expresiones políticas que buscan marcar un nuevo rumbo político y económico para América Latina, sobre todo en relación con la administración de los recursos naturales.

Una polarización a momentos encarnizada (como es el caso de Venezuela) y de la cual salen mal los periodistas que pretenden enarbolar la posibilidad de un periodismo independiente. “Yo soy libre, yo soy independiente”, sostienen algunos periodistas bolivianos, recibiendo como respuesta una pregunta cargada de ironía: “¿De Independiente Petrolero de Sucre?”

La  sinceridad impone admitir que  —aun en grado relativo— los periodistas se adscriben a una de las dos tendencias porque los medios expresan disputas y confrontaciones reales.

En ese contexto, es justo reivindicar el rol que están jugando en muchos medios de Bolivia y el continente periodistas íntegros y muy formados, quienes  sabiendo que “quien paga la orquesta pretende escoger la canción que se escuchará”, se hacen escuchar y colocan sobre la mesa de redacción voces que abogan por la pluralidad en la comunicación como expresión de la pluralidad y diversidad política que hoy caracteriza al país.

Y la disyuntiva es real y no admite términos medios: o todos ingresan a la fiesta o se ahonda la crisis que se expresa en altos niveles de exclusión social. Y el periodista no es un ser etéreo que está al margen de lo que puede ser una oportunidad para mejorar los ingresos medios de la sociedad boliviana, evitando que el país siga haciendo el ridículo de mendigar pese a estar sobre una silla de oro.

Los periodistas bolivianos nos consideraremos libres en la medida en que tengamos fuerza y convicciones para rechazar lo que se considera presiones y amedrentamiento de los poderes, llámese presidente Evo Morales o vicepresidente Álvaro García Linera. Pero el discurso quedará incompleto si con la misma fuerza no tenemos la capacidad de advertir que desde otros ámbitos se mueven fuerzas e influencias que atentan contra el derecho de Bolivia a emanciparse y alcanzar por esa vía su pleno desarrollo.