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Desafíos de una profesión longeva

Qué se debe hacer en una institución que está a una década de cumplir cien años? Tal fue la pregunta que dio vueltas en mi cabeza la noche antes de asumir la presidencia de la Asociación de Periodistas de La Paz. Recién egresado de la carrera de Comunicación en la Católica a principios de los 90, y con la expectativa de iniciar una profesión con los paradigmas de la teoría crítica latinoamericana en la cabeza, varios jóvenes apresurados nos inscribimos a la Asociación de

Periodistas de La Paz (APLP) en busca de una acreditación de prensa que nos permitiera abrirnos paso en este noble oficio.
Con los años, más que una acreditación, el periodismo se convirtió en un lugar de reflexión de la realidad política y social, que hasta hoy es un ejercicio natural y cotidiano.

El ganar las elecciones en el órgano matriz de los periodistas, sin tener otro competidor a quién enfrentar, parecía una carrera en solitario frente al desencanto.
Grande fue mi sorpresa al saber que presidir una organización de profesionales de la información pública me traería gigantescos retos; el primero de ellos, defender la institucionalidad y el buen nombre ganado en décadas por ilustres periodistas, en una entidad que sobrevivió a toda forma de gobierno, desde las dictaduras hasta los distintos tipos de democracia.

El segundo, fue la indiferencia de una multitud de colegas que dejaron de creer en la Asociación hace mucho tiempo y que nada los motiva a regresar.

A semanas de iniciada la gestión con el flamante directorio, recibí una invitación para una reunión en Lima, con representantes de la European Journalism Centre, EJC, con el objeto de presentar un proyecto que permita retomar la buena relación que en algún momento se dio con la Asociación más importante del país.

En cuestión de días se trabajó en buscar apoyo económico para impulsar un viejo sueño, la instalación de un medio de comunicación propio, dirigido y trabajado por los mismos periodistas; de este modo surge APLP Radio, la emisora online dedicada a informar y desarrollar opinión, haciendo uso de internet para llegar al mundo.

Fue precisamente el 10 de mayo de 2017 que salimos al aire como un medio dedicado a la defensa de la libertad de información, el derecho a la comunicación e información.

La incorporación de jóvenes universitarios como pasantes en la radio, combinada con la actividad de profesionales de amplia trayectoria en el periodismo, fue la fórmula que cautivó a la EJC, siendo éste uno de los proyectos estrella que apoya en Latinoamérica.

Sin el agobio de la publicidad y con un presupuesto modesto, APLP Radio se convirtió en el medio de comunicación moderno, sin necesidad de licencias de ningún tipo, donde se dialoga y analiza el ritmo del país sin temor a la censura.

La guía es el código de ética y la meta llegar cada día a más audiencia, brindando los elementos que permitan a los ciudadanos tomar sus propias decisiones.  
Este encuentro generacional ha dado vitalidad a la entidad longeva del periodismo en el continente.

Pero el reto no solo fue interno, pues la mayor atención del directorio que me tocó presidir se dio en el escenario público, enfrentando innumerables denuncias de transgresiones, faltas, agresiones a periodistas y sobre todo a la libertad de prensa.

En un escenario polarizado, movimientos sociales, autoridades gubernamentales, funcionarios públicos así como uniformados, se dieron a la tarea de agredir, ofender e incluso golpear a los colegas, por el simple hecho de presentarse como periodistas.

Si bien no ocupamos el puesto más bajo en los rankings de libertad de prensa, poco a poco estamos descendiendo de ubicación y la sensación nos ubica más abajo inclusive.

En un panorama desalentador algo está claro: la APLP es una institución de amplio respeto ganado, puesto que todo pronunciamiento fue varias veces replicado por distintos medios y la prensa demostró unidad cuando nos declaramos en estado de emergencia o salimos a denunciar la injusticia.

Una vez más queda claro que la APLP tiene su lugar ganado en la sociedad y su mayor fortaleza radica en su gran credibilidad, que es un bien invaluable.

Cuatro son los retos que quedan para el futuro inmediato: trabajar con firmeza por defender la libre expresión sin distinciones; proteger la autorregulación que se expresa en el accionar del Tribunal Nacional de Ética; impulsar un proyecto de ley para regular la publicidad; y, combatir la autocensura y la asfixia económica que hostigan a distintos medios de comunicación.