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Advenedizos, ¿A quién apoyamos?

Como un proemio necesario, concordante con mi condición de, cuasi, ignorante del fútbol recupero dos vertientes inspiradoras de este escrito; primero, el texto de Gabriel Mamani: “Ningún mundial como el nuestro”, donde nos presenta verdades como que ningún gol será realmente nuestro o que durante 30 días nos acogeremos a patrias postizas. La segunda, los grupos de amigos futboleros que comienzan a regodearse en sus afinidades o antipatías con las selecciones presentes en la épica de 2018. En este escenario, los bolivianos (esta vez sí, con un énfasis en “los” = masculino-patriarcal) vamos definiendo nuestras elecciones para apoyar, apasionadamente, a una u otra selección; tal vez teniendo algún argumento bajo los mandatos del deporte Rey y olvidarnos de las tragicomedias del fútbol local y la verborrea de nuestros tiempos.

Y cómo no, de igual manera trato de adscribirme a los colores en los que puedo encontrar mis sinergias sin pecar de ignorancia, antipatía o incoherencia con nuestra identidad y el ser boliviano. Comienzo con las selecciones latinoamericanas, en algún momento soñadas como la Gran Colombia, pero tejiendo fino, aplico las construcciones que me acompañaron desde muy pequeño con la selección argentina, y sus influencias a mi tierra chicheña, de la que tengo los primeros recuerdos con su selección en Italia 90, Maradona incluido (de quien, todavía, tengo una foto enmarcada de aproximadamente 100X60 cm). Siguiendo esta línea, apostaba por Perú apelando a la lógica del equipo chico que clasificó por mérito propio y me recuerda a la saga de 1994, donde Bolivia clasificó al Mundial de forma histórica e irrepetible hasta hoy; recordando, también, la Confederación apostada por Andrés de Santa Cruz.  

Siguiendo con la tabla personal de preferencias, tenemos a Uruguay por temas de cercanía, además de ser la patria de amigos, y otra región de origen del infaltable cimarrón. Yendo para el norte aparece México con quienes, se dice que, tenemos muchas cosas en común como la cultura e incluso características somáticas. También está o estaban Colombia, Costa Rica y Panamá que los veo algo más ajenos pero son también representantes a esa identidad latina en tierras lejanas de la ex Unión Soviética. Desde nuestra acera, por último, la pentacampeona Brasil se muestra como la gran favorita de casi todos los mundiales para ser nuevamente campeona aunque la siento externa, posiblemente por el sesgo idiomático (de origen latino al final) y a quien seguramente no le afectará restar un apoyo, ya que cuenta con una aclamación masiva en gran parte del planeta.

Vamos por un reto mayor, el de optar por el resto de las 24 selecciones pendientes, considerando a la local Rusia, por el vínculo ideológico e histórico que encuentro con ese país, evocando a la URSS y la centenaria Revolución Rusa; considerándolo, además, como uno de mis destinos por visitar, incluida la Plaza Roja, la tumba de Lenin y el poético Café Cosquín, en medio de un trago de vodka. Asimismo, apoyar a Francia por vínculos como los orígenes de la sociología y sus teóricos clásicos, además de la siempre presente Revolución Francesa, que hizo un quiebre en la historia del mundo cuando eran otros tiempos. Seguimos con Alemania y Suiza, esta vez, motivado por cuestiones laborales; donde también aparece España, la “madre patria”, recordando tiempos pasados articulados a los intentos de descolonización actual, pero este puede resultar un argumento trivial, a fin de cuentas.

El escenario de preferencia es más complejo, bajo el respaldo de la lejanía con el resto de países, quedan las selecciones de África entre la pobreza y sus desigualdades junto a representaciones de Asia, con su apéndice Oceanía, con realidades también omitidas, donde se ubican los “Tigres del Asia”. Las demás selecciones, en muchos de los casos, se reducen a simples banderas dentro del fixture y responden a definiciones azarosas cuando ingresamos en el mundo de las oscuras apuestas, peor para los neófitos del fútbol que tuvimos nuestra única escuela en los libros, teóricos o literarios, recordando a Galeano, Cachín Antezana o Alabarces, entre otros. En este marco, vamos con cuidado para salvar la fuerte crítica Borgeana que decía “el fútbol es popular, porque la estupidez es popular”. Así, localmente debemos cuidar muchos detalles, sociales y políticos, entre otros, para optar por uno u otro equipo; como ser hinchas del Aurora el “Equipo del Pueblo”, más allá de exitismos efímeros, rememorado al tupiceño Ugarte en 1963 o la clasificación de 1994. Por lo pronto, seguiremos apelando a nuestra condición de advenedizos en patrias ajenas tratando de darle algún sentido a nuestro regodeo futbolero.