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El ‘adeficio’ presidencial

En los últimos días se hizo pública una nota de la ministra de Comunicación, Gísela López, aclarando a los periodistas que no es correcto referirse al “adeficio” (mezcla de edificio y adefesio) presidencial, como el Palacio de Evo —muchos le dicen el Palacio del Ego—, porque existe tooooda una concepción filosófica detrás del nombre oficial con que nació el proyecto, y que deben referirse al “adeficio” como La Casa del Pueblo. También se hizo público el tamaño de la oficina (suite) presidencial, de más de 1.000 m2, y un equipamiento que consta de jacuzzi y gimnasio que, me imagino, también será para que el pueblo use después de las reuniones oficiales.

¿Cuál el propósito de las grandes construcciones como el Ministerio de Economía, el nuevo Parlamento o el “adeficio” presidencial? Los oficialistas dicen que son para el pueblo o para darle mejores condiciones de trabajo a los servidores de ese abstracto pueblo que se beneficiará del gimnasio y del  jacuzzi; los opositores decimos que hay demasiadas necesidades de ese pueblo y que en lugar de dilapidar la bonanza, el Gobierno debió resolver los problemas estructurales como la salud o la inseguridad. Pero hay algo que añadir.

Destruir el centro histórico de la sede de gobierno con un “adeficio” al que le añaden “el contenido filosófico” con dos o tres símbolos de los pueblos originarios, tiene un triple propósito:

1) Reescribir la historia, para hacernos creer que todo empieza con ellos: antes vivíamos en el averno y con la llegada de Evo Morales dizque se hizo la luz. Con su nuevo relato intentan hacernos creer que antes todo era malo y que con ellos todo es bueno, como si antes y ahora no hubiera corrupción, no se usara el poder y los recursos públicos para beneficio particular, no hubieran presidentes que quieren tener sus zapatas, y sus aviones, y sus palacios. Pero no, antes no era Mordor ni ahora es el paraíso. El MAS, que decía ser cambio, es más de lo mismo, solo que perfeccionaron los peores rasgos del sistema político boliviano.

2) Mantener contenta a la “llunkucracia”, a esos funcionarios que responden al régimen y que esperan llevar una vida de sultanes con recursos públicos, a cambio de mantener loas y decir que entre viaje y viaje, entre partido y partido, se esfuerza mucho y gobierna, ardua tarea que requiere de un jacuzzi al final del día.

3) Reforzar el relato de que todavía mantienen algún vínculo con el pueblo y por eso le hacen una “Casa”, decir que tiene una estética indígena para autoconvencerse de que representan lo indígena, lo que dejó de ser creíble desde Chaparina.

En Las máscaras del fascismo, Juan Claudio Lechín describe el accionar de los populismos latinoamericanos contemporáneos, forjados por el castrismo y financiados por el chavismo. Al detector de fascismos le llama “el Índice facho”:

• El caudillo es mesiánico, carismático y de origen plebeyo.

• El brazo del caudillo es el partido y sus grupos de choque.

• La lengua del caudillo es la propaganda política.

• La fe del caudillo es la fantasía política redentora.

• El oído del caudillo son los servicios de inteligencia, espías y soplones.

• El caudillo se embarca en la refundación de la patria y/o el cambio de nombre, la reforma constitucional, la creación de nuevos símbolos.

• El caudillo destruye valores e instituciones previos a su llegada al poder.

• El caudillo es antiliberal y antinorteamericano.

• El caudillo consigue las siguientes igualdades políticas: Caudillo=Partido=Estado=Nación=Patria= Pueblo=historia épica.

• El pueblo adepto al caudillo. El siervo. Militante de adhesión popular. Retorno a la servidumbre.

• La perpetuación del caudillo en el poder: gobierno vitalicio, con o sin elecciones. Monarquía plebeya.

• Valores medievales: coraje militar, valores excesivamente viriles (machistas), señoriales y homofóbicos, arengar a la tropa en la forma de discurso de confrontación, luchar por un ideal santo, entre otros…

Que conste: Juan Claudio publicó este libro en 2011. Les pido a los lectores  que en cada punto busquen en su memoria los ejemplos, desde el cambio de nombre a la República de Bolivia por el Estado Plurinacional de Bolivia, hasta los “amarrahuatos”, y verán que no hay exageración, y que el “adeficio” presidencial no es más que un rasgo más del Índice facho.