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Construir la autonomía de la fiscalía

La forma de designar al fiscal, según la práctica internacional, incide en la democracia misma.

/ 8 de agosto de 2018 / 11:33

La autonomía o independencia de la Fiscalía respecto a los demás poderes públicos es uno de los “principios vitales” para garantizar el correcto funcionamiento del sistema democrático y evitar que las investigaciones de violaciones a los derechos humanos así como hechos de corrupción y otras irregularidades sean “manipuladas” por distintas formas del poder político, coinciden activistas, autoridades e instituciones de análisis del área jurídica.

El Informe de los Estándares Internacionales sobre la Autonomía de los Fiscales y las Fiscalías (2017) establece que la “autonomía de la Fiscalía respecto al Poder Ejecutivo” es uno de los principios fundamentales y que no solo debe traducirse en una autonomía orgánica y patrimonial sino también en la “garantía de que no habrá injerencia o presiones directas o indirectas” que puedan provenir de esa rama del poder público.

Otro principio es la “independencia del Fiscal General respecto al Órgano Legislativo”, por lo que los legisladores no “deben intentar influenciar indebidamente las decisiones” del Ministerio Público sobre un asunto concreto para determinar el modo de actuar de un fiscal en un caso. El informe además determina que la Fiscalía para su actuación independiente debe tener un “presupuesto adecuado”, sobre el cual ejerza un “control autónomo”.

El documento fue elaborado por el Centro de Estudios de Justicia de las Américas (CEJA), la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho y la Fundación para el Debido Proceso para acompañar el proceso de transformación de la Procuraduría General de la República en la nueva Fiscalía de México.

El trabajo busca identificar y sistematizar algunos estándares internacionales respecto a la autonomía de la Fiscalía en América Latina.

El texto recuerda que el Sistema Interamericano de Derechos Humanos “ha reconocido la garantía de la independencia judicial como un derecho humano”, en el artículo XXVI de la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre.

Un énfasis especial que hace el Informe es que el nombramiento del Fiscal General es una decisión que genera consecuencias directas sobre el correcto funcionamiento del sistema democrático y es vital que esa autoridad desempeñe su labor de forma objetiva, autónoma y alejada de “presiones indebidas o afinidades políticas”. Por ello, la evaluación debe basarse en el “mérito”: que se cumplan específicas condiciones que hagan a la idoneidad del aspirante.

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En esa línea, el trabajo señala que la elección del nuevo Fiscal General debe ser “imparcial” y debe basarse en “criterios objetivos” vinculados al mérito, incorporando salvaguardas para evitar “nombramientos basados en predilecciones o prejuicios”.

Para ello, la garantía esencial es la regulación de un perfil claro y diferenciado que establezca las capacidades y cualidades de la autoridad. Asimismo, debe excluir toda forma de discriminación, generar confianza de la ciudadanía, respeto de la judicatura y de las profesiones jurídicas.

En México, según la última reforma de 2014, que dispone el cambio de la Procuraduría General de la República (PGR) hacia la Fiscalía General, el Senado debe hacer una lista de 10 candidatos y presentarla al Presidente. Cabe aclarar que la reforma aún no está vigente pues se requiere de una declaratoria de entrada en vigor y una Ley Orgánica que defina las facultades y funcionamiento de la Fiscalía. Hasta ahora, el presidente ha designado a los procuradores.

Alfredo Lecona, activista y miembro del Colectivo “Fiscalía que sirva” —conglomerado de organizaciones de la sociedad civil— de México, en reciente visita a Bolivia afirmó que en su país existe una “crisis de impunidad” y la Procuraduría ha sido duramente criticada durante el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto, por las cuestionadas investigaciones de varios casos de violaciones de derechos humanos, como la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en 2014.

Ante esto, Lecona señala que los colectivos ciudadanos impulsan, desde 2017, el movimiento #VamosPorUnaFiscalíaQueSirva, que plantea crear una institución independiente, creíble y autónoma del Ejecutivo y que antes de nombrar al fiscal se cambie la ley, así como que sea un grupo de expertos hagan una lista de postulantes que ocupen el cargo.

En octubre de 2017, el subprocurador Jurídico y de Asuntos Internacionales de la PGR, Alberto Elías Beltrán, asumió el cargo de Procurador tras la renuncia de Raúl Cervantes, señalado por encubrir denuncias de corrupción, enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias y otros delitos.

Lecona recordó que Peña Nieto intentó imponer a Cervantes como Fiscal pero la resistencia del movimiento ciudadano bajo la etiqueta #NoalFiscalCarnal, pues era cercano al Mandatario y el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y abogado de ese frente en 2012 cuando fue acusado de corrupción electoral, denunciaron esto y frenaron su elección.

En tanto, en Chile, la autoridad es designada por el Presidente, a propuesta de una lista de la Corte Suprema de Justicia y con acuerdo del Senado adoptado por dos tercios de sus miembros en ejercicio.

En Guatemala el representante del Ministerio Público también es elegido por el Presidente, de una nómina de seis candidatos planteada por una comisión de postulación.

Lisandro Pellegrini, secretario de la Procuraduría de Crímenes Contra la Humanidad de Argentina, sostuvo a La Razón que en su país el Procurador General es elegido por el Presidente con acuerdo del Senado por dos tercios de los miembros.

Pellegrini explicó que el presidente Mauricio Macri propuso, en marzo de este año, a la jueza Inés Weinberg para ocupar el cargo de Procuradora de la Nación, en reemplazo de Alejandra Gils —nombrada en el tiempo del kirchnerismo— que renunció en 2017 por “fuertes presiones del Ejecutivo”. Algunas impugnaciones presentadas contra Weinberg fueron por su cercanía con Macri, pero también por algunos criterios regresivos en Derechos Humanos que mantuvo cuando era jueza.

Ante ese escenario, Pellegrini resalta que un elemento fundamental por el que debe regirse la Fiscalía General es la autonomía y no debe tener ninguna vinculación con el Poder Ejecutivo, Legislativo ni Judicial.

Además, agregó que el proceso de designación de la nueva autoridad debe realizarse bajo “criterios objetivos” que hagan hincapié en los méritos, las capacidades y la idoneidad evitando que sean elegidos “por afinidad política o por su funcionalidad”.

En el caso boliviano, el Fiscal General se elige por dos tercios de votos del Legislativo. Sobre la designación de la nueva autoridad en el país, el Informe sobre los estándares internacionales indica que si la selección se realiza vía concurso público y abierto orientado a las capacidades profesionales y méritos de los postulantes, advierte que es importante destacar que este tipo de concursos también “pueden ser objeto de injerencias indebidas” cuando todas sus etapas son “conducidas por un órgano político y no por un órgano técnico que goce de autonomía”.

Para el diputado de la opositora UD Gonzalo Barrientos, en Bolivia hay “una profunda crisis” del sistema judicial, que no tiene credibilidad y se ha convertido en una “guillotina judicial” que es ancha para algunos y angosta para otros y está al servicio del Ejecutivo. “Un accesorio de esta justicia es la Fiscalía que es un engranaje de la guillotina judicial que le hace daño a la democracia”, señala.

Para Barrientos, este “sometimiento” de la Fiscalía debe superarse con una “decisión política” del partido gobernante para elegir a un Fiscal que “no sea afín al oficialismo”.

El legislador observó que el actual fiscal Ramiro Guerrero ocupó “cargos públicos y ha sido cuestionado por investigaciones sobre casos de corrupción, violaciones de derechos humanos y otros delitos”, que habrían cometido funcionarios estatales.

En contrario, el senador del MAS Milton Barón asegura que los requisitos fijados en el reglamento para la elección del Fiscal —aprobado el martes por el oficialismo con sus dos tercios en la Comisión Mixta de Justicia— garantizan la “independencia político-partidaria” de la nueva autoridad. Barón explica que entre las condiciones que debe cumplir el nuevo Fiscal están “no tener militancia en alguna organización política al menos cinco años” y “no tener parentesco hasta el cuarto grado de consanguinidad y segundo de afinidad con el Presidente y Vicepresidente, senadores y diputados”.

“Con esto, apostamos que los candidatos tengan independencia y no tengan que ver con frentes políticos”.

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Acoso político psicológico, el ‘más natural’

La violencia política psicológica y simbólica es poco visible, está naturalizada y es difícil probarla.

/ 25 de julio de 2018 / 11:00

Esta no nos va a mandar, se cree la reina”, habían dicho dirigentes varones acerca de la lideresa de una junta vecinal del municipio de El Alto. El acoso y violencia política psicológica es la forma más común que sufren las mujeres de la comuna alteña; luego está la violencia simbólica, según el estudio cualitativo “Acoso y violencia política a mujeres en el municipio de El Alto”.

La investigación establece que entre el 53% y el 65% de las mujeres dirigentes, autoridades políticas y lideresas del municipio alteño que participaron en tres grupos focales, reunidos entre diciembre de 2017 y enero de 2018, afirmaron que fueron víctimas de acoso y violencia política psicológica. (Ver infografía)

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Tania Sánchez, directora del Centro de Promoción de la Mujer Gregoria Apaza, indica que en la indagación se identificó que las formas que más se utilizan para ejercer acoso psicológico contra las mujeres en el ámbito político son: el miedo, la intimidación, las amenazas, los chantajes, el desprestigio, la desvalorización, y la difamación, a las que se suman las amenazas de muerte, así como poner obstáculos en el trabajo.

“Esta es la forma más común de acoso y violencia política que es utilizada en las instituciones políticas y públicas, la cual está naturalizada y busca relegar a las mujeres a un segundo plano”, sostiene Sánchez.

El acoso y la violencia política se pueden definir como la afectación del “estado mental o bienestar de los individuos, que causa ansiedad, depresión y estrés. Lo definimos para incluir amenazas de violencia física, así como actos que buscan dañar la reputación de la mujer víctima. Los datos sobre violencia contra mujeres en política indican que esta es una herramienta particularmente usada contra las mujeres”, se lee en el texto de conclusiones del estudio.

Gioconda Diéguez, coordinadora de proyectos y programas de Alianza por la Solidaridad —Organización No Gubernamental española—, manifiesta que en base están las desigualdades de género aún imperantes en nuestras sociedades y que en el ámbito público y político se manifiestan las mismas maneras de violencia que se dan en el ámbito familiar y privado (física, psicológica, sexual y simbólica).

En la investigación se menciona que otras expresiones de este tipo de acoso son la presión de las organizaciones sociales y las amenazas de la extensión de la violencia al entorno familiar de las mujeres.

Sánchez detalla que en el municipio de El Alto rige un sistema de gobierno “consociativista” —que se basa en el pacto constante de las élites y los grupos de dirigentes en países con fuerte fragmentación de intereses— y eso genera otra forma de violencia, que se refleja en la imposición a las mujeres autoridades de que antes de tomar cualquier decisión relevante, la misma debe consultar permanentemente con las bases y organizaciones sociales alteñas.

La investigación cualitativa identifica el acoso y violencia política contra las mujeres en El Alto desde la perspectiva de concejalas, dirigentes en organizaciones sociales y gremiales, su entorno y desde los medios de comunicación. También analiza las percepciones de las mujeres que sufrieron este problema, las barreras que implica y las estrategias adoptadas para afrontar este tema.

Para el estudio se efectuaron entrevistas en profundidad y semiestructuradas, además de tres grupos focales, entre diciembre de 2017 y enero de 2018, a mujeres representantes, autoridades políticas y lideresas que vivieron situaciones de acoso y violencia política o conocieron de este tipo de casos. Asimismo, se entrevistó a autoridades masculinas del Concejo Municipal y dirigentes de la Federación de Juntas Vecinales (Fejuve), así como a mujeres del área de comunicación y periodistas.

Diéguez precisa que dicho estudio y otro similar efectuado en Perú son parte del proyecto binacional impulsado por Alianza por la Solidaridad, denominado “Fortaleciendo ciudadanía activa y servicios locales para garantizar a las mujeres una vida libre de violencia en los municipios de El Alto (Bolivia) e Independencia (Perú)”, que fue implementado por Alianza por la Solidaridad, el Centro de Promoción de la Mujer Gregoria Apaza y el Movimiento Manuela Ramos (Perú), con el financiamiento del Ayuntamiento de Madrid.

La investigación también menciona que entre 20% y 30% de las integrantes de los grupos focales señalaron que vivieron acoso y violencia simbólica, que pretende anular o borrar la presencia de las mujeres en el espacio público y es más efectiva para mantener las condiciones de opresión debido a que es “sutil, indirecta, invisible e indiscutible”.

“La violencia simbólica se refiere a la invisibilización de las mujeres o el no uso de un lenguaje inclusivo. Por ejemplo, esto se ve en las sesiones cuando ellas levantan la mano y quieren opinar, pero se las coarta o no se las toma en cuenta”, explica la directora Sánchez.

La coordinadora de proyectos y programas de Alianza por la Solidaridad detalla que este tipo de violencia refuerza y naturaliza el acoso porque hace creer a la sociedad que la “política no es un espacio para las mujeres y que es solo para los varones”.

Diéguez detalla además que otro aspecto que se ha naturalizado es la división sexual del trabajo, que asigna a las mujeres la tarea exclusiva del trabajo doméstico o el cuidado de los niños, obligándolas a realizar una doble o triple jornada y a competir con los hombres en condiciones de desigualdad tanto en el campo laboral como en lo político.

Sánchez afirma que el acoso psicológico y simbólico están “entrelazados”, son poco visibles y hay dificultades para probarlos y sustentar una denuncia, sobre todo cuando se trata de mujeres del área rural, pues muchas no saben leer, ni escribir y no dominan el castellano.

La directora señala que la falencia para probar estas formas de acoso muestra que falta profundizar los protocolos de aplicación de la Ley 243 Contra el Acoso y Violencia Política Hacia las Mujeres. Indica, por ejemplo, que en la norma actual se dispone que los concejos municipales y las asambleas departamentales deben adecuar sus reglamentos para definir medidas en el área civil y penal, a fin de poder controlar hechos de acoso político.

Otros resultados de la investigación son que entre el 15% y el 23% de las participantes de los grupos focales sufrieron acoso y violencia política física, mientras que entre el 1% y el 10% de las consultadas fueron víctimas de acoso y violencia sexual.

Según datos de la Asociación de Concejalas de Bolivia (Acobol) al 8 de junio de 2018, 70 concejalas y alcaldesas fueron víctimas de acoso político. En 2017, la cifra llegó a 64.

Para Sánchez y Diéguez, el estudio da muchos insumos que buscan contribuir a mejorar la aplicación efectiva de las normas, luchar contra la impunidad de estos casos, realizar campañas de concientización para deconstruir la naturalización del acoso y la violencia política y promover la equidad de género.

Barreras que afrontan las mujeres en la política

El bajo nivel educativo, la división sexual del trabajo, la violencia de género, la “gestión compartida” a que se les obliga, la débil institucionalidad de la norma vigente, son algunas de las barreras para el acceso y permanencia de las mujeres autoridades, dirigentas y lideresas en los espacios políticos.

Estos factores sociales y culturales limitan el ejercicio de las mujeres en el ámbito político, según el estudio cualitativo “Acoso y violencia política a mujeres en el municipio de El Alto”.

Tania Sánchez, directora del Centro de Promoción de la Mujer Gregoria Apaza, señala que las mujeres entrevistadas, especialmente las migrantes del área rural, manifestaron que no haber concluido el colegio o no contar con estudios universitarios influye en su autoestima y genera limitaciones para el ejercicio de sus derechos políticos, pues son criticadas, presionadas e incluso podrían ser obligadas a suscribir documentos no acordes a las normas.

“Hoy se ha demostrado que para ser un buen líder no es necesario tener un título profesional, pero es una barrera”, afirma Sánchez.

La directora explica que la ausencia o el bajo nivel educativo de algunas mujeres restringe el conocimiento de las normas de protección y de gestión.

La indagación establece también que si bien otras cuentan con una formación académica elevada y provienen de espacios de hacer política diferente, lo mismo son tratadas como “recién llegadas” y su experiencia es minimizada.

Gioconda Diéguez, coordinadora de proyectos y programas de Alianza por la Solidaridad, afirma que otras barreras son la división sexual del trabajo que expresa una “desigualdad estructural” y la violencia de género que se da en el ámbito familiar y privado.

Para Sánchez, otra traba es que en muchas ocasiones a la mitad de la gestión las concejalas o asambleístas titulares son presionadas por sus pares varones suplentes para asumir la titularidad por la “gestión compartida”, lo cual es ilegal. A ello se suma la débil institucionalidad de la Ley 243 Contra el Acoso y Violencia Política Hacia las Mujeres, las deficiencias en las competencias asignadas, el poco seguimiento a los casos denunciados y la no adecuación de las normas.

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‘Plataformas ciudadanas’, reflejo de la crisis política

Mientras para unos ejercen defensa de la democracia, para otros expresan tendencias conservadoras.

/ 18 de julio de 2018 / 12:00

La proliferación de las plataformas ciudadanas, que hallaron en las redes sociales un nuevo “mecanismo de organización”, refleja la crisis del sistema político en el país, coinciden analistas; mientras para unos tienen el perfil de defensa legítima de la democracia, para otros son expresión de tendencias conservadoras del ámbito político.

Las organizaciones tienen el común denominador de afirmar que en este momento su objetivo principal es la defensa del resultado del referendo del 21 de febrero de 2016 (21F), que rechazó una nueva repostulación del presidente Evo Morales; aunque algunas no descartan trabajar para ser una alternativa política.

Para la socióloga María Teresa Zegada, las movilizaciones de las plataformas ciudadanas son una expresión de “resistencia” contra la falta de respeto al referéndum del 21F y en rechazo al fallo del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), que en noviembre de 2017, habilitó la candidatura del Presidente.

“Con la adhesión a las plataformas ciudadanas, la población ha hallado una manera de canalizar el descontento popular por estas decisiones, así como las protestas que hicieron contra el Código Penal”, afirma.

Zegada señala que en los últimos años las “plataformas ciudadanas”  —que expresan reivindicaciones, exigencias y necesidades— surgieron contra las medidas del Gobierno, pues es claro que dichas demandas no han sido “canalizadas” por los partidos políticos y eso refleja una “crisis del sistema político”.

La socióloga sostiene que dicho “descontento popular” se materializa en convocatorias y medidas de protestas “más espontáneas” y otros mecanismos que se generan a través de las redes sociales, que “se han convertido en un nuevo y fuerte escenario de discusión simbólica y política”.

REFERENDO. El 21 de febrero de 2016, 51,3% de los bolivianos rechazó una reforma constitucional que autorice una nueva postulación de Morales; el restante 48,7% la avaló. El Gobierno atribuyó este resultado a las “mentiras” difundidas en el caso Gabriela Zapata, expareja del Mandatario, por lo que recurrió al TCP para lograr habilitar a Morales como candidato en 2019. El TCP optó por darle la razón al MAS, lo que desató muchas críticas.

A decir del sociólogo Ricardo Paz, una “causa común” por la que varios colectivos ciudadanos hayan emergido fue la “defensa de la democracia y el respeto al voto del referendo del 21F”, que niega a Morales la posibilidad de repostularse como candidato.

“Éste es un reclamo fuerte sobre el mal funcionamiento del sistema democrático en el país, que tiene que ver con el respeto a la decisión de la ciudadanía, el Estado de derecho, la independencia de la justicia, entre otros aspectos”, indica.

Para Paz, el surgimiento de las plataformas se debe a la “poca representación” y la crisis del sistema político, lo que se ve reflejado en el hecho, asevera, de que en estos 12 años el MAS ha intentado instaurar un “sistema de partido hegemónico”, pero “ha fracasado” porque antes el modelo era “multipartidario” y hay necesidad de “reconstruir” ese escenario.

Ante el desgaste de los partidos políticos y las agrupaciones ciudadanas, la politóloga cruceña Helena Argirakis manifiesta que así como de un lado han surgido los movimientos sociales y pueblos indígenas, del otro, las plataformas ciudadanas se han constituido en una “respuesta conservadora y reaccionaria” a la hegemonía del MAS.

Espere…

Para Argirakis, estas organizaciones no se crean de “forma espontánea”, sino que se establecen en correlación con agendas políticas externas que tienen una corriente crítica e impulsan “intentos golpistas”.

En este mismo suplemento, el vicepresidente Álvaro García había definido a las plataformas por el 21F como “satélites ‘apolíticos’” de los viejos partidos “que ya no pueden convocar adherentes por sí mismos”.

A decir de Waldo Albarracín, rector de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) y miembro del reactivado Comité Nacional de Defensa de la Democracia (Conade), los colectivos ciudadanos son la expresión de la sociedad civil ante la ausencia de “portavoces” en el oficialismo y en la oposición, y buscan que se respete la Constitución y el referendo del 21F.

El secretario de Gobierno de la Gobernación de Santa Cruz, Vladimir Peña, recuerda que las primeras plataformas ciudadanas se crearon para impulsar la campaña “Bolivia Dice No” en la consulta del 21F y su proliferación se dio luego de que el Gobierno desconoció los resultados de la consulta y el fallo del TCP.

CONGRESO. El 30 de junio, el primer congreso nacional de las plataformas ciudadanas 21F resolvió declarar “dictador” al presidente Morales por no acatar los resultados de dicho referendo.

Dos días después, el Jefe del Estado respondió con que esa denominación no corresponde a la realidad y que estas organizaciones alientan la defensa del 21F con base en una mentira, y que, además, encubren a los partidos de derecha que ansían retornar al poder.

“Defender el 21 de febrero es defender la mentira, es una vergüenza; defender el 21 de febrero es defender a la derecha. Seamos responsables, no solo con Bolivia, sino con las futuras generaciones”, sostuvo Morales.

El 16 de junio, el vicepresidente Álvaro García descalificó la campaña por el No: “Los (que dicen) ‘No’ no son Bolivia, son los anti-Bolivia, son la ‘derecha’ y los ‘vendepatria’”, manifestó en un acto en Cochabamba.

En criterio de Paz, el Gobierno está “desorientado”, ya que trata de responder a la “movilización ciudadana” con “argumentos de hace más de una década de dividir al país, entre derecha e izquierda”.

El vicepresidente del MAS, Gerardo García, declara que se decidió no darle “mucha importancia” a las protestas del 21F porque si bien tienen derecho a expresarse no tienen una propuesta y ese es un “tema cerrado”, por lo que se convocó a un congreso en septiembre en Sucre para definir las estrategias de campaña y fortalecer la Agenda Patriótica 2025.

Para Ana Lucía Gabba, de Resistencia Ciudadana  —que es parte de la unión de plataformas Cochabamba Unida— la “prioridad” en la actualidad es lograr que se respete el voto mayoritario en el referéndum del 21 de febrero de 2016.

“Nos hemos organizado porque hay un descontento popular contra el Gobierno porque no respetan la decisión de la población, la Constitución y el Presidente insiste en ser candidato, pues vemos que si los resultados de este tipo de iniciativas no son favorables al MAS resulta que no son válidos, y no puede ser”, dice.

No obstante, Gabba menciona que al interior del conglomerado de plataformas existen “diferentes matices”, unos que creen que en adelante podrían consolidarse en una alternativa política, otros que no, pues son “grupos de presión”, y otras que plantean en ser parte de un bloque de unidad para hacerle frente al MAS.

Xiomara Klinsky, coordinadora departamental de Santa Cruz de Generación 21 —que dice tener presencia en el interior y exterior del país— opina que este momento el “objetivo central” es que se obedezca la voluntad manifestada en el 21F para que las próximas elecciones “sean transparentes”, caso contrario se avalaría el “autoritarismo” que buscaría ejercer el oficialismo y por eso, acota, no se puede hablar de candidaturas ni de organizar un partido.

Aunque Klinsky asevera que los integrantes de la organización reciben formación política y que más adelante se pensará en si se constituyen o no una opción política.

Eduardo Gutiérrez, presidente de SOS Bolivia —que coordina con otras plataformas en Santa Cruz y en el ámbito nacional— refiere que hace dos años se trabaja por la defensa de la democracia, la independencia de poderes, la libertad de prensa y otros, pero que ahora “la lucha se ha concentrado en que se respeten los resultados del 21F”.

Gutiérrez apunta que el siguiente paso es que los colectivos generen nuevos liderazgos y una agenda a la que se una la población boliviana.

Albarracín, en cambio, sostiene que ahora las organizaciones no pueden asumir una “actitud partidaria” pues pueden contaminar el movimiento ciudadano, pero eso no significa que luego se conviertan en una alternativa política ante el MAS.

Zegada añade que para la constitución de agrupaciones ciudadanas o frentes políticos se requiere una serie de requisitos que quizás las plataformas no logren cumplir, empero pueden participar en los próximos comicios con la adhesión a alguna candidatura que se presente.

Por su lado, la politóloga Argirakis no cree que las organizaciones sean la base de una opción política, pues si bien son opositoras al oficialismo, tienen más diferencias entre sí que puntos en común.

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