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Los 10 soldados que no volvieron a la patria

Abril de 1879. El presidente Hilarión Daza acaba de aprobar el decreto por el que asume la conducción del Ejército boliviano y viaja a Tacna para dirigir las operaciones destinadas a frenar el avance de Chile. Las tropas de ese país ya controlan el departamento boliviano de Litoral, luego de la heroica batalla del puente Topáter (Calama, 23 de marzo de 1879).

Daza, que ya conoce la gesta de Eduardo Abaroa, lleva a los Colorados, el primer regimiento de Infantería de Bolivia, a respaldar a Perú de la inminente arremetida bélica de Chile.

Han pasado 139 años y en el desierto de Atacama, el más árido del planeta, las cruces y los cementerios antiguos también hablan de la guerra. A 137 kilómetros al norte de Iquique aún yacen los restos de 10 colorados bolivianos que murieron en el campo de batalla. Raúl Ruiz Roca, quien fue cónsul de Bolivia en esa jurisdicción entre 2006 y 2016, ubicó el rastro de estos cuerpos y pidió a las autoridades que correspondan hacer las gestiones para repatriarlos con los honores que ellos se merecen; además, este hallazgo podría ayudar a tener mayores datos sobre la contienda bélica que le privó a Bolivia de su acceso soberano al mar.

Noviembre de 1879. Es la fiesta de Todos Santos pero 964 soldados bolivianos junto a 445 peruanos están en el puerto peruano Pisagua; cuentan con dos cañones Parrot de 100 libras para defender ese bastión de un inminente ataque de las fuerzas chilenas que quieren tomar por la fuerza la provincia de Tarapacá. Chile ya se apropió del monitor Huáscar (8 de octubre), pero perdió el Esmeralda en la batalla de Iquique (21 de mayo). Las tropas bolivianas ya están en tierra para resistir las acciones del enemigo que merodea la costa con el blindado Cochrane, la corbeta O’Higgins, la cañonera Magallanes y la goleta Covadonga; todas son embarcaciones fabricadas en Inglaterra, la nación interesada en controlar las reservas de guano (fertilizantes) y salitre (explosivos) que abundan en esas tierras, tan ricas como áridas.

Pisagua es hoy un pueblo pequeño; luce abandonado pero mira de frente al océano Pacífico; el poblado ha sido golpeado por la guerra, las dictaduras y los terremotos. En lugar del puerto salitrero de los años mozos, allí solo existe una pequeña caleta de pescadores artesanales que también recolectan huiro, un alga que es muy apetecida en los mercados internacionales. Si uno quiere ir de visita debe pagar por un transporte expreso desde Iquique.

De esos navíos chilenos bajan cientos de chalanas y pintan de guerra la bahía de Pisagua. En total 4.890 hombres protagonizan la operación. La playa de Junín, que está un poco más al sur, cae en manos del enemigo antes del mediodía. Los aliados que quedan vivos retroceden para reagruparse y defender el territorio desde el campo de Dolores, que está a unos 40 kilómetros al sur de Pisagua.

En el cementerio Inglés de la hacienda Tiliviche, cerca de ese campo de batalla, están sepultados los 10 soldados bolivianos. Ruiz Roca recupera el testimonio de Cristian Keith, nieto del propietario de esa propiedad, que asegura que los cuerpos de los compatriotas están en la ladera izquierda de ese camposanto.

“Los soldados fallecieron en una escaramuza con tropas chilenas en la zona durante la Guerra del Pacífico, en noviembre de 1879, a quienes se les brindó cristiana sepultura en el cementerio Inglés de Tiliviche”, se lee en el libro Fantasmas del norte: Imaginarios, identidad y memoria, de Patricio Ribera Olguín (Pag. 249). “Estas afirmaciones coinciden con los relatos de los integrantes de la familia Keith, actuales propietarios de la hacienda”, explica el excónsul.

El cementerio Inglés de Tiliviche se construye en 1877, antes de la guerra del Pacífico. Los restos del ingeniero inglés Santiago Humberstone, que llegó a Sudamérica en 1875, y de otros personajes destacados de la época del salitre, están enterrados junto a los soldados bolivianos.

“Es importante iniciar un proceso de reconocimiento de los cuerpos con expertos, quienes deben realizar las gestiones y procedimientos para la repatriación de los mismos, concerniendo iniciar todas las operaciones requeridas para su conservación; corresponde de igual manera, como deber patriótico, rendirles los honores de héroes nacionales y hacerlos retornar para su descanso eterno a su patria. Bolivia”, sostiene Ruiz Roca.

Marzo de 1952, los restos de Eduardo Abaroa llegan a La Paz; son escoltados por el Ejército chileno con honores militares hasta la frontera. En su exhumación, se recuperan casquillos de las balas disparadas en su honor. El héroe boliviano está ahora en la iglesia de San Francisco.