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El golpe de Banzer también fue mediático

En diciembre de 1970, a los dos meses que Juan José Torres asumiera la presidencia, el comandante del Colegio Militar, Hugo Banzer, pateó el tablero de la agitada coyuntura nacional. El entonces máximo dirigente de la Central Obrera Boliviana (COB), Juan Lechín, fue inducido a ser antagonista del militar para que éste pueda saltar a la palestra pública. Dentro de esa estrategia, la prensa lo catapultó como caudillo de la sedición castrense.

Tras descabezar un golpe de Estado “reaccionario”, el general Torres, el 7 de octubre de 1970, tomó las riendas del poder, reivindicando ideas nacionalistas. En sus primeros meses de gestión, decretó la “reposición salarial” a favor de los mineros; participó en masivas concentraciones sindicales, donde los obreros le exigieron “armas para enfrentar a los fascistas”; estatizó el comercio del azúcar; y liberó a los marxistas Régis Debray, Ciro Bustos y otros guerrilleros de Ñancahuazú.

Esos actos fueron cuestionados por civiles, militares y empresarios opositores, que buscaban un nuevo liderazgo. En ese marco, el comandante del Colegio Militar asumió el desafío y se presentó como rígido crítico de la “lucha armada” y la “extrema izquierda”.

El coronel Banzer, hasta ese momento, ya había hecho méritos para ser hombre de confianza de la Embajada de Estados Unidos: en agosto de 1970, participó en la clausura de Prensa (semanario de los periodistas) y, en octubre, apoyado por el general Rogelio Miranda y el coronel Luis Arce Gómez, dirigió el cerco militar a la sede de gobierno.

Visibilización. El matutino católico Presencia, el 10 de diciembre de 1970, en su nota de primera plana El gobierno reforzó ayer las medidas de seguridad, reveló que tras conocerse un “plan para eliminar físicamente al Presidente” el régimen dispuso, la noche del 8 de diciembre, el acuartelamiento de tropas, el refuerzo de la guardia del Palacio Quemado y la vigilancia de la carretera que conducía al Colegio Militar.

“Se trataba (…) de un francotirador o varios que se habrían dispuesto para disparar sobre el general Torres, cuando se hallara en el Colegio Militar”, puntualizó Presencia. A su turno, el periódico Hoy, en su crónica Conjura civil-militar no prosperó debido al viaje del Presidente, reveló que el cuartelazo fue confirmado con el “encendido discurso” que Banzer leyó en la graduación de 90 cadetes, en el Colegio Militar, el 9 de diciembre.

En su libro De cara a la revolución del 21 de agosto de 1971, Fernando Kieffer destacó el suceso, junto a la radical arenga del coronel: “(…) o con la patria o contra ella, o respetando las leyes o atropellándolas, o con el orden o con el caos y la anarquía, o  con la sinceridad o con el fraude y el engaño, o con la paz o con la guerra. Es pues la hora de la verdad y nosotros los militares debemos exigirla a quienes nos comandan y nos gobiernan”. 

Esa  interpelación polarizadora fue suficiente para que Banzer ingrese con fuerza en la agenda de los medios nacionales.

Posicionamiento. Su ofensiva mediática no concluyó ahí. En la tarde, el militar rebelde —junto con el coronel Edmundo Valencia y apoyado por el periodista Samuel Mendoza, autor del libro Anarquía y caos— envió una “carta abierta” a Lechín.

Estamos cansados de sus “majaderías” y “demagogias” que, en 30 años, han “engañado” a la clase laboral, le espetó, para luego preguntarle cuándo realmente fue un verdadero obrero, por qué asaltó la Universidad de Cochabamba y por qué no aclaró su negociado de oro físico.

Frente a la provocación, la COB se declaró en “emergencia”. Lechín, el 10 de diciembre, desafió a los  “sirvientes de la CIA y del Pentágono” a un debate público para que prueben sus acusaciones. Al día siguiente, Banzer y Valencia lo retaron a deliberar en la televisión del Estado, bajo la moderación del presidente de la Asociación Boliviana de Radiodifusoras (Asbora).

Al final, el debate nunca se realizó. Empero, Banzer logró posicionarse como audaz jefe de la oposición.

Poder. Para no echar más leña al fuego, Torres se concretó a denunciar los “aprestos golpistas”, mientras los sindicatos le exigían acciones para “destruir de raíz” la estructura golpista.

El Presidente —de acuerdo con la obra De Torres a Banzer, escrita por su propio ministro del Interior, Jorge Gallardo— nunca quiso enfrentarse a los “militares fascistas” porque temía la destrucción de su institución, como sucedió en 1952. “Por eso no dio de baja a los sublevados y evitó, hasta su caída, la entrega de armas a la COB”.

Los hechos de diciembre también obligaron a las organizaciones de izquierda a reorganizarse. Sin embargo, sus discusiones ideológicas marchaban a paso de tortuga.

Así, el coronel Banzer intentó otra sublevación el 10 de enero de 1971, pero fracasó. Finalmente, con apoyo internacional y el respaldo del Movimiento Nacionalista Revolucionario y la Falange Socialista Boliviana, el 21 de agosto derrotó a sus enemigos, a sangre y fuego.